“Baumgartner”: cuando el adiós de Paul Auster se hace realidad

por May 5, 2024

“Baumgartner”: cuando el adiós de Paul Auster se hace realidad

por

Paul Auster, Baumgartner

Traducido por Benito Gómez Ibáñez

Seix Barral, Barcelona

264 páginas, 20,90 euros

Fotografía de Carlos Guerreira Labrador

 

Es imposible iniciar esta reseña sin señalar que el pasado día 30 de abril ha fallecido Paul Auster, el autor de Baumgartner. Se hace fatídico escribir apenas unas líneas sobre una novela en la que Auster nos habla del proceso de envejecer, de la soledad y de la esperanza que es el amor, en pasado, presente y futuro. Sería necesario ofrecer un homenaje mayor para un escritor tan insigne, de tanta repercusión internacional, con tantísimos reconocimientos y, ahora, con tantos seguidores-lectores dolidos por su pérdida. A quien escribe sólo se le ocurre recomendar esta obra en particular y su obra en general –con la que aseguro que, como pasa con quien asciende a la categoría de «clásico», siempre podremos encontrar una conexión con nosotros mismos y descubrir un mundo de personajes e historias cautivadoras–. Hoy se revalorizan sus novelas, pero también sus otras contribuciones, tales como sus discursos, sus entrevistas, sus reflexiones de tipo ensayístico y hasta sus guiones. Aquí únicamente se puede decir que se nos va una voz narrativa destacada de la literatura contemporánea y que nos atrevemos a dar unas pautas sinceras como semblanza para que se lea su último libro y, quizás, todos los demás.

Auster tenía setenta y siete años y su último protagonista –en cierta medida él mismo–, el viudo Baumgartner, también peina el don de una sabiduría septuagenaria. Este ser ficcional, más vívido en este momento si cabe, es un intelectual, un avejentado profesor de Universidad experto en Filosofía y, así, en la vida. Es un hombre de talante e identidad neoyorquina y brooklynita que casi ya conocemos de otros de los títulos del recientemente desaparecido «storyteller». Y, no obstante, es un gusto encontrarse en Baumgartner con la historia de una vida y con una atmósfera con la que, sólo con imaginarla, ya parece que aprendes y que te enfrascas en una órbita culta con la que quieres brindar en un salón decorado con gusto, de maderas oscuras, muchos libros y tocadiscos que no dejan a la melomanía indiferente. Sin embargo, este libro también es un híbrido entre la prospección hacia el ocaso y el examen de una biografía truncada por el fallecimiento una esposa que fue y es un alma complementaria que se reaparece en la cotidianidad del hogar, en la imaginación, en la memoria y en los sueños de Seymour Baumgartner. En sus páginas, quien se avenga a leer la novela, hallará una cartografía interior que nos transmite un ejemplo de amor y un itinerario de escenas de juventud pretérita y de achaques presentes.

Con todo, el foco no se reduce únicamente al Baumgartner – Sy–, puesto que también ilumina a la fallecida Anna. Mujer de gran carisma, la conocemos a través de la mirada-duelo del marido, del compañero de viaje, pero también de sus textos. Porque Anna lega su propia obra literaria dentro de Baumgartner y de Baumgartner, una obra en vías de ser reeditada y estudiada desde una perspectiva académica. Esta casuística se introduce dentro del relato, realzando una poética y un interesante juego metaliterario (elemento del que Auster era un maestro que es también parte de su sello). No creo que sea poco pertinente conectar este texto con la última obra recientemente en cartelera de Juan Mayorga, La colección –al hablar ambas de adioses vitales, descendencia no tenida o el valor mismo de los proyectos compartidos que llegan a su estación final– o emparentarla como némesis total de Cinco horas con Mario. En Baumgartner no hay reproches, ni velatorio a un cuerpo todavía caliente (la acción comienza años después del accidente que sega los días de Anna) y sí cariño por quienes ya no están, pero, al mismo tiempo, siguen estando.

Asimismo, esta obra de Auster trata de un corazón capaz de volver a latir con nuevas amistades serendípicas, nuevos vínculos sentimentales e, incluso, por la responsabilidad de resolver traumas y homenajes. Podemos decir que Baumgartner tiene mucho de testimonio sobre la muerte y sobre las vidas encerradas en una vida. Cuando se lee lo que se ha dicho sobre este último libro del autor, se habla de testamento literario. Ahora esta caracterización, sin duda, adquiere exactamente ese significado. Baumgartner se torna testamento y despedida de una visión determinada del mundo. Cuando se apaga un escritor como Auster, un amigo de muchos y muchas a través del canal de las páginas, se pierde una primera persona de creadora de mundos posibles paralelos al nuestro y creadora del nuestro mismo: la literatura tiene estas cosas mágicas que nos influyen y Auster era capaz de inventar esa influencia. Esta idea recorre los capítulos de una novela que es ya, si no lo era antes, un epílogo de gran valor simbólico.

Y yo creo que Auster había visto con clarividencia su propia historia, porque su don era el de las historias, las aventuras del ser y del sentir. Y yo creo que con sosiego se puso a escribir este último broche de cuanto ha escrito. Y yo creo que este es un punto final que ahora no se llenará de flores, sino de hojas de Brooklyn y hojas de un Nueva York más bello que el real. Y yo creo que hay que leer Baumgartner, porque yo creo que hay que leer a Paul Auster.