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21

Filiberto de Marsilly, señor de Cipierre, fue nombrado ayo de Carlos IX por influencia de los Guisa, a quienes se mostró siempre muy adicto. A la mayor edad de Carlos hízole éste consejero de Estado y primer gentilhombre de cámara. Fue más hombre de guerra que de corte, y hacen grandes elogios, así de su valor como de su generosidad, Brantôme y de Thou. Murió en 1566. (N. del A.)

 

22

El duque d'Anjou, Enrique de Valois, fue el tercero y el más querido de los hijos de Catalina de Médicis. Por influencia de ésta fue elegido rey de Polonia en 1573, y a la muerte de su hermano Carlos XI, subió al trono de Francia con el nombre de Enrique III. Murió en Saint-Claud, asesinado por Jacobo Clemente, el 2 de agosto de 1589, y en él se extinguió la casa de Valois. (N. del A.)

 

23

Margarita de Valois, Margot, como la llamaba siempre su hermano Carlos IX, nació en Saint-Germain-en-Laye el 14 de mayo de l552. Casáronla con el rey de Navarra, Enrique de Borbón, que fue luego Enrique IV de Francia, el 18 de agosto de 1572, seis días antes de la matanza de San Bartolomé. Su vida fue tan licenciosa, que puede figurar muy dignamente en la galería de Dames galantes, de su contemporáneo y amigo Brantôme. Indignados contra ella su marido y su hermano Enrique III, a pesar de la corrupción de ambos, retiráronla por fuerza al castillo de Ussón, donde vivió dieciocho años semiprisionera. Allí entretuvo sus ocios en escribir sus curiosas memorias y en hacer estrambóticas excursiones por toda la Auvergne, montada en un camello. En aquella época escribía su marido, el rey de Navarra, a la condesa de Guiche; «Il est venu un homme de la part de la dame aux chameaux me demander passe-port pour passer cinq cents tonneaux de vin, sans payer taxe, pour sa bouche; et ainsi est écrit en une patente: C'est se declarer ivrognesse en parchemin. De peur qu'elle ne tombât de si haut que les dos de ses bêtes, je le lui ai refusé». El advenimiento de Enrique IV al trono de Francia no modificó en nada, ni la vida licenciosa de Margot, ni el alejamiento de ambos esposos. Pudo al fin Enrique divorciarse de ella en 1599, y contrajo nuevas nupcias con María de Médicis, para asegurar la sucesión a la Corona. Margot llevó su desgracia con harta filosofía: siguió escogiendo sus amantes hasta entre los palafreneros, y se trasladó al fin a París, donde murió el 27 de mayo de 1615, a causa de una erisipela horrible que le produjeron los cosméticos y afeites que, para disimular la edad, usaba en el rostro. Las memorias que la reina Margot dejó escritas ofrecen noticias muy curiosas de los reinados de Carlos IX, Enrique III y primeros años del de Enrique IV, y figuran en la literatura francesa como uno de los modelos más elegantes de la prosa de su época. (N. del A.)

 

24

Carlos de Valois era entonces duque de Orleans, y contaba nueve años. Había nacido en Saint-Germain-en-Laye, en 1550. Desde niño mostró muy buenas dotes de entendimiento y de corazón, que cultivaron y dirigieron con acierto sus dos ayos Cipierre y Amyot. Mostrose muy aficionado a las artes, cultivando él mismo la poesía, y son notables sus dos epístolas a Ronsard, especialmente la que empieza:


Ton sprit est, Ronsard, plus gaillard que le mien;
mais mon corps est plus jeune et plus fort que le tien;
ar ainsi je conclus qu'en savoir tu me passes
d'autant que ma printemps tes cheveux gris efface.



A pesar de todo, la sombra siniestra de su madre, Catalina de Médicis, parece envolver a este desgraciado príncipe, y, calumniado por unos, y juzgado con harta severidad por otros, tan sólo ha pasado a la historia como el cruel organizador de la matanza de San Bartolomé y el feroz monarca que disparó contra su pueblo desde las ventanas de su palacio en aquella aciaga noche. Por mucho tiempo existió sobre una de las ventanas del Louvre que dan al muelle del Sena esta inscripción, puesta allí por los revolucionarios de 1789, recalentada por los rimbombantes entusiasmos de Andrés Chenier, en su tragedia Carlos IX: «C'est de cette fenêtre que Charles IX, d'exécrable mémoire, a tiré sur des citoyens français». Absurdo ridículo, que se refuta con sólo hacer notar que toda esa parte del Louvre, que se llamaba Louvre viejo, se remonta únicamente a la época de Enrique IV, y no existía, por tanto, en tiempo de Carlos IX.

Carlos IX murió a los veinticuatro años, en el castillo de Vincennes, sin dejar sucesión de su legítima mujer la angelical Isabel de Austria, hija del emperador Maximiliano II. Dejó un hijo natural de María Touchet, que fue Carlos de Valois, conde de Auvergne primero, y después duque de Angulema. (N. del A.)

 

25

Las Conferencias de Poissy se abrieron el 31 de julio de 1561. Presidíalas el cardenal de Tournon, y asistió la reina madre acompañada del rey niño Carlos IX y de toda la corte. El rey de Navarra Antonio de Borbón y el príncipe de Condé representaban a los hugonotes, y el gran canciller L'Hôpital llevaba la voz en nombre del rey de Francia. Los principales ministros calvinistas que tomaron parte en las discusiones fueron Teodoro de Beza y Pedro Vermigh, que llamaban Pedro Mártir. A mediados de noviembre llegaron como legados de la Santa Sede el cardenal de Ferrara y el P. Diego Laínez, sucesor de San Ignacio de Loyola en el generalato de la Compañía de Jesús. Traían instrucciones secretas de Pío IV para poner término a aquellas reuniones, cuyos peligros no se escapaban a la prudencia del Pontífice; lo cual consiguió el P. Laínez con un discurso tan claro y tan enérgico, que la misma Catalina de Médicis, viendo descubierto y comprometido su fuego, no pudo contener las lágrimas. Dos días después, el príncipe de Condé, que, a pesar de ser hugonote, dispensaba al P. Laínez una afectuosa confianza, le dijo: «¿Sabéis, padre mío, que la Reina está muy disgustada con vos, y que ha llorado?» «Conozco hace mucho tiempo a Catalina de Médicis -contestó Laínez sonriéndose-; pero no temáis, Príncipe, que me engañe, a pesar de ser tan excelente cómica». Después de demostrar Laínez con tanta autoridad la inutilidad de las Conferencias y los peligros que ofrecían en cuanto a la fe, se abstuvieron de asistir a las sesiones restantes el Rey, la Reina, los Príncipes y consejeros de la Corona, y prosiguieron las discusiones, sin ninguna utilidad ni provecho, sólo entre los obispos y teólogos. (N. del A.)

 

26

El condestable de Francia, Ana de Montmorency, nació en 1492 y fue educado para las armas con Francisco I, que era entonces duque de Angulema. Fue siempre el grande amigo y compañero de este monarca, con el cual cayó prisionero en la batalla de Pavía. Volvió a caer prisionero de los españoles en la de San Quintín, que dirigió y perdió él mismo, y murió en 1567, peleando contra los hugonotes en la batalla de Saint-Denis. Combatió a los herejes en todos los terrenos, y fue uno de los grandes protectores de la Compañía de Jesús en Francia. (N. del A.)

 

27

Brantôme, t. V, pág. 90. (N. del A.)

 

28

El P. Edmundo Auger fue uno de los grandes misioneros que combatieron la herejía calvinista en Francia. Acompañó al duque d'Anjou, después Enrique III, en la batalla de Jarnac, y él mismo le armó por su propia mano. Fue confesor de este monarca por mucho tiempo, hasta que el asesinato de los Guisa en Blois le hizo retirarse a Italia, donde murió en Novocomo el 19 de junio de 1591. (N. del A.)

 

29

Ordonnance de Charles IX. -Teulet, t. I, página 734. (N. del A.)

 

30

Isabel era hija adulterina de Enrique VIII y de Ana Bolena, puesto que había nacido en vida de Catalina de Aragón, legítima mujer de Enrique. Además de esto, su propio padre la declaró bastarda cuando Ana Bolena fue decapitada, quedando con esto incapacitada legalmente para reinar. La reina legítima de Inglaterra era, por lo tanto, María Estuardo, como nieta única de María Tudor, hermana mayor de Enrique VIII. (N. del A.)