/ miércoles 9 de agosto de 2017

EL BANDIDO DE LA LINTERNA ROJA

LUIS FRANCISCO MACÍAS

ARCHIVOS CRIMINALES

La sociedad de Los Ángeles, California, vivía atemorizada en1948 por las atrocidades cometidas por un hombre al que conocíancomo “El Bandido de la Linterna Roja”... Caryl Chessmanaterrorizaba a mujeres norteamericanas en la senda de losenamorados de aquella ciudad norteamericana, amenazándolas conrevólver para someterlas perversa y sexualmente. Entonces elclamor era generalizado: “¡Detengan y castiguen severamente almaniaco!”.

Pero, en cuanto los detectives acumularon pruebas contra CarylChessman y fue condenado a muerte,  casi todas las reacciones enel mundo entero fueron contrarias a la decisión de la justicia deEstados Unidos.

Su sentencia sería calificada entonces como “penainmerecida” y “hecho monstruoso”. Lo mismo había sucedido enla época de John Herbert Dillinger (“Enemigo Público NúmeroUno” de Estados Unidos en los años treinta), en que dentro deuna extraña rebeldía contra la lógica, muchos consideraron algángster como “héroe del drama” y atribuyeron el papel de“villanos” a los agentes del FBI.

Europa se declaró “horrorizada” por el ajusticiamiento deChessman en la cámara de gas (se le obligó a respirar vapores decianuro de potasio y ácido sulfúrico puro), tras doce años deprisión en los que el violador y asaltante no pudo demostrar suinocencia.

En México, miles de internos del Palacio Negro de Lecumberriguardaron un minuto de silencio por la extinción del “Bandido dela Linterna Roja”.

Y es que Caryl Chessman se había apoderado de la opiniónpública mediante la autoría de un libro en el que nunca aceptólas acusaciones y abogó por la abolición de la pena capital en elmundo.

La ira y el estupor se apoderaron de la gente a nivelinternacional. La ejecución de Chessman desató una polémicadesorganizada, en la que quienes se inclinaban por dicha sanciónradical e irreparable, lo hacían tímidamente y los que seoponían, lo hacían sin tapujos y alzaban la voz para gritar endiversos tonos que el bien máximo del hombre es la vida misma.

FUE SOCIÓPATA IRREDENTO

Caryl Chessman fue forzado a escribir y a firmar una confesiónmientras estuvo en custodia en 1948. Más adelante, en numerosasocasiones, cambió su confesión, pero ya era muy tarde.

El estado de California ya había escrito su guión durante elproceso de 1949, endureciendo sus estatutos acerca del secuestrodespués de que sucedió el rapto y posterior asesinato del hijodel gran Charles Augustus Lindbergh, primer piloto en cruzar elocéano Atlántico uniendo el continente americano y el europeo enun vuelo sin escalas y en solitario.

Un estudio contemporáneo apunta que “Chessman no fue convictopor violación, ya que en los ataques por los que resultócondenado, las víctimas lo convencieron de que el bandido nollevara a cabo el coito y optó porque le practicaran unafelación”...

Lo anterior no significa que Chessman fuera inocente o que setratara de minimizar la pena y el sufrimiento de las víctimas, porel contrario, sus memorias y su larga década como inquilino en el“Corredor de la Muerte” del penal de San Quintín, enCalifornia, ponen en claro que él fue un sociópata irredento.Pero argumentaba convincentemente que era inocente de los crímenesespecíficos por los que fue condenado a la cámara de gas...

“Nunca fui un violador que merodeaba los autos estacionados.Yo sólo fui un asaltante”, declaraba entonces Chessman.

Caryl Chessman, en dos días, había violado a dos mujeres enLos Ángeles, deslumbrándolas con una linterna roja yamenazándolas de muerte con un revólver.

Era el 19 de enero de 1948. Una de las víctimas tenía 17 añosde edad, Chessman 27. Conocía la cárcel por robos y agresiones;era un criminal habitual, aunque no asesino.

DESGRACIADA JUVENTUD

Caryl abrazó el delito desde temprana edad, cuando cumplió15años (nació el 27 de mayo de 1921). Su padre intentó suicidarsey él comenzó a robar alimentos para el consumo familiar. Chessmanera  conocido como “El Bandido de la Linterna Roja” porque,además de deslumbrar a sus víctimas para atacarlas, llevaba unasirena policial en el techo de su auto para confundir a susvíctimas en las rutas de California.

Buscado por la policía por un hurto en un almacén de tejidos,Caryl fue identificado plenamente como “el terror de losenamorados”.

Se le condenó a muerte, luego de ser acusado de secuestro, roboy perversión sexual.

Estudió Derecho y Latín en la Prisión Estatal de San Quintíny se convirtió en su propio abogado. Fue el emblema de la luchacontra la pena de muerte y dedicó más de diez mil horas aestudiar su caso.

De hecho, eso le permitió posponer ocho citas fijadas para quesea ejecutado, a través de recursos y amparos judiciales.

SU OBRA LITERARIA NO TUVO IGUAL

Caryl Chessman trabajó sin cansancio en sus libros, verdaderasobras de historia legal americana, las cuales en la actualidad nohan podido ser igualadas. En 1954 vendió más de un millón decopias de “Celda 2455”. En 1955 escribió “Juzgado porDios”. En 1957 se publicó “La Cara de la Justicia”, y lanovela “El Chico era un Asesino” salió a la luz en 1960.Además escribió numerosos artículos de enorme importancialegal.

Y productores de cine no perdieron el tiempo y anunciaron “laúnica película auténtica protagonizada por Caryl Chessman” yque traída directamente desde la prisión de San Quintín,presentaba la celda de la muerte y personajes de la vida real: suspropios compañeros del pasillo final, 92 de los cuales murieron enla cámara antes que él, en el periodo de 12 años que “Elbandido de la Linterna Roja” permaneció en el penal antes de serejecutado.

La película, decían, “daba a conocer la triste verdad delabios de sus perseguidores, el fiscal que lo inculpó, el juradoque lo condenó, sus víctimas, sus padres, y sus últimos díasantes de entrar a la cámara de gas”.

LE LLEGÓ SU HORA

Caryl Chessman fue ese día al encuentro de la muerte, con unasonrisa en su cara. Sólo dos horas antes de la ejecución sietejueces de la Corte Suprema del Estado de California se reuniríanpara fallar respecto a la última solicitud de aplazamiento quehabía presentado Chessman, acusado de delitos sexualescontranatura. En tres ocasiones la corte había votado 4-3 encontra de dar clemencia al condenado a muerte. Ya el preso sehabía despedido de su madre.

El domingo 1o. de mayo de 1960, un oficial de la prisión de SanQuintín permaneció en estado de alerta cuidando los teléfonosdirectos que comunicaban la oficina del gobernador de Californiacon el presidio, en espera de una llamada de última hora,posponiendo la ejecución de Caryl Chessman, quien permanecía conel rostro hundido entre las manos en la celda de la muerte, dondehabía permanecido doce años, acusado de asaltos y violaciones enagravio de indefensas mujeres.

2 de mayo de 1960.- Harold V. Streeter, corresponsal de AP,escribió que había un silencio manso casi como en una plegaria,entre los espectadores, mientras cuatro guardias hacían dar lavuelta a Chessman en la cámara de gas para atar sus piernas ybrazos y colocarle el estetoscopio en torno a su pecho. Afuera seencontraba un médico.

Chessman divisa a una periodista pelirroja, conocida de muchasconferencias en la prisión. Está tan absorbido ante su presenciaque parece reconocerla cuando un guardia que se retira, lo palmea.Se vuelve otra vez hacia la mujer. Ya la puerta de metal se hacerrado. Está solo y a minutos de su muerte. Es imposible escucharsonido alguno de la cámara de la muerte. Pero Chessman pareceinclinarse asegurando a la mujer que todo está bien. Estira lasligaduras en un esfuerzo por inclinarse hacia ella: “dígale aRosalie Asher -una de las abogadas- que le mando un adiós”.

Afuera y sin ser observado -continúa Streeter- el verdugo tirade una palanca. Libera las cápsulas de cianuro en un recipiente deácido sulfúrico colocado debajo de la silla de Chessman. Susonrisa desaparece. Hace algunos gestos y trata de tomar una granbocanada de aire. Su cara, con su nariz en forma de gancho y sugrueso labio inferior se inclinan hacia atrás como mirando altecho. Los primeros quince segundos del letal ácido dehidrocianuro han tomado la voluntad del condenado, así como supersonalidad. Ya está muerto... La boca de Caryl Chessman se abre.Sus dedos, que una vez escribieron libros y muchas apelaciones alos tribunales, en su máquina del pabellón de los condenados amuerte, se crispan nerviosamente. La cabeza se mueveinvoluntariamente hacia adelante, pero vuelve atrás conmovimientos convulsivos... Pareciera que el condenado a muertequisiera hablar.

Ahora la cabeza comienza un descanso lento. Los amplios hombrosdel condenado tiemblan...

HASTA EL FINAL CARYL SOSTUVO QUE LO CONFUNDIERON

El corresponsal Harold V. Streeter continúa su relato:

-El diafragma se arquea como para expeler el aire letal. Son las10:07, hora local. Pero aún hay más movimientos en sus dedos.Solamente dos minutos después cesa todo movimiento. No se oye nadaentre los 60 testigos que se encuentran en la sala de ejecución. Através de las cortinas de la pequeña ventana de la pared se ve alguardia en conferencia. En estos momentos, el guardia informa quelas cápsulas fueron arrojadas a las 10:03:45. Chessman fue dadocomo muerto a las 10:12.

-Cuando uno mira hacia atrás, queda el cuerpo atado a la silla,el cabello oscuro todavía bien peinado y el mentón descansadosobre su pecho. Ese hombre fue el centro de mucha controversiasobre la pena capital. Ahora, que usted se ha enterado de lo que es-concluye Streeter- un poderoso pensamiento se fija en sus ojos:una ejecución es tan definitiva...

Y nadie pudo prorrogar su última cita con el sueño eterno.Chessman se haría famoso como preso en el “Corredor de laMuerte” en el penal de California.

Y el guardia Fred R. Dickson dijo que las últimas palabrasaudibles de Caryl Chessman, en la cámara de gas, fueron en elsentido de negar que haya sido el criminal con el que loconfundían y que aterrorizara a las mujeres en 1948.

Siempre se declaró inocente y aseguraba que “el bandido de lalinterna roja era un aficionado chapucero con mentalidad sexualretorcida, y no criminal profesional y frío calculador”, comoél se consideraba.

Chessman murió a los 38 años de edad. Dio a Dickson sietecartas personales y le pidió que las enviara por correo.

Y tras su muerte, su cadáver fue incinerado. Sus cenizas iban aser enterradas al lado de su madre, en el Forest Lawn MemorialPark, Glendale, al sur de California, pero fueron rechazadas porque“menguarían el valor espiritual del cementerio”.

Por último, amable lector, cabría apuntar que, antes de suejecución, Caryl Chessman dejó una declaración en la quedecía:

“En mi existencia fui culpable de muchos crímenes, pero no deaquellos por los que me habéis arrebatado la vida... Ahora que elEstado se ha tomado su venganza, me gustaría preguntarle al mundoqué ha ganado con ello”.

NUNCA PUDO SER IDENTIFICADO POR SUS VÍCTIMAS

En aquella época se decía que el modus operandi de Chessmanconsistía en acercarse a las víctimas estacionadas en su autos yse identificaba como policía, situación que aprovechaba pararobar dinero y artículos de valor y, algunas veces conducía a lasmujeres hacia otra área para obligarlas a realizar actos sexualescon él.

Sin embargo, la descripción física que dieron las víctimassobre su agresor no coincidía con el aspecto de Chessman; Carylnunca pudo ser plenamente identificado por las mujeres agredidas enlas ruedas de presos en las cuales el bandido fue incluido.

El caso Chessman se había convertido en todo un suceso.Contrató a los mejores penalistas. Su libro “Celda 2,455” lehizo ganar 150,000 dólares; fue un best-seller produciendoderechos de autor que lo capacitaron a financiar una campaña paraconvencer a los juristas federales y estatales de que no le habíansido concedidas todas las garantías legales en sus procesos.

LUIS FRANCISCO MACÍAS

ARCHIVOS CRIMINALES

La sociedad de Los Ángeles, California, vivía atemorizada en1948 por las atrocidades cometidas por un hombre al que conocíancomo “El Bandido de la Linterna Roja”... Caryl Chessmanaterrorizaba a mujeres norteamericanas en la senda de losenamorados de aquella ciudad norteamericana, amenazándolas conrevólver para someterlas perversa y sexualmente. Entonces elclamor era generalizado: “¡Detengan y castiguen severamente almaniaco!”.

Pero, en cuanto los detectives acumularon pruebas contra CarylChessman y fue condenado a muerte,  casi todas las reacciones enel mundo entero fueron contrarias a la decisión de la justicia deEstados Unidos.

Su sentencia sería calificada entonces como “penainmerecida” y “hecho monstruoso”. Lo mismo había sucedido enla época de John Herbert Dillinger (“Enemigo Público NúmeroUno” de Estados Unidos en los años treinta), en que dentro deuna extraña rebeldía contra la lógica, muchos consideraron algángster como “héroe del drama” y atribuyeron el papel de“villanos” a los agentes del FBI.

Europa se declaró “horrorizada” por el ajusticiamiento deChessman en la cámara de gas (se le obligó a respirar vapores decianuro de potasio y ácido sulfúrico puro), tras doce años deprisión en los que el violador y asaltante no pudo demostrar suinocencia.

En México, miles de internos del Palacio Negro de Lecumberriguardaron un minuto de silencio por la extinción del “Bandido dela Linterna Roja”.

Y es que Caryl Chessman se había apoderado de la opiniónpública mediante la autoría de un libro en el que nunca aceptólas acusaciones y abogó por la abolición de la pena capital en elmundo.

La ira y el estupor se apoderaron de la gente a nivelinternacional. La ejecución de Chessman desató una polémicadesorganizada, en la que quienes se inclinaban por dicha sanciónradical e irreparable, lo hacían tímidamente y los que seoponían, lo hacían sin tapujos y alzaban la voz para gritar endiversos tonos que el bien máximo del hombre es la vida misma.

FUE SOCIÓPATA IRREDENTO

Caryl Chessman fue forzado a escribir y a firmar una confesiónmientras estuvo en custodia en 1948. Más adelante, en numerosasocasiones, cambió su confesión, pero ya era muy tarde.

El estado de California ya había escrito su guión durante elproceso de 1949, endureciendo sus estatutos acerca del secuestrodespués de que sucedió el rapto y posterior asesinato del hijodel gran Charles Augustus Lindbergh, primer piloto en cruzar elocéano Atlántico uniendo el continente americano y el europeo enun vuelo sin escalas y en solitario.

Un estudio contemporáneo apunta que “Chessman no fue convictopor violación, ya que en los ataques por los que resultócondenado, las víctimas lo convencieron de que el bandido nollevara a cabo el coito y optó porque le practicaran unafelación”...

Lo anterior no significa que Chessman fuera inocente o que setratara de minimizar la pena y el sufrimiento de las víctimas, porel contrario, sus memorias y su larga década como inquilino en el“Corredor de la Muerte” del penal de San Quintín, enCalifornia, ponen en claro que él fue un sociópata irredento.Pero argumentaba convincentemente que era inocente de los crímenesespecíficos por los que fue condenado a la cámara de gas...

“Nunca fui un violador que merodeaba los autos estacionados.Yo sólo fui un asaltante”, declaraba entonces Chessman.

Caryl Chessman, en dos días, había violado a dos mujeres enLos Ángeles, deslumbrándolas con una linterna roja yamenazándolas de muerte con un revólver.

Era el 19 de enero de 1948. Una de las víctimas tenía 17 añosde edad, Chessman 27. Conocía la cárcel por robos y agresiones;era un criminal habitual, aunque no asesino.

DESGRACIADA JUVENTUD

Caryl abrazó el delito desde temprana edad, cuando cumplió15años (nació el 27 de mayo de 1921). Su padre intentó suicidarsey él comenzó a robar alimentos para el consumo familiar. Chessmanera  conocido como “El Bandido de la Linterna Roja” porque,además de deslumbrar a sus víctimas para atacarlas, llevaba unasirena policial en el techo de su auto para confundir a susvíctimas en las rutas de California.

Buscado por la policía por un hurto en un almacén de tejidos,Caryl fue identificado plenamente como “el terror de losenamorados”.

Se le condenó a muerte, luego de ser acusado de secuestro, roboy perversión sexual.

Estudió Derecho y Latín en la Prisión Estatal de San Quintíny se convirtió en su propio abogado. Fue el emblema de la luchacontra la pena de muerte y dedicó más de diez mil horas aestudiar su caso.

De hecho, eso le permitió posponer ocho citas fijadas para quesea ejecutado, a través de recursos y amparos judiciales.

SU OBRA LITERARIA NO TUVO IGUAL

Caryl Chessman trabajó sin cansancio en sus libros, verdaderasobras de historia legal americana, las cuales en la actualidad nohan podido ser igualadas. En 1954 vendió más de un millón decopias de “Celda 2455”. En 1955 escribió “Juzgado porDios”. En 1957 se publicó “La Cara de la Justicia”, y lanovela “El Chico era un Asesino” salió a la luz en 1960.Además escribió numerosos artículos de enorme importancialegal.

Y productores de cine no perdieron el tiempo y anunciaron “laúnica película auténtica protagonizada por Caryl Chessman” yque traída directamente desde la prisión de San Quintín,presentaba la celda de la muerte y personajes de la vida real: suspropios compañeros del pasillo final, 92 de los cuales murieron enla cámara antes que él, en el periodo de 12 años que “Elbandido de la Linterna Roja” permaneció en el penal antes de serejecutado.

La película, decían, “daba a conocer la triste verdad delabios de sus perseguidores, el fiscal que lo inculpó, el juradoque lo condenó, sus víctimas, sus padres, y sus últimos díasantes de entrar a la cámara de gas”.

LE LLEGÓ SU HORA

Caryl Chessman fue ese día al encuentro de la muerte, con unasonrisa en su cara. Sólo dos horas antes de la ejecución sietejueces de la Corte Suprema del Estado de California se reuniríanpara fallar respecto a la última solicitud de aplazamiento quehabía presentado Chessman, acusado de delitos sexualescontranatura. En tres ocasiones la corte había votado 4-3 encontra de dar clemencia al condenado a muerte. Ya el preso sehabía despedido de su madre.

El domingo 1o. de mayo de 1960, un oficial de la prisión de SanQuintín permaneció en estado de alerta cuidando los teléfonosdirectos que comunicaban la oficina del gobernador de Californiacon el presidio, en espera de una llamada de última hora,posponiendo la ejecución de Caryl Chessman, quien permanecía conel rostro hundido entre las manos en la celda de la muerte, dondehabía permanecido doce años, acusado de asaltos y violaciones enagravio de indefensas mujeres.

2 de mayo de 1960.- Harold V. Streeter, corresponsal de AP,escribió que había un silencio manso casi como en una plegaria,entre los espectadores, mientras cuatro guardias hacían dar lavuelta a Chessman en la cámara de gas para atar sus piernas ybrazos y colocarle el estetoscopio en torno a su pecho. Afuera seencontraba un médico.

Chessman divisa a una periodista pelirroja, conocida de muchasconferencias en la prisión. Está tan absorbido ante su presenciaque parece reconocerla cuando un guardia que se retira, lo palmea.Se vuelve otra vez hacia la mujer. Ya la puerta de metal se hacerrado. Está solo y a minutos de su muerte. Es imposible escucharsonido alguno de la cámara de la muerte. Pero Chessman pareceinclinarse asegurando a la mujer que todo está bien. Estira lasligaduras en un esfuerzo por inclinarse hacia ella: “dígale aRosalie Asher -una de las abogadas- que le mando un adiós”.

Afuera y sin ser observado -continúa Streeter- el verdugo tirade una palanca. Libera las cápsulas de cianuro en un recipiente deácido sulfúrico colocado debajo de la silla de Chessman. Susonrisa desaparece. Hace algunos gestos y trata de tomar una granbocanada de aire. Su cara, con su nariz en forma de gancho y sugrueso labio inferior se inclinan hacia atrás como mirando altecho. Los primeros quince segundos del letal ácido dehidrocianuro han tomado la voluntad del condenado, así como supersonalidad. Ya está muerto... La boca de Caryl Chessman se abre.Sus dedos, que una vez escribieron libros y muchas apelaciones alos tribunales, en su máquina del pabellón de los condenados amuerte, se crispan nerviosamente. La cabeza se mueveinvoluntariamente hacia adelante, pero vuelve atrás conmovimientos convulsivos... Pareciera que el condenado a muertequisiera hablar.

Ahora la cabeza comienza un descanso lento. Los amplios hombrosdel condenado tiemblan...

HASTA EL FINAL CARYL SOSTUVO QUE LO CONFUNDIERON

El corresponsal Harold V. Streeter continúa su relato:

-El diafragma se arquea como para expeler el aire letal. Son las10:07, hora local. Pero aún hay más movimientos en sus dedos.Solamente dos minutos después cesa todo movimiento. No se oye nadaentre los 60 testigos que se encuentran en la sala de ejecución. Através de las cortinas de la pequeña ventana de la pared se ve alguardia en conferencia. En estos momentos, el guardia informa quelas cápsulas fueron arrojadas a las 10:03:45. Chessman fue dadocomo muerto a las 10:12.

-Cuando uno mira hacia atrás, queda el cuerpo atado a la silla,el cabello oscuro todavía bien peinado y el mentón descansadosobre su pecho. Ese hombre fue el centro de mucha controversiasobre la pena capital. Ahora, que usted se ha enterado de lo que es-concluye Streeter- un poderoso pensamiento se fija en sus ojos:una ejecución es tan definitiva...

Y nadie pudo prorrogar su última cita con el sueño eterno.Chessman se haría famoso como preso en el “Corredor de laMuerte” en el penal de California.

Y el guardia Fred R. Dickson dijo que las últimas palabrasaudibles de Caryl Chessman, en la cámara de gas, fueron en elsentido de negar que haya sido el criminal con el que loconfundían y que aterrorizara a las mujeres en 1948.

Siempre se declaró inocente y aseguraba que “el bandido de lalinterna roja era un aficionado chapucero con mentalidad sexualretorcida, y no criminal profesional y frío calculador”, comoél se consideraba.

Chessman murió a los 38 años de edad. Dio a Dickson sietecartas personales y le pidió que las enviara por correo.

Y tras su muerte, su cadáver fue incinerado. Sus cenizas iban aser enterradas al lado de su madre, en el Forest Lawn MemorialPark, Glendale, al sur de California, pero fueron rechazadas porque“menguarían el valor espiritual del cementerio”.

Por último, amable lector, cabría apuntar que, antes de suejecución, Caryl Chessman dejó una declaración en la quedecía:

“En mi existencia fui culpable de muchos crímenes, pero no deaquellos por los que me habéis arrebatado la vida... Ahora que elEstado se ha tomado su venganza, me gustaría preguntarle al mundoqué ha ganado con ello”.

NUNCA PUDO SER IDENTIFICADO POR SUS VÍCTIMAS

En aquella época se decía que el modus operandi de Chessmanconsistía en acercarse a las víctimas estacionadas en su autos yse identificaba como policía, situación que aprovechaba pararobar dinero y artículos de valor y, algunas veces conducía a lasmujeres hacia otra área para obligarlas a realizar actos sexualescon él.

Sin embargo, la descripción física que dieron las víctimassobre su agresor no coincidía con el aspecto de Chessman; Carylnunca pudo ser plenamente identificado por las mujeres agredidas enlas ruedas de presos en las cuales el bandido fue incluido.

El caso Chessman se había convertido en todo un suceso.Contrató a los mejores penalistas. Su libro “Celda 2,455” lehizo ganar 150,000 dólares; fue un best-seller produciendoderechos de autor que lo capacitaron a financiar una campaña paraconvencer a los juristas federales y estatales de que no le habíansido concedidas todas las garantías legales en sus procesos.

Policiaca

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Familiares del occiso llegaron rápidamente al lugar, donde la joven víctima murió de manera inmediata tras aparentemente ser una víctima de ataque directo