Apatía pensional / Columna de Alejandro Higuera

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Apatía pensional

Es cierto que los jóvenes somos apáticos porque muchos renunciamos a la idea de tener una pensión algún día.

Los jóvenes no están hablando de la reforma pensional, la cual pone en jaque nuestros ahorros, según lo mencionado por Jaime Dussán, actual presidente de Colpensiones. Parece que para nuestra generación es más importante pintar las calles y pronunciarse en redes sobre el conflicto entre Palestina e Israel. Joseph de Maistre decía que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, y considero que, así como los jóvenes nos subimos a la discusión mundial del momento, nuestro Presidente también lo hace dejando de lado todas las problemáticas del país.

Nos hacemos los de la vista gorda para pronunciarnos sobre los asesinatos, masacres y reformas que pasan en nuestro contexto próximo por empatizar con conflictos que no nos incuben directamente. Alabaría esa sentida empatía si no fuera porque la usamos de método de escape y, a pesar de eso, entiendo nuestra apatía. El mundo no cambia lo suficientemente rápido como quisiéramos y aparentemente nuestros problemas colombianos volvieron a ser los de antes del proceso de paz, lo cual aviva lo que la psicología ha llamado como desesperanza aprendida.

Este gobierno se subió gracias a miles de jóvenes que creyeron que un cambio ideológico en la Casa de Nariño nos daría un lado. Se creó el Viceministerio de la Juventud, pero este no ha sido capaz de proponer o gestionar las peticiones que se hicieron desde 2021. Han pasado dos años de improvisaciones y desbarajustes que no nos han dado resultados y que prometen destruir aquello con lo que contábamos. El Presidente, en medio del deseo de figurar en los escenarios internacionales, ha terminado por darnos la espalda, pues parece que solo le servimos para llenar plazas. Por eso muchos jóvenes aplaudimos al consejero de la juventud William Molina cuando alzó la voz para decirle al Presidente que sus promesas se habían quedado en discurso.
La apatía de esta generación crece y no solo en los escenarios políticos. En las aulas de clase muchos prefieren distraerse con el celular o estar pendientes de la última discusión insulsa global en X, en los trabajos cada vez más son los jóvenes que deciden renunciar para migrar o que hacen algo que han llamado los expertos “renuncia silenciosa”, que es encargarse de hacer lo mínimo requerido. En ninguno de estos escenarios parece que pensar, reflexionar o proponer sobre nuestro contexto está en la agenda porque lo único que nos interesa es escapar de la realidad agobiante que nos reclama. Celebro la decisión de los colegios privados de prohibir los celulares, pues como generación no hemos sabido usarlos más que como método de escape, lo que ha triturado la empatía hasta con los profesores y también ha calcinado la capacidad de opinar con el mismo ahincó que lo hacemos sobre el mundo o la pasarela de turno.
Pero para no sumarme al ruido, me gustaría mencionar algo corto respecto a la reforma pensional. Es cierto que los jóvenes somos apáticos porque muchos renunciamos a la idea de tener una pensión algún día. Crecimos viendo cómo se subía la edad y las semanas de cotización, mientras cogían esos ahorros obligatorios para cubrir huecos fiscales. Ahora vemos que quieren camuflar la expropiación bajo principios de solidaridad con nuestros adultos mayores para darles subsidios paupérrimos a quienes nunca aportaron al sistema. Es verdad que, como dijo Dussán, les debemos vida, estudios y, en algunos casos, trabajo a nuestros adultos mayores, pero quitarnos nuestros ahorros sin un plan claro de cómo reponerlo es una improvisación que debería saltar las alarmas de mi generación.

¿Cómo van a responder por nuestras pensiones, si es que llegamos a ellas?, ¿cómo van a aumentar el número de aportantes cuando toda la apatía de nuestra generación nos invite a migrar, a no tener más hijos o a dejar de aportar a la pirámide que quieren montar?
ALEJANDRO HIGUERA SOTOMAYOR
(Lea todas las columnas de Alejandro Higuera en EL TIEMPO, aquí)
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