Adelante - Martí: alma universal

CAMAGÜEY.- Cada 19 de mayo, es una oportunidad para reflexionar en la vida de nuestro Héroe Nacional, y la multiplicidad de temáticas relacionadas con su pensamiento, carácter, política, el rol en la Historia de Cuba… su universalidad. Sentirlo y hablar de él, es saberlo como un hombre para todos los tiempos. El adentrarnos en su espacio infinito, significa descubrir al genio de la poesía, al mago de la palabra, al independentista de singular y de total consagración por su tierra.

La existencia del Apóstol fue breve y con dolor, como el padecido en las canteras de San Lázaro durante la juventud. Su deseo mayor era el de pisar el suelo de una Cuba libre. Por eso mostró su espíritu de determinación y sacrificio en esa propia etapa, al comprometerse con la recién iniciada revolución, con el soneto ¡Diez de octubre!, ante la disyuntiva de la época, de elegir si Cuba o España, dejó claro su posición al elegir a Yara, antes que Madrid, en la publicación, el Diablo Cojuelo.

El hijo de Don Mariano Martí y Doña Leonor Pérez, conocido cariñosamente como Pepe, nació el 28 de nero de 1853. Eran gente humilde, de bien. Aquel muchacho sencillo creció entre cuadernos, y lecturas de los grandes clásicos, de la ética de filósofos de la antigüedad y las enseñanzas del excepcional maestro, Rafael María de Mendive.

De su actividad creadora como escritor, poeta, periodista, revolucionario y maestro, emerge una mirada filosófica del mundo. Se percibe en su obra la capacidad del hombre para desentrañar las esencias, no detenerse en lo superfluo, en lo aparente. Asumió que los problemas de América y los de la independiencia de Cuba, no radicaban en la mente de los individuos, sino en la historia de los pueblos.

Este hombre que parecía unido a su traje negro, en señal del luto por su nación, tuvo que sobreponerse a fracasos como de La Fernandina. Aún con esas desdichas y aquejado por los padecimientos físicos, escribió a Serafín Sánchez, en 1893:

“Es mi deber seguir (…) Para mí (...), no hay día ni noche. La salud me ha vuelto, y mucha necesito para cumplir sin flaquezas ni demoras con mi obligación”.

A su amigo entrañable, Fermín Valdés Domínguez, el siete de abril de 1887, le confiesa:

“(…) yo no vivo más que para mi tierra; pero refreno mil veces lo que por el amor a ella me manda. Para que no parezca que lo hago por interés mío o por ganar renombre (...)”. “(…) el primer deber de un hombre de estos días, es ser un hombre de su tiempo (...)”, aconsejó a Joaquín Macal, ministro de relaciones exteriores de Guatemala.

La abnegación martiana se aprecia en una de las misivas enviadas a Ricardo Rodríguez Otero, el 10 de mayo de 1888:

“(…) La Patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se la sirve, pero no se la toma para servicio de ella (…)”, mientras, a Juan Bonilla, el ocho de agosto de 1890, le decía: “(…) Toda la vida es deber. Para esta vida es la espina, y para la otra será la masa del pescado”.

Una de las contribuciones vitales de El Maestro a la liberación de nuestra isla, fue la fundación, el 10 de abril de 1892, del Partido Revolucionario Cubano (PRC). Y en los análisis del profesor de Historia de Cuba, Narciso Montejo Lorenzo, sobre ese tema, se evidencian algunos de los fundamentos que lo hicieron un aglutinador, por excelencia, de todos los cubanos verdaderos.

“Organizó con más claridad los propósitos genuinamente revolucionarios. Se orientó en dos objetivos fundamentales: la dirección de la guerra y en la conformación posterior de la República y su mantenimiento(…) Pero la línea principal, que inspiraba, era la de consolidar una nación democrática, cordial y justiciera.

Según Martí, el PRC “erraría de afuera o de adentro, quien lo creyese extinguible o deleznable”, y sobre el dinero que abonaban sus afiliados refirió con honestidad y transparencia que “se ha de ver hasta las raíces porque si nace impuro no da buenos frutos”. En otro momento expresa con determinación que “el PRC es el pueblo de Cuba”.

Aunque el calendario parezca alejarnos a Martí, su absoluta entrega a la soberanía, inspira a diario, lo mismo al autor de renombre que al estudiante que lo vivifica en su tarea extraclase o el profesor durante la actividad docente. Cada uno lo retiene en el alma a su manera, y hacerlo nuestro, limpios de corazón, mente y espíritu, nos une. Leerlo, practicar su humildad, da nobleza... la sustancia necesaria, la sal patriótica que nos identifica como cubanos reales.

Hace exactamente 129 años, el 19 de mayo de 1895, el Maestro dejó una carta, a su amigo Manuel Mercado en la que expresó sus convicciones de lucha y la intención de evitar la expansión de los Estados Unidos por el resto del continente ¿Imaginaría Martí que la misiva a su compañero mexicano más tarde podría ser conocida como su testamento político? Lo cierto es que esa misma fecha, la bala del enemigo cegó su vida, pero su obra persiste en el alma de sus compatriotas, porque en ella vemos y encontramos un ingrediente esencial de nuestra identidad.