¿De verdad la vida es tan difícil y dura como para no querer vivirla?, ¿cuáles deberían ser las preocupaciones reales de un padre?, esas y otras preguntas profundas son las que plantea “El hijo”, la nueva película de Florian Zeller (“El padre”), también basada en una de sus obras teatrales. Decir que la película es desgarradora y compleja es poco, pero sin duda, después de verla, nace la llama de la reflexión y el análisis.

Peter (Hugh Jackman) es un hombre de negocios muy ocupado, quien disfruta su segunda paternidad junto a su esposa Emma (Vanessa Kirby). Sin embargo, un día cualquiera reaparece su exesposa Kate (Laura Dern) con malas noticias sobre Nicholas (Zen McGrath), su primer hijo. Con el paso de los días, Peter y Nicolas experimentan una odisea turbulenta y melancólica llena de matices, donde su vínculo se ve aún más afectado. 

Florian Zeller mostró su gran capacidad como director cinematográfico en “El padre”, adaptación efectiva que llevó a Anthony Hopkins hasta el Oscar de Mejor Actor. Con “El hijo”, Zeller se enfoca en una narrativa más convencional, con personajes muy complejos y sin el trastoque del armado de escenas (presente en su anterior filme).

De nueva cuenta, los personajes de Zeller gozan de una humanidad y cercanía a la vida cotidiana envidiables. Peter y Nicholas son una disección profunda sobre el sentir permanente con respecto a la vida, la paternidad y los problemas psicológicos desencadenados desde la infancia. Ningún personaje en la cinta, en especial ellos dos, dejan de ser humanos, llenos de ironías, errores y confusiones. Tal vez algunos padres logren identificarse con Peter, así como posiblemente jóvenes, en la constante búsqueda de identidad, encuentren un espejo nítido en Nicholas. 

Es importante señalar que Zeller relata su historia desde la perspectiva de Peter y su papel como un padre intentando reencontrarse con su hijo, quien está sumido en una depresión. El director y guionista genera algunos cuestionamientos que se balancean en la delgada línea entre la labor paterna y la individualidad, y cómo una afecta a la otra. El creador, ensimismado por solo complejizar y desarrollar una cara de la moneda, se olvida un poco de la otra cara, la del chico perdido con la vida y con su familia; los discursos sobre los problemas mentales quedan en la superficialidad y sin una adecuada comprensión de la psique y el entorno que le rodea.

Sin embargo, los personajes son encarnados por histriones comprometidos como Jackman y McGrath (por nombrar a los principales), quienes desde el inicio acumulan energía que trasciende en el melodrama del relato, sobre todo hacia el final, cuando los personajes están asfixiándose y queriendo salir de los problemas a como dé lugar. Jackman da una cátedra de implosión y sutileza dramática, que si bien no es el tope de su carrera, sí es una muestra de su portentoso rango actoral. 

Al terminar de ver “El hijo” nada es igual, tal vez por el intenso y efectista final o simplemente porque no ofrece una definición concisa y real sobre el ser padre y el ser hijo, ni un tratamiento real de los problemas psicológicos. Lo único que queda es comenzar a cuestionarnos cómo estamos desarrollando nuestro papel actual y cómo pretendemos vivir nuestros roles futuros. 

“El hijo” ya está disponible en cines.

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