Culiacán, Sinaloa.- ¿Cómo era ser mujer en resistencia durante la Guerra Sucia? ¿Qué barreras enfrentan las mujeres en los movimientos sociales?, estas y más preguntas recibieron respuesta en el conversatorio “Disidencias y Feminismo en los años 70”, como parte del homenaje a la lucha de las madres con hijos desaparecidos durante la Guerra Sucia en Sinaloa, organizado por la Unión de Madres con Hijos Desaparecidos.

En el conversatorio, las activistas Rosa María González Carranza, de Jalisco y Martha Alicia Camacho Loaiza, de Culiacán, compartieron sus vivencias y reflexiones sobre la participación de las mujeres en movimientos sociales y de resistencia durante la Guerra Sucia, aquel periodo histórico que abarcó desde 1964 a 1985, durante el cual el Estado mexicano encabezó acciones de represión contra opositores políticos, comunidades y organizaciones político-militares.

En el conversatorio también estuvo presente Marisol Millán Camacho, integrante de la Unión de madres con hijos desaparecidos de Sinaloa, aportando una visión joven sobre los feminismos actuales.

Durante esa etapa, las mujeres enfrentaron numerosos desafíos dentro de los movimientos guerrilleros, concordaron las activistas, pues la cultura machista imperante en la sociedad dificultaba la aceptación de las mujeres como iguales y por lo tanto, se invisibilizan sus opiniones o aportaciones a la lucha.

“En muchas ocasiones me vi en la necesidad de exigir la igualdad en el sentido de que teníamos las mismas capacidades para desarrollar las actividades dentro del movimiento guerrillero, desde cosas muy sencillas como elaborar propaganda, el acondicionamiento físico, la preparación en el uso de las armas y la elaboración de artefactos que eran utilizados en enfrentamientos”, expresó Camacho Loaiza.

 

Destacó que fue una tarea complicada, pues continuamente tenía que discutir con sus compañeros varones, quienes se rehusaban a recibir órdenes u opiniones de las mujeres, aún dentro del movimiento.

“Nosotras éramos prácticamente relegadas y cuando había necesidad de hacerles ver algunas situaciones que para nosotras era aportar al movimiento, éramos prácticamente ignoradas”, mencionó.

 

En este sentido, Camacho Loaiza resaltó el papel fundamental de las madres que buscaban a sus hijos desaparecidos, quienes se convirtieron en líderes de exigencias de derechos humanos, saliendo de sus hogares para luchar en las calles, reivindicando que lo personal también es político.

Por su parte, la activista González Carranza enfatizó que debido a la cultura machista con la que se vivía en aquella época, era costumbre que los hombres se rehusaran a compartir el poder y la toma de decisiones con las mujeres.

Añadió que la revolución más grande es la de las mujeres y a pesar del camino recorrido, ésta aún no ha finalizado.

“Aún no logramos que desaparezca la cultura patriarcal. Mientras que no desaparezca esa cultura patriarcal, no podemos decir que hemos vencido”, dijo.

 

Es así como durante esa etapa histórica bañada en sangre, conocida como la Guerra Sucia, se vivía una lucha menos visible pero de igual importancia, la de las mujeres buscando ser escuchadas y ser tratadas con igualdad dentro de los movimientos sociales. Este activismo inspiró a muchas mujeres a cuestionar las desigualdades arraigadas en la sociedad y a demandar cambios sustanciales en las políticas que las discriminaban, señalando que “la revolución será feminista o no será”.

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