Mujer sentada con un niño en brazos - La Cámara del Arte

Mujer sentada con un niño en brazos

Ficha técnica

Título: Mujer sentada con un niño en brazos
Autor: Mary Cassatt
Cronología: 1890
Estilo: Postimpresionismo
Materiales: Óleo sobre lienzo
Ubicación: Museo Bellas Artes Bilbao
Dimensiones: 85 x 65’5 cm

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE MUJER SENTADA CON UN NIÑO EN BRAZOS

CONTEXTO HISTÓRICO ARTÍSTICO: UNA MUJER PINTURA

Mary Stevenson Cassatt (1844-1926), pese a nacer en Pennsylvanya, tuvo pronto la oportunidad de trasladarse a Europa y estudiar y conocer el arte de París e Italia.

El contexto histórico artístico del momento (finales del siglo XIX) contaba con la plena efervescencia de los ismos y los albores de las vanguardias artísticas, de tal modo que pudo asistir, como espectadora presencial y protagonista, a la renovación de las artes plásticas y al inicio de la contemporaneidad del arte.

Este hecho explica sus influencias artísticas: la pincelada impresionista francesa y la temática expresionista alemana, que la acerca a figuras también femeninas como Paula Modersohn, Käthe Kollwitz, Gabriele Münter o Marianne Werefkin.

Modersohn habría afirmado con crudeza: “The time is soon coming…But When I feel with pride that I am a pinter” (“pronto llegará el momento…En que sienta con orgullo que soy una pintora”). Y así era ser una pintora en los albores del siglo XX: difícil, tedioso, cuasi vergonzoso y comprometido.




Quizás las primeras mujeres pintoras de la contemporaneidad pintaban tímidamente, con miedo a salir de su ámbito doméstico, ya que para ello necesitaban Una habitación propia (Virginia Woolf, 1929). Probablemente, tanto Cassatt como Modersohn la tuvieron, pues de lo contrario no habrían trascendido sus nombres.

No obstante, queda manifiesto que estas mujeres pintoras extraían sus temas de su entorno personal y cultural más cercano; probablemente, el de unas familias burguesas que les permitieron, sin asfixias, cultivar sus talentos.

La primera obra reconocida por Cassatt, y expuesta en París, fue La tocadora de la mandolina (1872, colección privada). París fue y es su hilo conductor en la historia del Arte, ya que actualmente su nombre y su obra tienen un espacio propio en el Musée D’Orsay, vitrina icónica de las artes plásticas de fin de siglo.

ANÁLISIS FORMAL

Mujer sentada con un niño en brazos
Mujer sentada con un niño en brazos

La escena enfatiza a las dos figuras protagonistas en primer plano y ligeramente sobredimensionadas, abarcando casi la totalidad de la composición. De esta manera, el tamaño resalta el protagonismo de la escena, que se ciñe a los dos personajes.

El fondo aparece casi desdibujado, sin mucha perspectiva y monopolizado por un jarrón. El cuerpo del bebé está desnudo, lo que, junto con el jarrón, podría anunciar la hora del baño, aunque el título de la obra no arroja referencias en ese sentido.

El color es un elemento fundamental para comprender la obra: es el color el que dibuja la escena, por encima del dibujo. Tiene un protagonismo absoluto, tanto en la distinción de las formas como en la significación de las mismas, todo ello siguiendo una pincelada suelta.

En los personajes y en las pocas referencias espaciales (objetos) que aparecen predominan el blanco y los tonos pastel, especialmente el rosa. Este uso del color puede recordar al iluminismo de Sorolla, cuyos blancos vestían a las mujeres del mar.

El color negro del pelo recoge el punto de fuerza de las tonalidades, marcando un contraste con el resto de la escena, así como con el mensaje mismo de los personajes: el pilar de la escena, la madre o la cuidadora, queda patente en el moño. El fondo tiende al verde oscuro.

Queriéndolo o no, sobre esta escena de quietud recae un ligero halo de melancolía, propio de las escenas expresionistas, el cual se apoya técnicamente en el contraste entre el fondo apagado y los colores pasteles de la carne.

ANÁLISIS ICONOGRÁFICO: LAS MATERNIDADES

Este retrato cotidiano se deposita en una imagen sedente, que transmite calma y quietud. Tanto la madre como su cría se muestran conformes y tranquilas en un gesto que se presenta como familiar, sobre el que recae la costumbre.

A pesar de que los personajes (especialmente el de la mujer adulta) dan la espalda al espectador, la obra es una hebra suelta en la madeja de una temática iconográfica mucho más profunda: la maternidad, extendida ésta en sus variantes acerca del rol doméstico de la mujer, la dualidad de su papel público-privado, los sentimientos ante las incertidumbres de la crianza…

En definitiva, el tratamiento de lo femenino y todo lo que a este universo queda asociado, en muchos casos de forma automática y acrítica.

La maternidad fue, en cualquier caso, un tema recurrente en el contexto expresionista y simbolista: las representaciones de Madre e hijo abundan entre los lienzos de Paula Modersohn, Oskar Kokoschka, Klimt (Las tres edades de la mujer, 1905), Picasso (Madre e hijo, Maternidad – periodos Azul y Rosa, respectivamente) …

Habiendo sido, paradójicamente, una temática tratada en la historia casi exclusivamente desde el arte cristiano, bien a raíz de la perspectiva de las Madonnas (Edad Media), bien desde el retrato de las Vírgenes con Niño, Vírgenes de la leche o las representaciones de Sagradas Familias durante el Renacimiento.

Una vez que los pechos y la feminidad quedaron penalizados socialmente y relegados al ámbito privado a partir del Barroco, la maternidad dejó de ponerse de manifiesto en los lienzos.

Con el punto de inflexión que supusieron las artes plásticas y las vanguardias, el expresionismo retomó la temática desde la introspección, la perspectiva social y el realismo (en ocasiones dramático), puesto que, en la mayoría de los casos, eran las mujeres artistas las que pintaban las temáticas que circundaban sus propias vidas, o los artistas en masculino que sufrían, ya en su vida adulta, el recuerdo de una dura infancia.

Fue entonces cuando, desde finales del siglo XIX, las madres pasaron a ser profanas y dejaron de ser vírgenes. Las escenas de madres e hijos comenzaron a ser tratadas desde el foco de las emociones individuales, lejos de los credos oficiales; simplemente, desde la óptica de los casos reales.  

La obra de Cassatt es, así, un ejemplo de pertenencia a las vanguardias: la producción artística gira en torno a la vida de la artista y la influencia de las experiencias del yo.

BIBLIOGRAFÍA

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