Todos conocemos la historia de los tres reyes magos y no es necesario repetirla. Esta simpática película nos cuenta, sin embargo, el recorrido de un desconocido cuarto sabio de oriente cuya vida fue una permanente búsqueda del Rey de reyes. Fiel a sí mismo y al ansia interior de conocer al Hijo de Dios investigó también los signos de los tiempos, y vendiendo todas sus posesiones —que no eran pocas— para adquirir unos regalos preciosos para el recién nacido, emprendió la marcha hacia lo desconocido. No faltaron las burlas ni las sospechas de locura ante su decisión…

Así empieza esta bella historia, ante el umbral del nacimiento del Hijo de Dios. Artaban, que así se llama el cuarto rey mago, como toda persona que sinceramente busca a Dios, inicia una aventura de resultado incierto. Lleva consigo sus preciosos regalos. En el camino, sin embargo, encontrará a un enfermo. En una escena que recuerda la parábola del buen samaritano se detendrá a atenderlo y gastará parte de su fortuna en ayudarlo. Así llegará tarde al encuentro con los otros reyes magos, y perderá la oportunidad de adorar al Niño Dios recién nacido.


Su vida se convertirá entonces en una larga búsqueda de ese niño, llevándolo primero a Egipto, y luego a Israel, pues comprenderá que, según las escrituras, aquel Mesías no estará en los palacios de los reyes sino entre los desheredados de la tierra. El mismo, guiado por un corazón generoso, seguirá sin saberlo esas mismas huellas, ayudando al prójimo en una colonia de enfermos y apartados de la sociedad.

Pasarán así los años y, ya anciano, vuelve a tener noticias del Mesías esperado. Sin ningún bien que entregarle —pues ha dado todos sus bienes para ayudar a los demás— emprenderá un recorrido final. El tiempo, sin embargo, es ya el de la Pasión de Cristo, y alcanzará apenas a verlo de lejos, colgado de una cruz.

[su_pullquote align=»right»]Hay un mensaje de profunda esperanza en esta película, una analogía de toda la vida cristiana.[/su_pullquote]

Artaban, como muchos podrían pensar, ha desperdiciado su vida y sus bienes sin alcanzar su meta. Poco antes de morir, sin embargo, comprenderá que en cada persona necesitada que había ayudado, en cada prójimo a quien le había tendido su mano generosa, se había encontrado ya con aquel Jesús por quien su corazón ardía. Pensando estar vacío de bienes comprendió que era, a los ojos de Dios, inmensamente rico, y que le podía entregar el mejor regalo de todos: un corazón lleno de amor por los más necesitados.

El cuarto rey mago es una película que une en un mismo recorrido el nacimiento del Señor, su pasión, muerte y resurrección. ¿No están todos los momentos de la vida de Jesús unidos? Se unen, precisamente, para el corazón —como el de Artaban— que lo busca y logra comprender el mensaje de amor por la humanidad que enlaza cada momento de la vida de Jesús. Hay un mensaje de profunda esperanza en esta película, una analogía de toda la vida cristiana. Todos estamos llamados a ser, en un sentido, como aquel cuarto rey mago desconocido para la historia, pero profundamente amado por Dios, quien no se perdió ni un paso de la búsqueda y que, sin que Artaban lo supiera, salía a su encuentro en cada desheredado de la tierra.

En la vivencia de la caridad Artaban fue colmándose de bienes en el cielo y comprendiendo poco a poco el inmenso amor de Dios por la humanidad. Despojándose de todo lo superfluo fue llenándose de lo esencial. Así, al término de sus días en la tierra, su encuentro final con Jesús fue al mismo tiempo una invitación a entrar, con el corazón ya listo, al Reino de los Cielos.


¡Les dejamos la película completa para que se animen a verla! 🙂