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Muro de Berlín, una reflexión personal

El muro, sin duda, fue símbolo de la debilidad del totalitarismo y del fracaso del comunismo soviético.

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Tuve la oportunidad de vivir en la llamada Berlín Occidental durante unos diez años, mientras existía el muro que circundaba la ciudad. Esta metrópolis de dos millones de habitantes era una isla, símbolo del capitalismo, en mitad de la República Democrática Alemana (RDA), que a su vez era un país que hacía parte del bloque soviético de Europa Oriental.

La reseña histórica del muro, consiste en cuatro etapas. Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, los aliados dividieron Alemania en cuatro sectores de ocupación (americano, británico, francés y soviético).

Los tres aliados occidentales constituyeron la República Federal, y la Unión Soviética incorporó en su esfera de influencia a la RDA bajo un régimen comunista. En el mismo sentido, se dividió Berlín, la antigua capital en los mismos cuatro sectores. En el auge de la guerra fría, y frente a la migración de miles de alemanes del lado soviético al lado occidental, la RDA y la Unión Soviética cerraron las fronteras y decidieron la construcción del muro para evitar el desangre.

Esta separación de familias y de oportunidades duró desde 1961 hasta 1989. Por mi lado, esos 10 años en Berlín Occidental implicaron que el muro era simplemente una realidad del día a día. Con pasaporte colombiano, tenía la oportunidad de cruzar hacia la otra Berlín, y observar las despedidas con lágrimas de familiares y amigos.

El muro, sin embargo, era parte de la cotidianidad de una verdad que nunca pensé que podría cambiar. Algo tan incomprensible y tan irreal, se había convertido en algo aceptado y común. Sin embargo, en 1989 ante la crisis del comunismo europeo, cae el muro y un año después se unifican las dos Alemanias. Berlín, ya una ciudad única de nuevo, vuelve a ser la capital y si bien la unificación no ha sido fácil, la barrera física desapareció.

El muro, sin duda, fue símbolo de la debilidad del totalitarismo y del fracaso del comunismo soviético. Pero tampoco se debe olvidar que su origen fue el fascismo que gobernó a Alemania, e instauró un régimen racista, cruel y que llevó a Europa a una guerra destructora e inhumana. Lo grave e incomprensible de la actualidad, es que partidos políticos que representan hoy precisamente ese nacionalismo y racismo, así como la exclusión y la intolerancia, están cobrando mucho fuerza en Europa.

Esa corriente política se está expandiendo en España, Holanda, Francia, y gobernando en Italia y Suecia, entre otros. Ni hablar de la tendencia creciente precisamente en la Europa Oriental del antiguo régimen soviético. Y aun menos comprensible, en esa Alemania que sufrió las consecuencias del fascismo extremo, hoy la extrema derecha es la segunda fuerza política en varias regiones del país.

Aquel muro, que nunca pensé que pudiera desaparecer, se logró tumbar con valentía y por el amor a la libertad y a la democracia.

Hoy, ese muro vuelve aparecer, tal vez no físicamente pero en la mente de aquellos Europeos y Alemanes que no vivieron la tristeza y desolación de la guerra y de la separación que representó aquella barrera durante casi tres décadas.

Rafael Herz
Analista
rsherz@hotmail.com

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