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Neel Burton M.D.
Neel Burton M.D.

¿Cuál es el significado de la vida?

El significado de la vida es el que elegimos darle

Pixabay
Fuente: Pixabay

La pregunta del significado de la vida es tal vez una que preferiríamos no hacernos por temor a no encontrar una respuesta.

Aún hoy, hay muchas personas que creen que nosotros, la humanidad, somos la creación de una entidad sobrenatural llamada Dios, y que Dios tuvo un propósito inteligente al crearnos y que este propósito inteligente es “el significado de la vida”.

No propongo que repasemos los muchos argumentos a favor y en contra de la existencia de Dios y mucho menos que elijamos un lado. Pero incluso si Dios existe, e incluso si tuviera un propósito inteligente al crearnos, nadie sabe realmente cuál podría ser este propósito ni que sea particularmente significativo.

La Segunda Ley de la Termodinámica dice que la entropía de un sistema cerrado como lo es el universo incrementa hasta el punto en el que se logra un equilibrio, y el propósito de Dios al crearnos a nosotros, y, en efecto, a toda la naturaleza, podría haber sido simple y llanamente catalizar este proceso de la misma manera en la que los organismos de tierra catalizan la descomposición de materia orgánica.

Si nuestro propósito, dado por Dios, es actuar como disipadores de calor súper eficientes, entonces no tener ningún propósito es mejor que tener ese tipo de propósito, porque nos libera para ser los autores de nuestro propósito o propósitos y así llevar vidas verdaderamente dignas y significativas.

De hecho, no tener ningún propósito en absoluto es mejor que tener algún tipo de propósito predeterminado o incluso propósitos más tradicionales como servir a Dios o mejorar nuestro karma.

En breve, incluso si Dios existiera, e incluso si tuviera un propósito inteligente al crearnos (y, ¿por qué debería?), no sabemos cuál podría ser ese propósito y sea el que sea, preferiríamos poder dejarlo de lado, o al menos, ignorarlo o descartarlo. Ya que, al menos de que podamos ser libres para volvernos los autores de nuestro propósito o propósitos, nuestras vidas podrían tener, en el peor de los casos, ningún propósito, y en el mejor de los casos solo un propósito potencialmente trivial e incomprensible que nosotros no elegimos.

Podríamos objetar que no tener un propósito predeterminado en realidad es no tener ningún propósito en absoluto. Pero esto es creer que para que algo tenga propósito tiene que haber sido creado con este propósito particular en mente y, además, que nunca debe dejar de servir ese propósito original.

Hace algunos años visité los viñedos de Châteauneuf-du-Pape al sur de Francia. Una tarde, recogí una piedra redonda llamada galet que me llevé de vuelta a Oxford y le di un buen uso como sujetalibros.

En los viñedos de Châteauneuf-du-Pape, estas piedras sirven para capturar el calor del sol y soltarlo de vuelta durante las noches frías, lo que ayuda a que las uvas de piel gruesa maduren. Por supuesto que estas piedras no fueron creadas con ese o algún otro propósito en mente. Incluso si hubieran sido creadas para un propósito, sin duda no fue para hacer un gran vino o servir de sujetalibros.

Durante esa misma tarde durante la cena, logré que mis amigos hicieran una prueba a ciegas de una botella de Bordeaux. Para disfrazar la botella la oculté dentro de un calcetín. A diferencia del galet, el calcetín había sido creado con un propósito claro en mente, aunque uno muy distinto (aunque no completamente incompatible con) al que asumió durante esa alegre velada.

Tal vez queramos objetar que hablar sobre el significado de la vida no tiene caso porque la vida es solamente un preludio a algún tipo de vida eterna y esto, si queremos, es su propósito.

Pero, se me ocurren al menos cuatro argumentos en contra de esta posición:

  • No está para nada claro que exista o pueda existir algún tipo de vida eterna que represente la supervivencia del ego personal.
  • Incluso si pudiera haber y hubiera algo como una vida eterna, vivir para siempre en sí no es un propósito. El concepto de la vida después de la muerte simplemente cambia el problema de lugar, rogando la pregunta: ¿cuál es el propósito de la vida eterna? Y si la vida eterna tiene un propósito predeterminado, de nuevo, no sabemos cuál es, y, sea el que sea, preferiríamos no tenerlo.
  • Apoyarse en una vida eterna no solo pospone la pregunta del propósito de la vida, sino que nos disuade o al menos nos desalienta de determinar un propósito o propósitos para lo que podría ser la única vida que sí tenemos.
  • Si es la brevedad o finitud de la vida humana la que le da su forma y propósito (un argumento asociado con el filósofo Bernard Williams), entonces una vida eterna no puede, en sí, tener algún propósito.

Así que, ya sea que exista Dios o no, ya sea que nos diera un propósito o no, y ya sea que tengamos una vida eterna después de la muerte, nos iría mejor creando nuestro propio propósito o propósitos.

Para ponerlo en términos de Sartre (existencialistas) mientras que para el galet es cierto que la existencia precede la esencia, para el calcetín es cierto tanto que la esencia precede la existencia (cuando el calcetín se usa en un pie humano) y que la existencia precede la esencia (cuando el calcetín se utiliza para un propósito no planeado, por ejemplo, como cobertor de botellas). Nosotros, los seres humanos somos ya sea la roca o el calcetín, pero sin importar a cuál nos parezcamos, es mejor para nosotros crear nuestro propio propósito.

Platón alguna vez definió al hombre como un animal bípedo y temerario de uñas amplias (excluyendo así a los pollos desplumados); pero dio otra definición mucho mejor: “un ser en busca de significado”.

La vida humana puede no haber sido creada con algún propósito predeterminado, pero esto no tiene por qué significar que no pueda tener un propósito, o que este propósito no pueda ser tan bueno, si no es que mucho mejor, que cualquier propósito predeterminado.

Y entonces, el significado de la vida, de nuestra vida, es el que decidamos darle.

Pero, ¿cómo elegimos?

En El hombre en busca de significado, el psiquiatra y neurólogo Viktor Frankl escribió sobre su calvario en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.

De manera interesante, Frankl encontró que aquellos que sobrevivían por más tiempo en los campos de concentración no eran los más fuertes físicamente, sino aquellos que retenían un sentido de control sobre su ambiente.

Observó:

Quienes vivíamos en campos de concentración podemos recordar a los hombres que iban de choza en choza reconfortando a los demás, regalando su último pedazo de pan. Tal vez eran pocos, pero ofrecen evidencia suficiente de que se le puede quitar todo a un hombre excepto una cosa: la última de las libertades humanas, elegir la propia actitud ante un conjunto de circunstancias, elegir el camino propio.

El mensaje de Frankl es, a fin de cuentas, uno de esperanza: incluso en las circunstancias más absurdas, dolorosas y desalentadoras, todavía podemos darle significado a la vida.

La vida en un campo de concentración le enseñó a Frankl que nuestro principal impulso o motivación en la vida no es el placer, como creía Freud, ni el poder, como creía Adler, sino el significado.

Después de su liberación, Frankl fundó la escuela de logoterapia (del Griego logos que significa “razón” o “principio”), que a veces se conoce como la “Tercera escuela vienesa de psicoterapia” por haber aparecido después de las de Freud y Adler. El objetivo de la logoterapia es llevar a cabo un análisis existencial de la persona y, al hacerlo, ayudarle a descubrir o revelar el significado de su vida.

De acuerdo con Frankl, el significado se puede encontrar mediante:

  1. Experimentar una realidad interactuando auténticamente con el ambiente y con los demás.
  2. Devolverle algo al mundo a través de la creatividad y autoexpresión, y
  3. Cambiar nuestra actitud cuando nos enfrentamos a una situación o circunstancia que no podemos cambiar.

"El punto," decía Frankl, “no es lo que esperamos de la vida, sino lo que la vida espera de nosotros.”

Neel Burton es autor de Creciendo con depresión, El cielo y el infierno, la psicología de las emociones, y otros libros.

A version of this article originally appeared in Inglés.

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Acerca de
Neel Burton M.D.

Médico Neel Burton, es psiquiatra, filósofo y escritor. Vive y enseña en Oxford, Inglaterra.

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