Las plumas más apreciadas

El quetzal, el ave sagrada de mayas y aztecas

En la antigua Mesoamérica existían cazadores profesionales que capturaban vivos a los quetzales para comercializar su bello plumaje, con el que se elaboraban espléndidos tocados.

Un quetzal macho vuela en las selvas de Costa Rica luciendo su hermoso plumaje verde y rojo, tan apreciado por mayas y aztecas.

Un quetzal macho vuela en las selvas de Costa Rica luciendo su hermoso plumaje verde y rojo, tan apreciado por mayas y aztecas.

Un quetzal macho vuela en las selvas de Costa Rica luciendo su hermoso plumaje verde y rojo, tan apreciado por mayas y aztecas.

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El quetzal es una de las aves más hermosas del continente americano y un pájaro sagrado para todas las culturas mesoamericanas, porque en este animal se funden el cielo y la tierra. El quetzal no posee la envergadura del cóndor andino ni la potencia del águila, pero su belleza le hizo objeto de deseo entre la nobleza mesoamericana, y la iridiscencia de sus plumas alimentó mitos y dioses.

El quetzal, según fray Bernardino de Sahagún, cronista español del siglo XVI, "tiene plumas muy ricas y de diversos colores; el pico agudo y amarillo, y [...] un tocado en la cabeza, de pluma, como cresta de gallo [...]. Las plumas que crían en la cola se llaman quezalli [y] son muy verdes y resplandecientes [...] y toda la espalda tiene las plumas verdes muy resplandecientes".

Cuando la neblina de los tupidos bosques se levanta, con suerte se puede observar a estas aves alimentándose de aguacates silvestres o realizando maniobras de cortejo, dejando en el cielo coloridas estelas de plumas. Fue tal vez en ese mágico instante cuando los antiguos mesoamericanos quedaron hechizados y vieron en esta ave la reencarnación de uno de sus dioses más antiguos: Quetzalcóatl para los aztecas o Kukulkán para los mayas.

Los antiguos mesoamericanos quedaron hechizados por esta hermosa ave y vieron en ella la reencarnación de uno de sus dioses más antiguos: Quetzalcóatl.

Vista de una de las caras del templo de Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, en el sitio arqueológico de Teotihuacán (México).

Vista de una de las caras del templo de Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, en el sitio arqueológico de Teotihuacán (México).

Vista de una de las caras del templo de Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, en el sitio arqueológico de Teotihuacán (México).

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Quetzalcóatl o Kukulkán, la serpiente emplumada, era el dios protector que sacrificó su sangre por los hombres, para darles la vida, regalarles la agricultura, el fuego y la escritura. Este dios benévolo sufrió tentaciones y cayó en desgracia. Desapareció en el cielo como estrella matutina –el planeta Venus– y prometió regresar algún día por el Este.

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Las plumas más deseadas

Desde el principio de los tiempos, los pueblos originarios de Mesoamérica (la región cultural que comprende México y América Central) sucumbieron a la belleza de esta ave prodigiosa, cuyos machos están provistos de cuatro plumas caudales de 90 centímetros de largo.

Con estas largas plumas se confeccionaban penachos exclusivos para las élites mesoamericanas: reyes, sacerdotes y guerreros lucieron estos tocados, e incluso la palabra "quetzal" formó parte de los nombres de algunos gobernantes, como Quetzal Jaguar I (K’uk Balam), fundador de la dinastía de Palenque.

Reyes, sacerdotes y guerreros lucieron estos tocados, e incluso la palabra "quetzal" formó parte de los nombres de algunos gobernantes.

Representación del tlatoani azteca Moctezuma, que sostiene un penacho elaborado con plumas de quetzal.

Representación del tlatoani azteca Moctezuma, que sostiene un penacho elaborado con plumas de quetzal.

Representación del tlatoani azteca Moctezuma, que sostiene un penacho elaborado con plumas de quetzal.

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El tráfico de estas plumas originó un comercio de lujo controlado por los pochtecas o comerciantes de larga distancia, y de su elaboración se encargaron los amantecas, unos artesanos especializados en confeccionar elementos con plumas. Los quetzales eran tan preciados que cazarlos sin permiso se pagaba con la vida.

Los mesoamericanos pronto comprobaron que la reproducción de esta ave en cautividad era muy complicada, tal como expresa la Relación de Guatemala, del siglo XVI: "Imposible criarlos, ni en jaula ni de otra manera, aunque se ha probado, porque ni quieren comer ni reposar". Por eso los aztecas enviaban a sus mejores cazadores a los bosques tropicales de Guatemala, para que los atraparan sin estropear las preciadas plumas.

"Imposible criarlos, ni en jaula ni de otra manera, aunque se ha probado, porque ni quieren comer ni reposar", decían las crónicas españolas sobre la cría del quetzal.

Quetzal posado en una rama. Destacan sus largas plumas caudales, las preferidas por mayas y aztecas para elaborar tocados.

Quetzal posado en una rama. Destacan sus largas plumas caudales, las preferidas por mayas y aztecas para elaborar tocados.

Quetzal posado en una rama. Destacan sus largas plumas caudales, las preferidas por mayas y aztecas para elaborar tocados.

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"Esta granjería de las plumas es muy costosa y trabajosa, y aun peligrosa para los indios, porque, demás de gastar muchos días en caminos y en esperar la caza, muchas veces caen de los árboles y se quiebran piernas y brazos, y algunas veces mueren [...]. Habían de dejar el trepar para los monos, que se ayudan de la cola que Dios les dio como cuerda para colgarse dellas, y dejarían a estas pobres y hermosas aves gozar de su librea verde y dorada".

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Una vez localizados los pájaros "aguárdanlos cuando están en los nidos y cógenlos dentro, y pélanlas a las tristes todo el cuerpo y cola, salvo los cuchillos de las alas, y ansí las envían en camisa [a las aves]". También había árboles con nidos de quetzal que, sin duda, pertenecían o al rey o a algún noble.

En este caso, los pájaros se cazaban "con varas o cuerdas de liga, las cuales ponen en los bebederos, o en los árboles donde tiene el pájaro su comida, que es una frutilla conocida de los indios. Y estos árboles y bebederos son de indios particulares y se venden y heredan".

Los quetzales se cazaban "con varas o cuerdas de liga, las cuales ponen en los bebederos, o en los árboles donde tiene el pájaro su comida".

Relieves con representaciones de quetzales en el palacio de Quetzalpapalotl, en Teotihuacán (México).

Relieves con representaciones de quetzales en el palacio de Quetzalpapalotl, en Teotihuacán (México).

Relieves con representaciones de quetzales en el palacio de Quetzalpapalotl, en Teotihuacán (México).

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En la actualidad, el quetzal está considerado una especie en peligro. El problema de su conservación no radica solo en la caza furtiva y su comercio ilegal, sino también en la deforestación de su hábitat. Si no se remedia, tan solo quedará la memoria de esta espléndida ave en los antiguos libros y piedras mesoamericanos o en la bandera y la moneda de Guatemala que, en 1871, la declaró ave nacional.