Matteo Ricci, el jesuita aventurero - Grupo Milenio
Cultura

Matteo Ricci, el jesuita aventurero

Casta diva | Opinión

A partir de la historia real de un misionero, la obra dirigida por Luis de Tavira y Jorge A. Vargas denuncia la podredumbre social de México actual.

La palabra debe ser acción, la fe debe transformar, es decir, cambiar nuestra forma de estar y comprender el mundo. En el paso del Renacimiento al Barroco, había una obsesión por la creación y la divulgación del conocimiento, el debate entre las ideas de los filósofos de la antigüedad, la ciencia y la religión daban forma al pensamiento.

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Matteo Ricci (1552-1610) fue un sacerdote jesuita, un aventurero que desde muy joven decidió conocer el mundo, desde lo humano y lo natural. La religión fue un vehículo para alcanzar la erudición, convertirse en un sabio, lingüista, investigador, matemático, cartógrafo y educador. Asumiendo el peligro y la enfermedad como parte de su camino, llegó a la India, se estableció en China durante la dinastía Ming, aprendió a escribir y hablar en mandarín, organizó los ideogramas, es autor de libros en chino. Su misión de evangelización no fue invasiva, fue desde la integración en el conocimiento del otro.

Retrato de Matteo Ricci. (Museo de las Artes de Macao)
Retrato de Matteo Ricci. (Museo de las Artes de Macao)

En el Teatro de las Artes del CNA, se presenta la obra Matteo Ricci inspirada en la biografía del jesuita, dirigida por Luis de Tavira y Jorge A. Vargas, escrita por ellos y José Ramón Enríquez y José María de Tavira.

La obra es llevada con un relato paralelo del asesinato de los sacerdotes jesuitas en la Sierra Tarahumara, Cerocahui, Chihuahua, establece la fatalidad de ser misioneros. Nos hace pensar que nuestra sociedad vive una barbarie retrógrada, porque este asesinato es consecuencia de la putrefacción social, no de un choque religioso.

Es una biografía dramatizada con una profunda investigación histórica. En tiempos tan banales es necesario ver una obra con ese alcance filosófico, porque las ideas de Ricci y sus obras siguen vigentes.

La puesta en escena multimedia está claramente inspirada en las obras y puestas en escena de William Kentridge, que utiliza con gran maestría la tecnología como herramienta para el arte. Proyecciones de video especialmente realizados, música en vivo, máscaras, títeres y muñecos. Las marionetas son personajes, van más allá del objeto teatral, con rostros, el mecanismo es hermoso, ver cómo las accionan hace que la narrativa sea una caja mágica. Los videos ilustran, crean contexto, y muchos de ellos están realizados con grabados antiguos, son una obra en sí mismos. El vestuario es espléndido, los pliegues de las telas evocan los grabados y las tintas realizadas durante la dinastía Ming.

Los actores tienen un gran manejo corporal y coreográfico, las muertes y desvanecimientos, con el canon barroco del Descendimiento de la Cruz. Los coros cantando son un narrador como en la tragedia griega. La música y los efectos de ambientación y audio en vivo marcan el ritmo, acentúan los hechos, son de los aspectos más logrados de la obra.

Es un gran espectáculo, es inusual verlo con este contenido, hoy que la palabra fe esta pervertida, que el conocimiento es peligroso y es perseguido, dar vida a un sabio como Ricci, regresa al arte a su verdadera esencia.

AQ

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Avelina Lésper
  • Avelina Lésper
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