Azor�n - Vida y Obras

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Azor�n - Vida y Obras

(comp.) Justo Fern�ndez L�pez

Historia de la literatura espa�ola

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Jos� Mart�nez Ruiz - "Azor�n" (1873-1967)

BIOGRAF�A

Jos� Mart�nez Ruiz, alias "Azor�n" (1873-1967), ensayista, novelista, autor de teatro y cr�tico, naci� en Mon�var (Alicante). Estudi� leyes en Valencia y march� luego a Madrid para dedicarse al periodismo. A partir de 1905 toma el seud�nimo de �Azor�n�. Antes ya hab�a escrito bajo el seud�nimo de �C�ndido� y de �Ahriman".

No es el autor m�s importante de la generaci�n del 98, pero s� el m�s representativo. Su biograf�a, como la sencillez de su persona, es pobre en incidentes. Se cri� en el mediterr�neo levantino. Trajo a Madrid consigo la herencia griego-�rabe de Levante.

Trabaj� activamente en pol�tica durante los primeros a�os de su carrera. En Madrid se dedica a la bohemia y al trato con anarquistas y con izquierdas radicales. Luego se fue haciendo cada vez m�s republicano, para terminar siendo mon�rquico conservador a su muerte.

El joven escritor hac�a gala de un nihilismo existencial y una simpat�a por el anarquismo, ideolog�a que no s�lo defendi� p�blica y brillantemente desde estas colaboraciones period�sticas, sino tambi�n a trav�s de la traducci�n de algunos de los textos m�s extremistas de Kropotkin.

Su progresiva tendencia hacia el conservadurismo en pol�tica no se produjo sin cierta ambivalencia: inquietud por la salud p�blica del pa�s y, al mismo tiempo, manifiesta necesidad de arrimarse a quienes ostentaban el poder y garantizaban la seguridad.

As� tras haber proclamado primero su afinidad hacia la dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930), al venir la II Rep�blica se mostr� abiertamente republicano. Durante la Guerra Civil (1936-1939) vivi� c�modamente exiliado en Par�s. Y a su regreso a Espa�a al finalizar la contienda fratricida, se declar� nacionalista y se constituy�, a partir de entonces, en un punto de referencia obligado para los intelectuales conservadores.

Uno de los primeros mentores de la obra de "Azor�n" fue el tambi�n levantino novelista Vicente Blasco Ib��ez (1867-1928), quien, desde su cargo de director del diario El pueblo, brind� al joven escritor alicantino la oportunidad de difundir sus art�culos iniciales (firmados, en aquellos albores de su carrera period�stica, tambi�n con el pseud�nimo de "Ahrim�n").

Public� sus primeros trabajos period�sticos en medios tan radicales como los rotativos y revistas de clara adscripci�n republicana El Pa�s, El Progreso, Arte Joven, Revista Nueva y Juventud.

Siempre fue un t�pico hombre de peque�a ciudad de provincia. Su seud�nimo significa �azor�, ave fina, inquisitiva. Alguno lo asocian con el verbo �azorarse�, pensando en su interior t�mido y reconcentrado. Frente al Unamuno vociferante, Azor�n es el silencioso; frente al Valle-Incl�n teatral, Azor�n es el sencillo.

Su biograf�a ser�a una antolog�a de sus libros que en el fondo son una colecci�n de emociones ante paisaje, cosas, libros. Surgi� a contrapelo de la sociedad de su tiempo y termin� reconcili�ndose con ella. No le distinguen las virtudes heroicas y se caracteriz� toda su vida por su sencillez.

Fue uno de los escritores que a comienzos del siglo XX luch� por el renacimiento de la literatura espa�ola. Fue el propio Azor�n quien bautiz� a este grupo con el nombre de generaci�n del 98, como se le conoce en la actualidad. Fue el m�ximo representante de la generaci�n del 98, movimiento literario que �l defini�, conceptualiz� y defendi�.

La evoluci�n hacia posturas m�s conservadoras que fue experimentando en su ideolog�a se hizo patente en sus escritos literarios y period�sticos. Del anarquismo radical y el nihilismo existencialista de Nietzsche y Schopenhauer, "Azor�n" pas� a llevar una vida tranquila y sosegada, de escritor sereno, preciso y met�dico, y a introducirse poco a poco en la pol�tica espa�ola conservadora.

AZOR�N Y SU IMPORTANCIA PARA EL 98

La obra y la persona de Azor�n son fundamentales para comprender la mentalidad de los hombres del 98. Azor�n es el 98. Todas las caracter�sticas de esta generaci�n coinciden en su persona y en su obra. Es el escritor que con m�s contundencia reacciona contra la prosa, la vaciedad literaria, la grandilocuencia y el hero�smo del XIX.

Azor�n es una figura esencialmente literaria. Su desd�n por las formas heroicas del XIX le llevan a buscar lo cotidiano, lo sencillo, los �primores de lo vulgar�, lo peque�o. En este sentido representa la autenticidad que tanto buscaban los autores del 98, frente a la inautenticidad triunfalista del XIX. Azor�n dio el nombre al 98 y su obra fue la realizaci�n exacta del programa de toda esta generaci�n.

IDEARIO DE AZOR�N

El tema dominante de sus escritos es la eternidad y la continuidad, simbolizadas en las costumbres ancestrales de los campesinos, la preocupaci�n por la identidad nacional, la contemplaci�n emotiva del paisaje del interior de la Pen�nsula y la constante meditaci�n sobre el c�clico fluir del tiempo (ecos nietzscheanos del "eterno retorno"). Su m�xima: "Vivir es volver a ver".

A pesar de ciertas veleidades pol�ticas, Azor�n es ante todo un temperamento contemplativo. Su capacidad es la sensibilidad, la capacidad de percibir el valor emotivo y po�tico de las cosas. No es apasionado y tormentoso (o atormentado) como Unamuno, sino de esp�ritu fino y delicado. Ve los sutiles matices de todo y sabe destacar el profundo sentido humano de las cosas peque�as. Su fuerte es el gusto por lo peque�o, lo cotidiano. Desprecia las formas heroicas, por eso su gusto por Nietsche al principio es dif�cilmente comprensible. Su obra tiene m�s paralelos con el poeta austriaco Rainer Maria Rilke (1875-1926): sentido del tiempo y de la muerte, gusto por las cosas vivas y no por ideas o por creaciones al estilo de Unamuno. 

Azor�n tiene ojos de pintor y alma de intelectual. En �l predomina lo visual como buen hombre levantino. Sus descripciones y visiones son exclusivamente pl�sticas. Su sensibilidad es la del hombre cultivado y educado. Es una sensibilidad delicada con dos vertientes: la est�tica y la moral. Es decir, su est�tica est� dirigida por ciertas ideas. Elimina de las cosas todas las notas excesivas y recompone la realidad de forma enumerativa, catalogando los pormenores.

Espa�a: Sus ideas sobre Espa�a son las del 98. Primero ataca a la tradici�n espa�ola. Pero luego se esforz� por comprender y valorar la tradici�n nacional. Pronto abandona la idea de la europeizaci�n de Espa�a t�pica de los regeneracionistas. En esto es como Unamuno, que postulaba una �iberizaci�n de Europa�, pero exigir�, contra Unamuno �un lazo sutil que nos una a Europa�.

Moral: La moral de Azor�n surge de su amable escepticismo al estilo de Michel Eyquem de Montaigne (1533-1592), escritor franc�s que introdujo por primera vez el ensayo como forma literaria: bondad, comprensi�n, tolerancia, todo sin trasfondo metaf�sico ni religioso. Cree en el progreso (contra Unamuno), pero no en el progreso material, sino en el �de las sensibilidades�. El ideal humano es cuesti�n de sensibilidad. �La ilusi�n es la verdad m�s alta, porque nos sostiene y nos consuela�. Al final de su vida habl� de su �catolicismo firme, limpio y tranquilo y con ideas justas, firmes, serenas, ortodoxas y espa�ol�simas�. Muri� siendo condecorado por el ministro de Informaci�n bajo la dictadura franquista.

El tiempo: A veces recuerda Azor�n a San Agust�n en su preocupaci�n por inquirir qu� es el tiempo. �A saber lo que es el tiempo he dedicado grandes meditaciones�. En las Confesiones de un peque�o fil�sofo (1904) nos cuenta sus recuerdos de la infancia, lo que explica su obsesi�n por el tiempo: En un peque�o pueblo �donde sobraban las horas�, se le amonestaba siempre porque �llegaba tarde�. Azor�n se preguntaba: �Por qu� y para qu� es tarde? �Qu� empresa vamos a realizar que nos exige contar los minutos? No lo s�, pero os aseguro que esta idea de que siempre es tarde es la idea fundamental de mi vida�.

En su obra el recuerdo de lo que desapareci� ocupa un lugar primordial. En esto recuerda a Unamuno, cuyo tema fue siempre tambi�n la p�rdida de la ni�ez, de un estado paradis�aco, donde no hab�a preocupaci�n por el tiempo: eternidad contraria a la historia, inmortalidad contra muerte. �Del pasado dichoso solamente podemos conservar el recuerdo, la fragancia del vaso�.

Para Azor�n, tiempo es dolor. Podemos verlo en su ensayo Una ciudad y un balc�n. En �l describe Azor�n un pueblecito, evocando diversos tiempos hist�ricos: La �poca del siglo XV, en que conviv�an lo pintoresco medieval con las ansias expansivas y renacentistas del Nuevo Mundo. El ensayo est� contenido en su libro Castilla (1912), donde tambi�n podemos leer su estupendo trabajo Las nubes.

La tragedia y la emoci�n del tiempo es el Leitmotiv, el asunto que se repite en la obra de Azor�n. Junto a la idea de la caducidad de lo terreno, tenemos tambi�n la de la absoluta inmutabilidad. �Desaparecen los hombres, pero permanece lo humano�. Hay una realidad universal y eterna, que enlaza pasado, presente y futuro. �Lo fugitivo permanece y dura�. Como dec�a Unamuno, �todo queda pasando� y para Antonio Machado, �todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar�. En el fondo hay siempre continuidad hist�rica.

Todo pasa y acaba en la vida: los grandes hombres, las grandes acciones, las grandes pasiones; en cambio, el tejido oscuro de las peque�eces y las vulgaridades que forma el fondo de la vida diaria, se repite constantemente igual, y s�lo en �l encontramos el lazo permanente que une a todos los hombres de todos los tiempos.

La abulia o el fallo de la voluntad: Esta es una constante tambi�n en la concepci�n del mundo de Azor�n. El fallo de la voluntad y la atomizaci�n del tiempo llevan a la crisis de la voluntad, t�pica de los h�roes tempranos de Azor�n. Esa desilusi�n, ese escepticismo y abulia son el reflejo del ambiente nacional de los hombres del 98. Su novela La voluntad es la novela del 98, la novela de la abulia y el fracaso.

ESTILO Y T�CNICA LITERARIA DE AZOR�N

Azor�n introdujo un estilo nuevo y vigoroso en la prosa espa�ola. La meta de Azor�n es percibir �lo substantivo de la vida� a trav�s del detalle, del pormenor. Su inter�s gravita no en los grandes hechos espectaculares, sino en lo nimio, lo minucioso e insignificante, que por sernos habitual nos pasa desapercibido. Pero no cultiva un realismo fotogr�fico, sino que busca la profunda significaci�n del detalle en casa cosa.

Es su t�cnica impresionista: buscar a trav�s de la sensaci�n la �ntima realidad de las cosas. Por eso sus descripciones est�n animadas de tierna emoci�n y de delicadeza.

Sencillez, claridad y precisi�n son las cualidades principales de su estilo. Su estilo es sencillo, sin las vaguedades grandilocuentes del XIX. Tiene gran expresividad y exactitud. Su estilo tiene fluidez y l�mpida trasparencia.

La elegancia es la sencillez. No seamos afectados. Los hechos narrados sencillamente llegan m�s a nuestra sensibilidad que los grandes superlativos. Colocad una cosa despu�s de otra. Nada m�s y nada menos. Esto es todo.

Azor�n comenz� a escribir en castellano con estructura sint�ctica francesa. Sus primeros escritos parecen traducciones literales del franc�s. As� descubri� el valor de la frase corta. Una de sus caracter�sticas es la puntuaci�n: Rompe frases largas mediante puntos, incluyendo en la frase siguiente la conjunci�n o el adverbio. En la distribuci�n del punto radica el estilo de Azor�n y su secreto. As� se opone a la prosa declamatoria del XIX; por otra parte, sin embargo, quita as� al idioma sus posibilidades m�ximas de expresi�n. Su prosa corresponde a su mentalidad fragmentaria y minuciosa. Su lenguaje es m�s parat�ctico que sint�ctico. La sintaxis de Azor�n es simple, con predominio de oraciones yuxtapuestas; evita la subordinaci�n.

Para Azor�n, en la realidad no se dan los elementos en s�ntesis, sino descompuestos y est�ticos, sin movimiento de conjunto. Su prosa no es pel�cula, sino una serie de fotogramas: impresionismo. Lector de Nietzsche, no tuvo el fil�sofo alem�n influencia alguna en su estilo. Azor�n admiraba, por ejemplo, m�s el estilo del Discurso del M�todo (1637) del fil�sofo, cient�fico y matem�tico franc�s Ren� Descartes (1596-1650). 

La sensaci�n que deja su prosa es de pulcritud. Su l�xico est� lleno de neologismos y t�rminos arcaicos como en Unamuno, pero usados con gran tacto. Su l�xico es muy rico. Fue el escritor que m�s arca�smos introdujo en el espa�ol contempor�neo. Su estilo enriqueci� la prosa castellana.

LA OBRA DE AZOR�N

Azor�n tent� la totalidad de los g�neros literarios en prosa. Es cr�tico, ensayista, periodista, viajero, novelista, dramaturgo y memorialista.

AZOR�N CR�TICO LITERARIO

Sus p�ginas cr�ticas m�s logradas quiz�s sean las que hacen una interpretaci�n original de los cl�sicos espa�oles. Azor�n intenta expresar las impresiones que en �l producen la lectura de los cl�sicos. Ha demostrado que vale m�s �acercarse a los cl�sicos por deleite que por erudici�n�. Sus comentarios tienden a destacar el �esp�ritu y ambiente de la obra�. Sus estudios literarios se perfilan como una manifestaci�n sui generis de la denominada "cr�tica impresionista".

Azor�n fue uno de los principales responsables de la resurrecci�n de los cl�sicos en el siglo XX, tanto en los grupos elitistas de cultura como en las capas populares del espectro social.

La cr�tica literaria en Espa�a (1893)

Esta obra puso de manifiesto no s�lo sus extensos conocimientos acerca de las Letras hisp�nicas de todos los tiempos, sino tambi�n una extraordinaria capacidad para la observaci�n sutil de los detalles literarios y biogr�ficos m�s inadvertidos.

Los anarquista literarios (1895)

Sus lecturas y traducciones de los textos del pensador anarquista ruso Piotr Alex�ievich Kropotkin (1842-1921) le inspiraron esta obra que, sumada al contenido radical de los art�culos de Azor�n publicados por aquellos a�os en los rotativos m�s progresistas del pa�s, contribuy� a fijar la imagen de un escritor airado y extremista, si bien es cierto que pronto encauzado hacia ese anhelo de regeneraci�n nacional que aglutinar�a a los autores de la por �l denominada "Generaci�n del 98".

Buscapi�s (1894)

Estas dos primeras obras precoces vieron la luz bajo los pseud�nimos de "C�ndido" �alusivo al personaje universal de Voltaire� y "Ahrim�n".

La ruta de don Quijote (1905)

Lecturas espa�olas (1912)

Cl�sicos y modernos (1913)

Los valores literarios (1914)

Al margen de los cl�sicos (1915)

El licenciado Vidriera (1916)

 M�s tarde se llamar� Tom�s Rueda)

Rivas y Larra (1916)

Los dos Luises (1921)

De Granada y Castelar (1922)

AZOR�N PAISAJISTA

Azor�n dedic� sus mejores obras a analizar el paisaje y el alma de Espa�a, temas preferidos por los hombres del 98. Pocos como Azor�n han sabido ver la profundidad y belleza de la inmensa llanura castellana, ni saber describir con tanta emoci�n los pueblecitos castellanos en los que parece haberse detenido la historia desde hace siglos.

�Costa (el regeneracionista), el paisaje espa�ol y los cl�sicos castellanos me han formado�. A Azor�n se debe la reconciliaci�n de los espa�oles con sus cl�sicos. Cuando Espa�a pierde sus �ltimas colonias de ultramar en el 1898, tiene Azor�n 26 a�os. La situaci�n pol�tica de aquel tiempo le impresion�. El autor que m�s le influy� entonces fue el escritor rom�ntico y periodista Mariano Jos� de Larra (1809-1837), primer �noventayochista� del XIX. Ser sucesor de Larra fue una meta para Azor�n.

Nadie describi� ni cant� tan apasionadamente el p�ramo castellano como Azor�n. La descripci�n del paisaje castellano fue una de sus pasiones, junto con la descripci�n de la historia de Espa�a. En la historia y descripci�n de tipos espa�oles busca Azor�n lo que no cambia, lo cotidiano que siempre permanece en el cambio de las cosas. Ve el presente dependiendo del pasado. Le interesa lo �que siempre ha sido�. �La vida es retorno, lo que vive vuelve otra vez; pues lo que no vuelve, no tiene vida�, lo que nos recuerda el �eterno retorno� nietzscheano.

As� resuelve Azor�n el problema del tiempo que tanto le preocupaba. Todo pasa, pero hay algo que siempre se repite, eso es lo que queda siempre. Eso que queda es lo cotidiano, lo nimio, lo sin importancia, lo acostumbrado. Todo lo que pertenece a la vida cotidiana de los hombres de todos los tiempos y que pertenece a la existencia humana; no las grandes acciones individuales que hoy son admiradas y ma�ana nadie se acuerda de ellas. Para Azor�n, lo grandioso, tr�gico, heroico y genial son solamente excepciones, lo esencialmente humano es lo constante de lo cotidiano, lo acostumbrado. Lo acostumbrado es lo que retorna del pasado, es lo que queda, lo que, como dec�a Unamuno, �pasa y queda y que se queda al lado y no se muda�.

Su esp�ritu triste, en el fondo, procede de la sensaci�n de que todo pasa, de que lo que pasa no es recuperable. �Las cosas hermosas deben durar eternamente�. Pero lo cierto es que no duran. Todo pasa, por eso intenta Azor�n ganar al tiempo algo permanente: en las descripciones minuciosas de tipos y paisajes, buscando siempre en lo cotidiano lo permanente. Es lo que hace en las obras sobre Espa�a y su paisaje:

Los Hidalgos (1900) (recogida m�s tarde en:)

El alma castellana (1600-1800) (1900)

Con la publicaci�n de esta obra, Azor�n inaugur� su devoci�n literaria y espiritual hacia los paisajes del interior de la Pen�nsula y hacia la idiosincrasia de las figuras culturales que hab�a dado esta tierra.  En "el alma castellana" ve�a lo m�s puro y representativo de la identidad nacional. Sus reflexiones cobraron un amplio enfoque regeneracionista a ra�z de la depresi�n general en que incurrieron todas las capas de la sociedad espa�ola despu�s del desastre colonial de 1898.

Este valioso texto ensay�stico muestra su devoci�n por Castilla, por sus gentes, por su idiosincrasia y por sus escritores cl�sicos, aquellos que, como Garcilaso de la Vega, el an�nimo autor del Lazarillo o Miguel de Cervantes, hab�an contribuido a forjar una identidad nacional que, tras la crisis del 98, era necesario reconstruir.

Los pueblos (1905)

La ruta de Don Quijote y Sancho (1905)

Espa�a, hombres y paisajes (1909)

Castilla (1912). Obra cumbre de Azor�n.

Un pueblecito, Riofr�o de �vila (1916)

El paisaje de Espa�a visto por los espa�oles (1917)

Valencia (1941)

AZOR�N NOVELISTA

En las novelas de Azor�n la acci�n y la intriga casi no cuentan. Son relatos, a menudo autobiogr�ficos, donde lo esencial es el ambiente, los tipos, el paisaje, descritos con la t�cnica del detalle t�pica de Azor�n.

Lirismo descriptivo, impresiones personales y recuerdos autobiogr�ficos, estos son los elementos de sus novelas, todo sin grandes conflictos dram�ticos. Se ha se�alado la dependencia de Azor�n respecto de los hermanos Edmond Huot de Goncourt (1822-1896) y Jules Huot de Goncourt (1830-1870). Con esto se adscribe Azor�n al impresionismo. Hay que decir que esta dependencia es puramente formal y no afecta en nada al material ni al modo de tratarlo.

Las primeras novelas de Azor�n son, con en el caso de Unamuno, m�s un instrumento para expresar y exponer sus ideas. EL perfecto analista del mundo exterior fracasa ante los procesos espirituales de sus personajes. No tiene capacidad para describir procesos complejos s�quicos, su fuerza est� en la descripci�n est�tica de situaciones como mosaicos de un todo.

La Voluntad (1902)

Novela de la abulia y el fracaso. Se puede resumir como la novela de mucha invenci�n (Dichtung) y poca verdad (Wahrheit). Es su novela m�s famosa. El car�cter del protagonista es el no tener car�cter alguno, es la falta total de car�cter. La novela transmite al lector un aburrimiento terrible; es la novela de la abulia. Es la novela del 98: El fracaso del hombre inteligente en un pueblo vulgar.

Antonio Azor�n (1903)

Es la novela de poca invenci�n y mucha verdad. Antonio Azor�n es el personaje de la trilog�a: Intelectual, t�mido ante la vida, reconcentrado y con ansias de renovaci�n como los hombres del 98.

Las confesiones de un peque�o fil�sofo (1904)

Es la novela de la verdad, de los recuerdos personales.

La voluntad es un texto elaborado a partir de hondas reminiscencias autobiogr�ficas, que abre una trilog�a narrativa completada, poco despu�s, con las novelas Antonio Azor�n y (1903) y Las confesiones de un peque�o fil�sofo (1904). Se trata de tres piezas plenamente representativas del esp�ritu generacional: triunfo del des�nimo y del desaliento, rechazo generalizado de un racionalismo mal aplicado que hab�a acabado con la aut�ntica idiosincrasia del pueblo espa�ol.

Estas obras, llenas de fuertes tensiones y contradicciones ideol�gicas, ponen de manifiesto la enconada pugna entre el deseo de regenerar el pa�s y, por otra parte, la necesidad de preservar su car�cter e idiosincrasia. Son, en cierto modo, tres novelas fallidas; pero, a la vez, tres extraordinarios ejercicios reflexivos y creativos que atestiguan la existencia de un g�nero h�brido entre el ensayo y la narraci�n.

Esta trilog�a (La voluntad, Antonio Azor�n y Las confesiones) expresa el pesimismo del 98, con sus personajes ab�licos y fracasados. En el fondo, rezuman tambi�n el pesimismo del fil�sofo alem�n de Arturo Schopenhauer (1788-1860), muy le�do entonces en Espa�a, junto con el vitalista Friedrich Nietzsche (1844-1900).

Antonio Azor�n es un hombre recogido en sus ideas y vida interior, sin fuerza de voluntad que le lance al mundo de la acci�n. Es la tragedia del espa�ol, educado a�os enteros en una visi�n del mundo determinista y trascendental que no le capacita para la acci�n directa personal, para el goce esforzado de la vida. Toda la vida es aburrimiento, todo es vano y los hombres est�n presos de su pasado; la vida es dolor: �Un d�a llama a otro d�a y as� todo se encadena llanto a llanto y pena a pena� (Calder�n de la Barca).

Son todos personajes de cualidades intelectuales grandes, pero que se pasan la vida reflexionando sobre todos los temas, para ocultar su incapacidad de vivir una vida que no tiene nada digno de ser vivida. Un pesimismo nihilista y cultural atraviesa todas estas obras. El autor m�s por el personaje de Azor�n en esta trilog�a es el ensayista franc�s Michel Eyquem de Montaigne (1533-1592).

Voluptuosidad, fuerza, elegancia, dinero y poes�a, son los mayores bienes de la vida. Azor�n se siente fracasado y triste al sentirse sin ninguno de estos bienes, �porque la vida sin una de esas fuerzas no merece la pena de ser vivida�.

Don Juan (1925)

Es la primera novela a la que Azor�n dio el nombre de novela. El ambiente es el mismo que el de las dem�s novelas: la peque�a ciudad aburrida. Don Juan fue en su pasado un �gran pescador�. Gust� de lleno las mujeres, tuvo riquezas, castillo, servidores. Ahora vive pobre; una enfermedad cambi� su vida. Ya no quiere saber nada del amor terreno ni de los bienes de este mundo. No es precisamente un creyente practicante que visita la iglesia, pero s� un hombre piadoso. Un solter�n que no puede dejar de vestir elegante a�n; su elegancia tiene algo de melanc�lico. �Pone la amistad por encima de todo�. No se queja de los hombres ni del destino, acepta las debilidades humanas, para las que tiene siempre una sonrisa comprensiva. Es un contemplador humor�stico del mundo. Siempre dispuesto a ayudar; regala siempre lo que puede, sin esperar recompensa alguna. Es un predicador de la tolerancia, un se�or amable con todos sus servidores.

Do�a In�s (1925)

Dos obras que apenas aportaban novedades respecto a las t�cnicas narrativas que empleara el autor alicantino veinte a�os atr�s.

F�lix Vargas (1928)

Intenta desarrollar una nueva t�cnica de vanguardia.

Superrealismo (1929)

Blanco en azul (1929)

Sugestivo libro de cuentos.

El escritor (1941)

Capricho (1942)

Cavilar y contar (1942)

Libro de cuentos.

El enfermo (1943)

Mar�a Font�n (1943)

Salvadora de Olbena (1944)

La isla sin aurora (1944)

En estas seis novelas posteriores a la Guerra Civil (1936-1939), Azor�n sigue postulando un cierto distanciamiento "deshumanizado" entre realidad y ficci�n que mantiene anacr�nicamente vivo el af�n innovador de la Vanguardia, cuando la narrativa de la posguerra vuelve los ojos hacia el realismo social. De ah� el relativo fracaso de estas �ltimas creaciones novelescas de Azor�n.

AZOR�N DRAMATURGO

Azor�n escribi� muy tardiamente teatro, fue un intento pasajero. Durante el segundo lustro de la d�cada de los veinte, Azor�n comenz� a cultivar el g�nero dram�tico, al que aport� una serie de obras escasamente representadas en los escenarios espa�oles de la �poca. El �xito de su teatro ha sido muy escaso. Es un teatro de misterio, que desarrolla temas trascendentales como la vida, la muerte, la felicidad y el tiempo, pero de una manera m�s descriptiva que activa y dram�tica.

La fuerza del amor (1901)

Su primera pieza teatral: una tragicomedia. Empe�o por recuperar el legado de los cl�sicos y por resucitar su pensamiento o sus propias figuras, convertidas en personajes literarios.

Judit (1926)

Old Spain! (1926)

Lo invisible (La ara�ita en el espejo, El segador y Doctor Death, de 3 a 5) (1928)

Son tres piezas que componen la trilog�a teatral titulada Lo invisible. Trilog�a sobre misterio y muerte. Son sus obras de m�s �xito.

Brandy, mucho brandy (1927)

Una obra menor.

Angelita (1930)

El tema es el tiempo.

Cervantes o La casa encantada (1931)

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