El ladrón, la esposa y su canoa (2022), de Richard Laxton

Alrededor del año 2000, en Hartlepool, al noreste de Inglaterra. El funcionario de prisiones John Darwin no sabe controlar sus gastos, por lo que vive al día. Tras comprar dos pisos con la esperanza de alquilarlos las deudas le desbordan. Decide entonces fingir que ha sufrido un percance mientras navega en piragua, obligando a su esposa, Anne, a que asegure que se ha ahogado, aunque en realidad emergerá del mar, con un traje de buzo, para vivir en la casa de al lado, a donde ella le llevará comida por la mañana. El objetivo: que Anne cobre el seguro.

El británico Chris Lang (The Tunnel) comanda una miniserie de cuatro capítulos que recrea en tono cómico una historia real, a partir del libro de David Leigh, periodista que divulgó el caso en su momento. Pese a la factura impecable, y a su advertencia sobre las relaciones tóxicas y las consecuencias de las espirales de mentiras, pronto queda claro que no estamos ante un relato apasionante, sino que recrea un suceso bastante menor, como si se hubieran hecho ya tantas producciones sobre crímenes terribles que no quedaran muchos asuntos que llevar a la pantalla, y hubiera que rascar donde sea.

Al menos, la trama está bien condensada en cuatro capítulos, de unos 45 minutos, en los que no se ha intentado estirar el chicle. Nada se puede reprochar a los intérpretes. Eddie Marsan hace creíble al frio y manipulador John, mientras que Monica Dolan se luce como la pusilánime Anne. Los jóvenes Mark Stanley y Dominic Applewhite realizan un trabajo modélico como los hijos de Darwin, convencidos de que se han quedado huérfanos.