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�sip Mandelstam y la sed eterna de la Revoluci�n

En esta obra maestra de la literatura memorial�stica del siglo XX el poeta, represaliado por el estalinismo, disecciona el pasado prerrevolucionario para alumbrar una verdad universal

�sip Mandelstam en 1912.
�sip Mandelstam en 1912.Archivo Estatal Ruso de Literatura y Arte
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En una ocasi�n, el Nobel noruego Jon Fosse dijo que para �l escribir consiste b�sicamente en escuchar. Algo parecido pensaba el escritor ruso �sip Mandelstam -uno de los mayores poetas del siglo XX- y as� confes� en su libro de memorias, titulado El ruido del tiempo, que la clave de su literatura se encuentra precisamente en "escuchar el ruido y la germinaci�n del tiempo".

El ruido del tiempo

Traducci�n de Ernesto Hern�ndez. Elba. 120 p�ginas. 20 �
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A trav�s de este volumen delicioso, escrito al modo de unas schumanianas escenas de infancia, Mandelstam indaga en sus recuerdos buscando una �poca, un color y una textura, antes de que el olvido -ese eterno destructor- trace con su dedo una realidad distinta, manchada por los prejuicios de la ideolog�a. "Recuerdo bien los a�os muertos de Rusia -leemos en el pr�logo-, la d�cada de los noventa, su lento deslizarse, su malsana quietud, su profundo provincianismo. Un meandro estancado, �ltimo refugio de un siglo agonizante".

Mandelstam naci� en Varsovia en 1891, creci� en San Petersburgo y falleci� en Vladivostok en 1938, v�ctima temprana del estalinismo. Jud�o ilustrado (alguna vez defini� el acme�smo, corriente literaria de la que formaba parte, como la "nostalgia de una cultura universal") que nunca termin� de resolver la tensi�n con sus ra�ces familiares y religiosas, Mandelstam nos ofrece en este volumen una fascinante mirada hacia dos mundos: el refinado de la burgues�a local, con sus ojos puestos en la gran m�sica y en la literatura francesa y alemana; y el m�s desordenado y antiguo, a menudo ca�tico e incluso primitivo, de la tradici�n jud�a ortodoxa. Entre ambos, un ni�o despierto y sensible, un poeta enorme que escucha atento el murmullo del tiempo con la vocaci�n interior de un contemplativo.

A lo largo de esta obra maestra de la literatura memorial�stica del siglo XX -a pesar de su brevedad-, asistimos al despliegue de una aguda inteligencia que disecciona el pasado para alumbrar una verdad. Las reflexiones se suceden, junto a los incisos luminosos de un poeta que sabe dome�ar el idioma a voluntad. Un ejemplo de esta brillantez: "Recuerdo tambi�n la botadura del acorazado Osliabia, arrastr�ndose hacia el agua como una monstruosa oruga marina; y las gr�as y el costillar del astillero".

Fotograf�a de Mandelshtam tomada por el NKVD en 1938.
Fotograf�a de Mandelshtam tomada por el NKVD en 1938.Archivo Estatal Ruso

O estas l�neas sobre la experiencia revolucionaria: "La propia revoluci�n es, a la vez, vida y muerte, y no tolera cuando en su presencia se divaga sobre la vida y la muerte. Tiene la garganta reseca por la sed, pero no aceptar� ni una sola gota de agua de un extra�o. La naturaleza de una revoluci�n es una sed eterna". La edici�n de Elba, pulcramente traducida y anotada por Ernesto Hern�ndez Busto, resulta impecable.