En el Giro, camino de Fano, los ciclistas eran personajes de Jack Kerouc En el Camino bebiéndose el futuro a través de un presente urgente y eufórico sin aparente sentido de avance. La vida no es una línea recta hacia un punto concreto. Se asemeja más a las vicisitudes y las idas y venidas de una clásica.

Todo tiene la pátina de aleatoriedad y capricho del destino, que premió la rebeldía, el orgullo y la honestidad de Julian Alaphilippe. Se reencontró el francés, dos veces campeón del Mundo, con una victoria sanadora 346 días después de su último día de gloria. Alivio de luto tras un acto de fe. Fue el suyo un triunfo epidérmico. Lo obtuvo desde el corazón, las entrañas y la reivindicación.

Regresó pletórico el burbujeante Alaphilippe para descorcharse de nuevo en un gran escenario casi un año después. Chapeau por él. Las victorias de los vencidos son las mejores. Loulou, otrora un ciclista laminado con pan de oro, era un descamisado sometido a la feroz presión de Patrick Lefévere. El patrón del Soudal dijo de él que era poco menos que un mal profesional y que le gustaba en exceso la bebida.

Incluso se metió con la pareja del francés, al que demandaba mejores resultados bajo el epígrafe del gran sueldo que percibe el ciclista. Deshumanizado por Lefévere, que hablaba de él en términos económicos, Alaphilippe contestó con una victoria irreprochable. Redención. "Un hombre puede ser destruido pero no derrotado", dijo Ernest Hemingway, autor de Fiesta. Como la de Alaphilippe, iluminado tras una fuga de 136 kilómetros.

Magnífico Alaphilippe

El francés, peleón, irreductible, respondió con un triunfo redentor y un golpe sobre la mesa. Se liberó tras una actuación soberbia en la que ofreció lo mejor de su repertorio. El galo no es aquel ciclista demoledor de antaño, pero mantiene intacto el orgullo, la rabia y la lectura de las carreras.

Las piernas le ayudaron a condecorar un magnífico logro. Pelayo Sánchez le sometió días atrás en Rapolano Terme, pero en Fano nadie le compitió el esprint.

Julian Alanphilippe, vencedor en Fano. Efe

Llegó en solitario tras descascarillar a Mirco Maestri, deslenguado en el muro que acercó a Alaphilippe al cielo. La vie en rose. Un Quijote que se desprendió del italiano en el muro definitivo. Esa última cota catapultó a Alaphilippe, que soportó la presión y el hostigamiento de Narváez y Hermans, que encabezaron un rosario de dorsales en fuga.

A Tadej Pogacar, líder magnánimo, la jornada le sirvió para desentenderse de las tareas de vigilancia y divertirse con el libre albedrio. Alcanzó la meta con una media sonrisa. Un día menos para los fastos de Roma.

Una etapa loca

En busca de Fano se fugó el espíritu de la Generación Beat. Kerouac, el paradigma de aquella literatura americana, también escribió Los Vagabundos del Dharma. Enlaza la idea con la de los ciclistas. “La vida es sufrimiento”. La búsqueda del Dharma, el verdadero significado, movía a esos muchachos bajo el influjo del Budismo.

La verdad que perseguían los audaces del Giro era la gloria en Fano después de los escalones de Recanati, Osimo, Monsano, Ostra, La Croce y la pared definitiva, un muro de estallidos e implosiones donde emergió la cresta Alahilippe, de estreno en el Giro.

En ese trama, Alaphilippe y Maestri fueron los pioneros. Abrieron huella. Les perseguían unos, luego, otros, porque un carrusel de ataques y contraataques deletreaba la persecución entre cotas que pellizcaban las piernas con la mirada aviesa. Los más de treinta se desgajaron en distintas unidades. Las cotas eran pasos fronterizos.

Tadej Pogacar, otra jornada más de líder del Giro. Efe

Calma para Pogacar

Algunos se quedaron trabados en la aduana de la fatiga, con la maleta de la impotencia en la mano. Retirado el pasaporte para buscar la victoria. No se levantó la barrera para ellos. La etapa era una estupenda enajenación, un territorio para los osados. Pogacar tarareaba su canción de cuna en medio del furor y el desenfreno.

A modo de las terminaciones nerviosas se dibujaba el mapa de las carreteras secundarias, sembradas de muros, una oda a las clásicas y al desorden en el Giro. La cotas, algunas tipificadas y clasificadas como puertos, arengaron el caos y el desorden. En Italia, el perfil del recorrido es una cuestión de perspectiva.

En el papel se imprime algo que rara vez casa con la cartografía de la carretera. Es parte de su encanto. La sorpresa y el asombro asfaltan el Giro en vías anónimas, las más evocadoras. Entre paredes y empalizadas se construyó el relato de un día loco y maravilloso.

Un aspersor de ilusiones que se movía a toque de corneta. De arrebato en arrebato. Pogacar, que tiene embridado el Giro desde la crono, soltó la rienda. Muchos agarraron las solapas de la libertad y un petate para la curiosidad. Los febriles y los desharrapados buscadores de aventuras salieron en tromba, un torrente que caía en cascada.

Las subidas sublimaron ese patrón de búscate la vida. Al festival de ataques se asomaron más de una treintena de dorsales. Día de feria en la Corsa rosa. Una exaltación de la vida durante 136 kilómetros de fuga en la que se subrayó la gesta del francés. Qué bello es vivir. La pasión ilumina a Alaphilippe.

Giro de Italia

Duodécima etapa

1. Julian Alaphilippe (Soudal) 4h07:44

2. Jhonatan Narváez (Ineos) a 31’’

3. Quinten Hermans (Alpecin) a 32’’


General

1. Tadej Pogacar (UAE) 45h22:35

2. Daniel Martínez (Bora) a 2:40

3. Geraint Thomas (Ineos) a 2:56