Historia del Arte Italiano, Adolfo Venturi

[Storia dell’arte italiana]. Es la obra máxima de Adolfo Venturi (1856-1941). Comprende vein­ticinco volúmenes, el primero de los cuales fue publicado en Milán en 1901 y el úl­timo en 1940.

La narración parte de los comienzos del arte cristiano, estudiado en un primer volumen que llega hasta los tiem­pos de Justiniano, mientras que otros dos tratan del arte de la alta Edad Media y del arte románico. A partir del siglo XIV, las proporciones de esta obra comienzan a ampliarse notablemente, a pesar de omitirse las artes decorativas: la pintura y la es­cultura del siglo XIV ocupan cada una un volumen (la parte dedicada a la arquitec­tura no se ha publicado), otro la escultura del siglo XV, cuatro la pintura y dos la arquitectura del mismo siglo. Todavía es más amplia la exposición del arte del si­glo XVI, que comprende nada menos que siete volúmenes para la pintura, tres para la escultura y otros tantos para la arqui­tectura, los últimos publicados. En su conjunto, esta Historia no es solamente un am­plísimo repertorio de noticias, juicios, datos documentarios y bibliográficos acerca de cada artista, aunque tengan escasa impor­tancia, avalorado por una riquísima docu­mentación fotográfica de obras a menudo inéditas: es también la primera gran ela­boración, según un plan personal y después del inmenso trabajo de investigación filo­lógica llevada a cabo por el siglo XIX, de la trama histórica del arte italiano hasta todo el siglo XVI. En efecto, hasta en las últimas partes de esta Historia, en que la misma sobreabundancia de nombres y de obras pa­recería inducir más fácilmente a la dis­persión analítica, no desmaya nunca la capacidad de coordinar en grandes libros sintéticos los innumerables hilos de la na­rración.

Como ejemplo, se puede citar la distribución de la materia en los volúmenes de la escultura del siglo XVI. En el prime­ro de ellos, capítulos sucesivos tratan de la corriente pictórica de la escultura florentina inaugurada por Leonardo, y de sus ramificaciones; del equilibrio entre efecto plástico y pictórico perseguido por Andrea Sansovino y sus seguidores; del movimiento neoclásico de principios del siglo; de los herederos de los Della Robbia; de los mo­deladores provincianos; de los continuadores lombardos de Omodeo; de las tradiciones lombarda y toscana en Nápoles y en Sicilia en la primera mitad del siglo XVI. El se­gundo volumen, en el cual domina la figura de Miguel Ángel, tiene por temas el pre­dominio de la forma escultórica del si­glo XVI: los reflejos del arte de Buonarroti; la difusión de la plástica veneciana en las Marcas. El último tomo, en fin, examina la escultura veneciana, la lombarda y la toscana hacia el final del siglo.

Análogos criterios hallan aplicación en los preceden­tes volúmenes acerca de la pintura del si­glo XVI; primero, en vastos capítulos que valen por verdaderas monografías, es estu­diada la obra de los mayores artistas de aquel tiempo; después, el desarrollo del período del «manierismo» está expuesto si­guiendo en su diverso entretejerse y ramificarse las corrientes del gusto que arrancan de Rafael, Miguel Ángel, Leonardo, Correggio, y los grandes venecianos, hasta que con el transcurso del siglo la tendencia a superar el «manierismo» se abre paso en una serie de tentativas eclécticas, entre las cuales la conclusiva de Carracci. En lugar, pues, de valerse de particiones geográficas extrínsecas, Venturi pone en su máximo relieve, según una línea interior, las gran­des personalidades creadoras de que depen­den las orientaciones generales del arte de aquel tiempo, y en torno a ellas hace gravitar las figuras menores. Aunque sean ad- vertibles en el organismo de esa Historia notables desequilibrios en sus proporciones y alguna oscilación en el tono de sus jui­cios (defectos casi inevitables en una obra de tan vasto aliento y de tan larga dura­ción) con todo, el autor se mantiene subs­tancialmente fiel a un criterio metodológico propio, apoyado en la práctica, más que rigurosamente definido en un plano teórico.

Él quiere ser, ante todo, un conocedor que aún no rechazando completamente la ayuda ofrecida por los documentos y las Investi­gaciones de archivo, reconoce como docu­mentos mayores y más verdaderos las obras de arte, y por eso no se cansa de «ver» y «volver a ver». Según este punto de vista, Venturi enlaza con G. B. Cavalcaselle (v. Historia de la pintura en Italia), el prime­ro que se sirvió sistemáticamente del aná­lisis comparativo de las pinturas, y con G. Morelli (v. Estudios de Crítica de Arte sobre la pintura italiana), investigador de las aptitudes gráficas de los artistas. Pero Venturi se aparta de Cavalcaselle por una sensibilidad más vivaz y libre de prejuicios académicos, que le permite casi siempre ad­vertir la efectiva calidad artística de las obras estudiadas, aunque pertenezcan a pe­ríodos antes tenidos por decadentes, como la alta Edad Media o el «manierismo» del siglo XVI. Por otra parte, diverge de Mo­relli por sustituir el criterio de las puras correlaciones gráficas con el más integral de las relaciones estilísticas, que presupone el conocimiento de la personalidad del ar­tista en toda su compleja realidad histórica, y ofrece un fundamento harto más sólido a sus atribuciones. Crítica e historia del arte se consolidan así en la narración valoradora de Venturi, la cual, hasta en la distribución exterior de su materia (a lo menos en las partes más recientes de la obra) refleja sus criterios de métodos. Para cada artista de alguna importancia nos da, en efecto, ante todo la explicación de los documentos que a él se refieren, junto con su bibliografía; después son extensamente delineados los caracteres, las conexiones his­tóricas y el desenvolvimiento de su arte mediante el análisis de las obras más sig­nificativas; sigue, en fin, el catálogo de to­das las obras seguras y atribuidas. Atento a las experiencias, hasta las más recientes, de la crítica artística, Venturi no ha dejado de sacar partido de ella para afinar cada vez más sus análisis valiéndose además de sus dúctiles y copiosas dotes de escritor. En conclusión, esta Historia es, por su imponente mole de contribuciones originales, una obra de consulta fundamental y pre­ciosa, que ha suscitado innumerables in­vestigaciones y ha influido profunda y de­cisivamente en las nuevas generaciones de estudiosos.

G. A. Dell’Acqua