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Renée Zellweger
Arturo León

Uno la observa a través del televisor e inevitablemente ve a Bridget Jones, la mujer británica mayor de 30 años que no sabe qué hacer con su vida amorosa en la película “El diario de Bridget Jones”. Han pasado 15 años desde que interpretó al popular personaje, pero pocos relacionan a con otra figura de Hollywood. Y es curioso porque desde 1993 hasta 2010, la actriz nacida en Estados Unidos -hija de padre de origen suizo y madre de raíces noruegas- trabajó en tantos proyectos que sucumbió. Después de “Nuestra canción de amor”, cinta en la que da vida a Jane Wyatt -una ex cantante que sufre un accidente, pierde a su esposo y queda paralítica-, decidió alejarse de la pantalla grande.

Volvió después de seis años, trabajó en cuatro películas (“Toda la verdad”, “Bridget Jones Baby”, “Uno tan diferente como yo” y “Blue Night”) y una serie de televisión de Netflix (“What if”) hasta que le proponen ser la protagonista principal de “Judy”, un film que habla sobre la vida de la actriz y cantante Judy Garland. Ella era una mujer extremadamente talentosa que brilló en los años 50, pero que al mismo tiempo tenía muchos problemas personales. Murió a los 47 años y a su funeral asistieron más de 20 mil personas. Renée aceptó el papel, hizo una actuación extraordinaria y ayer cerró la temporada de premios con un merecido Oscar (también ganó el Globo de Oro, el premio BAFTA y el del Sindicato de Actores).

El tiempo que pasó fuera del mundo hollywoodense le ayudó a ordenar su vida. ¿Por qué? Porque estaba cansada de todo lo que significa ser una figura de la televisión. Zellweger ganó su primer Oscar a Mejor Actriz de Reparto en el año 2003 por su papel en la película Could Montain. Hace 17 años es una persona famosa. “Necesitaba un propósito diferente en mi vida. Vivir lejos de los rodajes, las giras promocionales, los vestidos y los tacones”, dijo en una entrevista con deadline.com. También le preocupaba lo poco auténticas que eran sus relaciones con las personas. “Creí que no podía convertirme en una buena narradora de historias si no era capaz de empatizar con la gente que me rodeaba”, agregó. Ella lo resume con una frase que nos puede hacer pensar a todos: “necesitaba ser ignorada”.

Entre las diferentes actividades que realizó durante su receso, están los estudios que llevó en una Universidad de Los Angeles. Renée tomó un curso de política internacional. “Simplemente estaba interesada en aprender un poco más sobre la política internacional, ser un poco más inteligente al respecto y ver si así era capaz de alejarme de las noticias que aparecen todos los días en televisión”, confesó al periódico británico “The Times”.

También pasó más tiempo con su familia, hizo viajes que antes no hubiera podido por trabajo y trabajó en organizaciones benéficas. “Hace mucho tiempo que quería dedicarme a asociaciones que luchan por la defensa y protección de las mujeres en todo el mundo. Por eso pasé un tiempo en Liberia desarrollando un programa escolar para mujeres jóvenes”, contó hace un tiempo. Zellweger, a su vez, descubrió su actividad física favorita: correr. “Me di cuenta de que este deporte me permite eliminar mi estrés, mi fatiga y mis ansiedades”, revela.

Cuando volvió, en el 2014, fue objetivo de críticas porque lucía totalmente diferente desde un punto de vista físico. Claramente, Renée había pasado por un cirujano plástico. El Huffington Post, a pedido de la actriz, publicó una carta abierta de Zellweger titulada “Lo podemos hacer mejor”. En este texto expresa su fastidio por le hecho de que sus cambios físicos se hayan convertido en tema de conversación entre periodistas y público en general. “No es que le importe a nadie, pero decidí cambiar mi cara y operarme los ojos. Este hecho no es relevante para nadie, pero que la mera posibilidad fuera discutida por los periodistas serios y se convirtiera en tema de conversación generalizada es una desconcertante ilustración de la confusión entre noticias/entretenimiento y la fijación social por lo físico”.

Obviamente, la estadounidense pasó la página y siguió con su carrera. Hoy todos hablan de ella por su actuación en “Judy” y no por sus operaciones. El periodista Kyle Buchanan describió en “El País” cómo se preparó Renée para el papel.

La intérprete reservó varias horas en un estudio y contrató a un profesor de canto para comprobar si el estilo vocal característico de Garland estaba a su alcance. Trabajó con un coreógrafo y un diseñador de vestuario a fin de reproducir la postura encorvada e indolente de Garland. Y leyó hasta la última de las biografías, vio todos los vídeos antiguos y escudriñó los foros de los admiradores de la estrella en busca de cualquier detalle que fuese de utilidad.

Ser actor no es fácil y menos si se trata de Hollywood. Renée Zellweger, flamante ganador del Oscar, lo sabe muy bien.

/ FREDERIC J. BROWN





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