Zerø (2020), de Iñaki Sánchez Arrieta

Una mujer se despierta en el desierto, en un lugar desconocido para ella. A su lado, otro hombre se encuentra en la misma situación. Ninguno de los dos sabe qué hace allí, no recuerdan nada, ni siquiera sus nombres. Tras el estupor inicial comenzarán a andar para salir de esa tierra agreste, terriblemente seca bajo los rayos solares. Finalmente caerán rendidos sin haber encontrado la salida. Cuando despiertan, el terror se apodera de ellos al darse cuenta de que están exactamente en el mismo lugar que el día anterior.

En Zero el director Iñaki Sánchez Arrieta habla de que la mala suerte es un destino incierto, de que el azar no tiene en cuenta el sufrimiento y de que lo que nosotros hacemos también puede afectar caprichosa y fatalmente a terceras personas. Sin embargo, estamos ante una película claramente fallida, porque el guión elegido para transmitir esa idea, escrito por Ferran Brooks, es bastante desconcertante y juega erróneamente al despiste. Los primeros veinte minutos son vacuos, no hay avance de la trama. Dos personas desconocidas deambulando por una tierra inhóspita. Quizá la escasa elaboración narrativa, su minimalismo premeditado, se deban al pasado cortometrajista del director, pero el caso es que para una película de 90 minutos falta enjundia. Sólo se quiere epatar con el aspecto formal, con el montaje de lo que parecen ser realidades paralelas.

Sin duda Sánchez Arrieta busca crear tensión en la esperpéntica repetición de los días, bajo el sol ardiente, con las misteriosas apariciones del hombre del perro, vagabundeando entre las dunas y las lomas, con los sueños de una vida idílica, etc., pero luego da un giro radical y empieza a hablarnos de dolor, de enfermedad y de muerte de un modo confuso y muy precipitado, trasladando el foco de atención del relato. De este modo, lo que parecía que iba a derivar hacia el misterio, hacia una aventura futurista que jugara con el espacio y el tiempo, acaba siendo una especie de parábola simplona sobre el mal fario. Y es una pena, porque visualmente la fotografía y la planificación están muy cuidadas y los escenarios elegidos son estupendos. Los actores, Nuria Herrero y Juan Blanco, también se esfuerzan por poner toda la carne en el asador.