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Dirección: David Mamet
Reparto: Gene Hackman, Rebecca Pidgeon, Delroy Lindo, Danny DeVito, Sam Rockwell, Ricky Jay
Título en V.O: Heist
Nacionalidad: Canadá, USA Año: 2001 Fecha de estreno: 11-04-2003 Duración: 111 Género: Thriller Color o en B/N: Color Guión: David Mamet Fotografía: Robert Elswit Música: Theodore Shapiro
Sinopsis: "Ni carraspeo si no tengo un plan B". Esa es la máxima de Joe Moore (Gene Hackman), experimentado y concienzudo ladrón que, tras un golpe fallido, se ve chantajeado por el perista (Danny DeVito) con el que suele trabajar. Además, tiene serias dudas sobre la fidelidad de su mujer (Rebecca Pidgeon).

Crítica

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Artificio elevado a la enésima potencia, este castillo de naipes (falsos) construido en el aire por el prestidigitador David Mamet propone un intelectual, hiperracionalista y cerebral disloque de una de las premisas comunes del género negro: la partición de un botín tras un, presumible, golpe perfecto. Podría poner numerosos ejemplos, pero, ya que Gene Hackman encabeza el cast, voy a refrescarles la memoria con un ítem sesentayochero y desengañado: El reparto, con el mencionado Hackman presto a matar, y engañar, por la codicia. Mamet, en esa línea de juego privado (muy pagado de sí mismo, he ahí el reproche que le haría) ya vista en su Casa de juegos, cambia los arquetipos o estereotipos por ecuaciones matemáticas de infinitas incógnitas, en un ejercicio de ilusionismo que hasta el amiguete Ricky Jay tendría dificultad en seguir. De este modo, los tópicos del thriller se transforman en una variante borgiana, o incluso muy Cortázar (prueben en DVD a ver esta película con una selección al azar de sus capítulos: ese sí que es un extra oculto), tan fascinante como irritante, pero siempre estimulante. Ladrones veteranos, amigos y colegas con las fronteras poco delimitadas, peristas que subliman la antiheroicidad de lo lumpen (American Buffalo)... múltiples, multiplicadas caras de una piedra preciosa, truco de espejos y superposición de mentiras. En el cine del autor de Homicidio, cuanto más miras algo, más irreal se vuelve. Los tiroteos, visitas nocturnas llenas de rencor y ambiciones, la asentimental y anticlimática aparición de una mujer fatal con la poca gracia de Rebecca Pidgeon, quedan como espejismos ante el verbo: diálogos cortantes, el ingenio y el sableo de la palabra en contraposición a la imagen. Un trabajo arriesgado, no del todo equilibrado, aunque, eso sí, tan fugazmente deslumbrante como un buen número de magia.Para trileros sofisticadísimos. Lo mejor: su falta de concesiones al género. Lo peor: puedes perderte en su ¿trama?