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Queipo y la memoria

La memoria tiene leyes, no de un gobierno, que requieren datos para que se pueda pensar el pasado.

06 DE MAYO DE 2023 · 14:00

Queipo de Llano en una de sus alocuciones durante la Guerra Civil. / Wikimedia Commons.,
Queipo de Llano en una de sus alocuciones durante la Guerra Civil. / Wikimedia Commons.

Cuando por fin sacaron los restos del general Gonzalo Queipo de Llano (-1951), en la madrugada del 3 de noviembre del año pasado, de la que había sido su basílica, la de la Macarena, algunos declararon su triunfo, por fin. Otros, declararon su disgusto. Son las cosas de la ley de memoria.

En esta semana también han sacado los restos de José Antonio. Sin problemas. Franco no lo quiso y luego lo hizo icono del régimen. La memoria tiene leyes, no de un gobierno, que requieren datos para que se pueda pensar el pasado.

Si no se tienen datos, al final, la memoria queda en manos del poder de turno, que, en su nombre, dice lo que le interesa. Franco, por ejemplo, en la extorsión de la memoria, fue el que libró a España de la guerra civil, producida por los comunistas. El que trajo la paz y la prosperidad. Con la ayuda, eso sí, del papado, sociedad perfecta, que se decía. Ese cuento lo han cantado cara al sol, hasta que la cara se hizo dura, y dura hasta hoy. 

Entre esos libertadores, frente a los rebeldes contra la legalidad (que hay que tener cara), fue figura destacada Queipo, cuya salida de noche de su basílica, pone al día mucho de las dos caras de nuestra sociedad (al menos, la que conozco algo, de aquí). Una cara al sol y otra en la vergüenza de la oscuridad.

Con él salieron los restos de su esposa, Genoveva, y del también general Francisco Bohórquez Vecina. Sobre este último, les pongo un par de renglones, que tomo del libro Castigar a los rojos [del que salieron unas notas aquí. Castigar a los rojos: Acedo Colunga, el gran arquitecto de la represión franquista, 10 de julio de 2022.] “La República era la revolución, hija de dos siglos de historia, y para el mundo que representaba Acedo Colunga sólo el 'Alzamiento' permitiría que una generación fuera educada en la 'verdadera Verdad Histórica' y que los pilares de la sociedad, curas, jueces [con las leyes apropiadas del Movimiento] y militares, recuperaran su lugar”. (Pág. 30)

[El general Bohórquez, brazo derecho de Queipo] “...Murió en 1955. Fue hermano mayor de la Hermandad de la Macarena y sus restos descansan en la basílica del mismo nombre, no muy lejos de los de Queipo, aunque menos visibles. En la estampa de recuerdo de su funeral se leía esta frase que bien podría  representar todos los que integraron la Auditoría de Guerra de la 2ª División en aquellos años [todavía chorrea la sangre]: 'El recuerdo de sus bondades, la firmeza de su carácter y exacto cumplimiento de sus deberes, servirá de ejemplo a los que aquí lloramos su muerte'”. (Pág. 38)

Desde la misma gestación de la rebelión, en la que tenía parte esencial el papado [si alguien quiere ver su reacción ante la propuesta por el gobierno de la República de una ley de libertad religiosa, que mire archivos de cortes], éste fue un brazo director y protector de las fechorías de los luego “vencedores” [que dentro del catolicismo español también hubo algunos sanos, ¿quién lo duda?], es algo evidente. Tras la “victoria”, siguió la victoria, y luego, la victoria. O eras de ella, o no eras. Eso era España en eso momentos. Y eso se representaba, especialmente, en las misas y procesiones, expresión pública y colectiva de la “victoria”. Todo paso que pasase en procesión, llevaba delante a la autoridad militar, y guardias civiles o soldados de uniformes, armados. Siempre. Durante décadas.

Esa “victoria” se proyectó luego en la llamada transición. Nadie era ya de los vencidos. Con nuevas formas, pero con misma esencia, la verdadera Verdad estaba en los que podían “legitimar” el poder. Ese discurso caló, y hoy calamos a los que lo propugnan y a otros que lo aceptan. Memoria, ¡ay memoria!

¿Por qué había que sacar los restos de Queipo? Pues porque un genocida no puede estar en lugar público de notoriedad y prestigio. Vale. ¿Pero quién ha dado notoriedad y prestigio a ese sitio? Pues Queipo y el otro general. Los de la hermandad de la Macarena saben que ese prestigio le viene de ellos. La cara al sol puede avergonzar y estar un poco después en la oscuridad, pero es la misma cara. Que cada uno aguante su vela y su cara.

En la lápida sobre los restos del general Bohórquez se lee (leía): “Aquí yace el Excmo. Sr. D. Francisco Bohórquez Vecina. Consejero Togado. Hermano Mayor inolvidable [léanlo otra vez] de esta hermandad.

A su gran devoción por la Stma. Virgen se debe [léanlo otra vez, y otra] toda la grandeza de este templo y el auge [léanlo otra vez, y otra] de esta cofradía. Descanse en paz. 10.XI.1955.”

Efectivamente, a Queipo y al otro general se deben la grandeza de la cofradía. Si de ellos dependió la grandeza y el auge de la misma, ¿por qué quitarlos del sitio? La “victoria” [con todos sus crímenes], fueron estos. No te puedes quedar en ella sin ellos.

Sólo quería apuntar algunas cuestiones sobre la memoria, para no perderla. Les pongo unos renglones de un artículo aparecido en Diario de Sevilla, el 9 de marzo de 2013, firmado por Eugenio Cazorla Bermúdez (afirma, de 89 años): “En los años cuarenta fue elegido hermano mayor el glorioso [léanlo otra vez, y otra... porque esto es de 2013] don Francisco Bohórquez Vecina. Don Francisco transformó la hermandad. Bajo su mandado, pasó de ser una hermandad escuálida de barrio [lean, si quieren], a una bien conocida en España y fuera de ella. Creó los cimientos de la potente organización de nuestros días y la fama y veneración de nuestra Virgen traspasó las fronteras.”  Ya me dirán, por qué sacar los restos de este hombre, cuando se reconoce que la hermandad es lo que es por él. La tremenda incongruencia de la gente de “izquierda” con “sus” hermandades es que quieren ocultar la cara con el capirote o la oscuridad, para que no quede claro que la tienen al sol.

Un síntoma de esto, es que sobre este artículo hubo bastantes respuestas de los lectores, pero ¡todas de fútbol!, pues el mismo (“macareno y bético”, decía) incluía algunas cosas de la historia antigua de un equipo de la ciudad. De las burradas iniciales, nada. Porque son la realidad.

Que la ley de memoria no quite la lógica de la memoria. Cara al sol y claridad. En Sevilla procesiona una cofradía, la de “San Gonzalo”, por supuesto no por la impronta y soporte de Queipo (Gonzalo), y otra de “Santa Genoveva”, por supuesto no por lo mismo (su esposa: Genoveva). Pero lo más al sol, que casi quema, es que el ayuntamiento socialista, no hace mucho, le concediera la medalla de oro de la ciudad a la hermandad de la Victoria y de la Paz. Fundada unos meses tras acabar la guerra, por militares (dicen que no, pero sí, eran de sanidad), con el visto bueno del cardenal, para “con esas devociones borrar a los rojos de Sevilla”. Cristo de la Victoria, por la “victoria”, y la virgen de la Paz, por la paz de la “victoria”. Mejor no pregunten por qué se la concedieron. Nadie, que yo recuerde, votó en contra. 

Que la ley de memoria no oculte el sol.

La semana próxima, d. v., seguimos otro ratito con el papado. Con sus beneficios.

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