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Toubab (21 semana de cine alemán): matrimonios fingidos y tolerancia genuina

Escrito el 12 agosto, 2022 @bmo985

Dirección: Florian Dietrich.

Guion: Florian Dietrich, Arne Dechow.

País: Alemania.

Elenco: Farba Dieng, Julius Nitschkoff, Seyneb Saleh, Paul Wollin.

Palomómetro:

Más información de la película: https://www.goethe.de/ins/mx/es/kul/fil/21s/pel/f11.html

Toubab. Dir. Florian Dietrich. 2021.

Un hombre de origen senegalés (Farba Dieng) se enfrenta a la amenaza de deportación debido a su continua violación de la ley, para lo cual recurre a su amigo de la infancia (Julius Nitschkoff) para formar un matrimonio y así permanecer en el país que lo vio nacer. Esta es la premisa de Toubab, una comedia alemana que, si somos honestos, parece salida de la década de 1990. Tanto la temática de un matrimonio por conveniencia como la homosexualidad fingida por personajes heterosexuales nos remiten a comedias de baja calaña cuya vulgaridad humorística a menudo descansaba en razonamientos homofóbicos. Toubab, en cambio, evita estos tropiezos al enfocarse en el vínculo entre sus protagonistas, así como por retratar la identidad amenazada de su figura central.

Uno pensaría que la ciudadanía está determinada por el lugar donde uno nació, pero eso no siempre es cierto. Al parecer, México y Estados Unidos son algunos de los pocos países en el mundo donde el proceso es así de sencillo – por este solo hecho es que contamos con el honor de tener a Lupita Nyong’o como compatriota mexicana. En Alemania sucede lo contrario, pues el nacer allí no te garantiza la ciudadanía.

Esto es lo que le ha sucedido a Babtou, cuyos padres senegaleses llegaron como refugiados e hicieron allí sus vidas. Su hijo, un poco descarriado, se decantó por la vida fácil: amigos, fiestas, robos. Así terminó en la cárcel y, tras cumplir su condena de dos años, es recibido por sus amigos, quienes montan una fiesta improvisada en una glorieta, provocando el enojo de los transeúntes, tras lo cual llega la policía y Babtou, superando el temor de volver a prisión el mismo día en que fue liberado, se deja llevar por el momento y acaba apresado otra vez.

Resignado, dice: “¿cuántos años me tocan ahora?” A lo que le responden: “ninguno, te vamos a deportar a Senegal porque no eres ciudadano alemán y el Estado ya no quiere nada que ver contigo.” ¿Cómo es posible que el país que ha sido su único hogar por más de 20 años lo rechace de esta manera? Aún así, Babtou está decidido a luchar por quedarse en Alemania, y para ello recluta a su mejor amigo Dennis, para que se case con él, porque el matrimonio con un ciudadane alemane es lo único que puede evitar su deportación.

De esta forma, acosados por las autoridades que tienen que comprobar la veracidad de su matrimonio homosexual, a la vez que ambos comunican a sus seres queridos su nuevo estatus civil, es que Toubab cuenta una historia de camaradería, apertura al mundo (aunque sea por obligación) y tolerancia (por conveniencia, pero tolerancia, en fin).

Toubab. Dir. Florian Dietrich. 2021.

Una de las primeras cosas que llaman la atención de la película del debutante Florian Dietrich es el magnetismo del actor Farba Dieng. Dotado de un físico de modelo (la chaqueta estilo bomber nunca se ha usado tan bien como lo hace Babtou, con la excepción de Ryan Gosling en Drive) y una sonrisa amplia, Dieng es adorado por la cámara y cada uno de sus gestos nos encariña más con él. Exuda confianza, simpatía y relajo del bueno, así que no puedo más que aplaudir el proceso de casting de la cinta. Es el tipo de hombre bonachón al que, sin chistar, le confiarías las llaves de tu casa y de tu coche. Su contraparte, Dennis, un rubio menos carismático, pero con mucha determinación, hace circo, maroma y teatro para que su mejor amigo permanezca en suelo alemán, poniendo en riesgo su trabajo, su relación y su reputación en las calles.

Complementa el elenco Seyneb Saleh como Yara, la nueva vecina de la pareja, una mujer de armas tomar a la que con mucho gusto podríamos ver moler a golpes a cualquier hombre, como pasa en más de una ocasión en pantalla. Feroz con sus enemigos y tierna con sus amigos íntimos, Yara es el personaje que hace que Toubab se aleje del ángulo de explotación homofóbica de películas de premisa similar. Claro que hay una química romántica entre ella y Babtou, pero en realidad su personaje sirve para introducir a aquel y a Dennis a una Alemania que no conocían: joven, queer, solidaria, bohemia, alejada del entorno gangsteril, macho y violento en el que crecieron. En cierto sentido, el filme se aproxima más a un llamado a la tolerancia y en contra de la homofobia gracias al personaje de Yara, pues ella les muestra la otra cara de la moneda, vida a la que el joven matrimonio fingido se plega de lleno.

Esto es más claro cuando Cengo (Paul Wollin), un jefe criminal al que Babtou y Dennis recurren cuando necesitan ayuda, descubre su matrimonio, comienza una persecución en la que participan los viejos amigos de ambos. Los protagonistas se aferran con tal fuerza a su historia que son objeto del acoso y del odio homofóbico, por lo que para ellos la tolerancia a la diversidad, la defensa de la identidad propia y la solidaridad con su nuevo grupo de amigos gays, es una necesidad de primer orden.

El motor que impulsa la historia es por supuesto la amistad entre Dennis y a Babtou, una de muchos años y consolidada por el hecho de que el segundo no delató al primero en el episodio que lo llevó a la cárcel – robo a mano armada–, por lo que este siente que le debe la vida y algo más. Sin embargo, no es solo esa lealtad demostrada ante el interrogatorio lo que compele a ambos a montar tremendo circo, sino un vínculo casi filial, como si ellos, habiendo crecido en las calles, solo se tuvieran el uno al otro (el padre de Babtou solo aparece para hacerle reproches, mientras que los de Dennis están ausentes). Resulta curioso que en un país que nosotros desde América Latina percibimos como libre de problemas de delincuencia, alienación y abandono, el retrato de la criminalidad juvenil esté tan relacionado con la familia por elección, es decir, aquellos grupos de amigos tan cercanos que constituyen vínculos familiares, como sucedía en aquel experimento desigual Victoria (Sebastian Schipper, 2015).

Toubab trata de articular un pensamiento muy en línea con el liberalismo occidental (“en este país hay libertad,” etc.), el cual, dado su destino final, más que resultar una demostración de la superioridad de esta ideología, se convierte en un comentario de amarga ironía sobre su país. Por otro lado, hacia su parte final nos hace pensar en la fundamental injusticia realizada en contra del carismático protagonista: ¿por qué lo deportarían hacia un país que no conoce más que en recuerdos de sus padres? El final apunta hacia ese vacío de compasión e indiferencia del Estado alemán y, en términos generales, del Norte global por expulsar y rechazar a aquellas personas que parecen estorbarle, es decir, los inmigrantes.

Todo esto hace parecer que Toubab es una cinta muy en línea con el cine europeo, es decir, reflexivo, lento y en última instancia, depresivo, pero sucede todo lo contrario, pues la película de Dietrich es una comedia de enredos con tintes de crítica social. Las sonrisas cómplices de Babtou y de Dennis, así como la eficaz dirección de Dietrich (la secuencia de fiesta improvisada está impregnada por la adrenalina de la libertad y el gozo) hacen que sea una experiencia cinematográfica harto placentera.

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