Monte Testaccio: cuando los romanos acumularon 25 millones de ánforas

Monte Testaccio: cuando los romanos acumularon 25 millones de ánforas

La octava colina de Roma: un montón de vasijas rotas que hoy son un archivo inmenso sobre el comercio y la logística del Imperio romano.

Monte Testaccio: cuando los romanos acumularon 25 millones de ánforas (Fran Navarro)

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En Roma podemos encontrar una elevación del terreno bastante peculiar: el Monte Testaccio, una colina artificial que desafía la imagen clásica de las legendarias siete colinas de la Ciudad Eterna. Este montículo de 45 metros, compuesto enteramente por los restos de 25 millones de ánforas de aceite de oliva, se ha convertido en un monumento al ingenio y a la economía de la Roma antigua. Tras más de treinta años de meticulosas excavaciones españolas, el Testaccio revela su valor incalculable como un "archivo a cielo abierto", ofreciendo perspectivas sin precedentes sobre el comercio, la logística y la vida diaria en el apogeo del Imperio romano.

Monte Testaccio

Restos de ánforas en el Monte Testaccio. photooiasson / iStock

El origen de una montaña artificial

El Monte Testaccio no es una formación natural, sino una monumental pila de ánforas rotas, acumuladas durante siglos. Originario mayormente de la región de la Bética, en la actual Andalucía, el aceite de oliva era transportado hasta Roma en estas grandes vasijas de cerámica. Una vez en la capital del Imperio, el aceite se descargaba para consumo urbano y militar, dejando tras de sí los envases vacíos. Las ánforas no se reutilizaban debido a la dificultad de limpiar los residuos oleosos y su diseño específico para un solo uso. Así, se optó por un método organizado de disposición: romperlas y apilarlas en hileras. Este proceder no solo gestionaba eficientemente el desecho, sino que también aprovechaba al máximo el espacio disponible, transformando gradualmente un área de vertido en la colina artificial que hoy conocemos como el Monte Testaccio. Este montículo, por lo tanto, nació de la necesidad de resolver un problema logístico y ambiental en la antigua Roma.

Anforas romanas

Así se almacenaban las ánforas en los barcos de la Antigüedad. Daddy1971 / iStock

El aceite del Imperio romano

El aceite de oliva desempeñaba un papel central en la economía romana, no solo como producto básico en la alimentación, sino también en usos medicinales y en la iluminación. La importancia de este recurso quedó reflejada en la monumental gestión de sus envases en el Monte Testaccio, que se erigió como solución logística para controlar la acumulación de residuos en la creciente metrópoli de Roma. Este método permitió mantener la higiene y optimizar el espacio urbano, evitando que las ánforas vacías se convirtieran en un problema sanitario y logístico.

Las ánforas depositadas en el monte eran recipientes de usar y tirar, pero hoy nos han llegado convertidas en documentos históricos. Las inscripciones en estos contenedores proporcionaban datos detallados sobre el contenido, origen, transportistas, e incluso el pago de impuestos y tarifas aduaneras. Este sistema de etiquetado avanzado ofrece hoy a los arqueólogos e historiadores una visión clara de los mecanismos comerciales y la estructura burocrática del Imperio romano, subrayando la sofisticación de su administración y la extensiva red de comercio que sustentaba su economía.

Lámpara de aceite romana

Lámpara de aceite romana. dmitriymoroz / iStock

Estudio arqueológico

Las excavaciones en el Monte Testaccio comenzaron a finales del siglo XIX con Henrich Dressel, quien implementó métodos sistemáticos para estudiar las ánforas y sus inscripciones. Este enfoque pionero marcó un hito en la arqueología romana, sentando las bases para futuras investigaciones. Los estudios han continuado hasta la actualidad, con excavaciones dirigidas en las últimas décadas por el arqueólogo español José Remesal Rodríguez. Bajo su liderazgo, los trabajos han revelado la complejidad de las operaciones comerciales y logísticas romanas, destacándose por la precisión con la que los romanos gestionaban el comercio del aceite de oliva.

Los hallazgos más significativos incluyen miles de fragmentos de ánforas con inscripciones que documentan desde los nombres de los productores hasta los detalles fiscales, proporcionando una visión detallada de la economía antigua. Estos descubrimientos han sido cruciales para entender no solo la escala del comercio en el Imperio romano, sino también aspectos cotidianos de la vida de sus ciudadanos, reflejando un impresionante grado de organización y control administrativo.

La meticulosa catalogación de las ánforas y sus inscripciones ha permitido a los historiadores reconstruir las rutas comerciales, entender las prácticas económicas y apreciar la sofisticada burocracia que sostuvo el Imperio romano. Este sitio ha enriquecido la arqueología con datos tangibles y, además, ha influenciado en las metodologías de otras excavación y análisis en estudios sobre civilizaciones antiguas.

En la actualidad, el Monte Testaccio sirve como un recurso educativo y turístico, atrayendo a visitantes interesados en la historia de Roma. Su preservación como parque arqueológico subraya su valor cultural e histórico, continuando su legado como un monumento vital para entender el pasado y educar a las futuras generaciones sobre la rica historia de la Ciudad Eterna.

Monte Testaccio

Terrazas de restos de ánforas en el Monte Testaccio. Wikimedia

El Monte Testaccio no es solo una colina artificial en Roma; es un testimonio del ingenio romano y un espejo de la vida cotidiana en la antigüedad. Este sitio arqueológico encapsula la sofisticación económica y logística de un imperio que supo manejar recursos a gran escala. Estudiar el Monte Testaccio nos recuerda cómo la innovación y la adaptabilidad han sido siempre cruciales para resolver los desafíos urbanos y ambientales, ofreciendo lecciones que perduran a través de los milenios.

Referencias:

  • Blázquez Martínez, J. M. (coord.) 1999. Estudios sobre el monte Testaccio. Universidad de Barcelona.
  • Remesal Rodríguez, J. 2018. El monte Testaccio (30 años de investigación). Tribuna d’arqueologia 2015-2016. 72-87.
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