Santos criminales. Una historia de Los Soprano (2020), de Alan Taylor

El mundo del crimen en Newark, Nueva Jersey, en 1967. Dickie Moltisanti se convierte en jefe de una de las familias de la mafia, tomando el relevo de su padre, aunque de un modo heterodoxo que no deja tranquila su cauterizada conciencia. Convertirá en amante a la segunda mujer de su padre, Giuseppina, y cuando su cuñado Johnny Soprano ingresa en prisión, se siente responsable de cuidar a su hermana y a sus dos sobrinos, Tony y Janice. Los años pasan y los afroamericanos se hacen fuertes en la ciudad, y quieren su tajada en los negocios ilegales, como la lotería, lo que provocará enfrentamientos. Al mismo tiempo Dickie desarrolla hasta el paroxismo su personalidad de psicópata, a la vez que se convierte en referente paterno para Tony adolescente, quien desea ir a la universidad y mantenerse alejado del mundo del crimen.

Película coescrita por David Chase –el creador de la serie Los Soprano– y Lawrence Konner, y dirigida por uno de los habituales directores de capítulos de la serie, Alan Taylor, que pone los cimientos para entender cómo Tony Soprano se convirtió en capo de la mafia. De hecho, el narrador, con voz en off, es Christopher Moltisanti, hijo de Dickie, y al que Tony liquidaba en la serie tras ser uno de sus más fieles secuaces. Desde su tumba describe las andanzas de su progenitor, de tal modo que el desconocedor de la serie puede ver el film como una historia de la mafia completamente independiente. En este sentido, la trama no es especialmente innovadora, aunque está bien desarrollada y rodada, mostrando el mundo inmoral de la mafia, con sus luchas de poder, su violencia asesina y criminal, y su peculiar código del honor en lo que a lealtades se refiere. Tiene el interés de desarrollarse en un telón de fondo de luchas raciales –la calle llega a convertirse en un auténtico campo de batalla–, y mostrar la rivalidad con grupos de gángsteres negros. También se dibuja el machismo rampante entre los italoamericanos, aunque de modo inteligente y no en clave #MeToo, sobre todo con el personaje de Giuseppina.

Pero sin duda que lo que se ganará a parte del público, es el reconocimiento de muchos de los personajes de la serie Los Soprano, en su versión juvenil, y cuyas acciones sirven de refuerzo para entender lo que hacen en el futuro. De modo que tenemos entre otros a Livia, la madre castradora de Tony, a su tío Junior, a los futuros secuaces Paulie y Silvio, que antes lo fueron de Dickie, por supuesto a Tony y su hermana Janices, niños y adolescentes, e incluso a la futura esposa de Tony, Carmela.

El protagonismo del film le corresponde a Alessandro Nivola, que encarna a Dickie y sabe conjugar su humanidad, hasta su deseo de hacer compatible sus buenas obras –véanse el subtexto de su apoyo a un equipo de béisbol de niños... ¡ciegos! y sus visitas a la cárcel– con sus crímenes más salvajes. Junto a veteranos muy solventes como una irreconocible Vera Farmiga, un Ray Liotta con doble papel que vuelve al mundo de la mafia tras Uno de los nuestros, o Jon Bernthal y Corey Stoll, tenemos a otros actores menos conocidos como Michael Gandolfini, hijo del malogrado James Gandolfini, y que encarna el papel de su padre, el de Tony adolescente, Michela De Rossi, una italiana con el aire de Sophia Loren o Penélope Cruz, y el ya una vez nominado al Oscar Leslie Odom Jr.