[Historiarum a declinatione Romanorum decades]. Flavio Biondo, forlivense (1388-1463), fue el primero que, en las tres décadas de sus historias, «cuando todavía era costumbre dividir la historia en las seis edades del mundo y en las cuatro grandes monarquías, fijó claramente el primer término de su narración y el comienzo de una edad nueva a partir de la conquista de Roma por Alarico (410), en lo que fue seguido por Maquiavelo, que la continuó, en casi todo el tiempo asignado habitualmente a la Edad Media, hasta 1440.
Recalcó la importancia de los cambios y transformaciones causadas por la invasión de los bárbaros y las características de los tiempos que siguieron, comparándolas con las de la Edad Antigua; estimó en su justo valor las historias contemporáneas, meticuloso en la elección y cotejo de los autores, y adoptó en su manera de exponer un estilo desenvuelto, incluso desgarbado, «que se diferencia del complicado y retórico de los humanistas» (Carducci). La primera década se extiende hasta la guerra de Pipino contra Astolfo, rey de los Longobardos (752); la segunda llega hasta la muerte de Gian Galeazzo Visconti (1402), y la tercera hasta el asesinato de Giovanni Maria (1412) y la clausura del Concilio de Florencia (1439). Seguían luego dos libros de la cuarta década que se cerraban con la entrada de Alfonso de Aragón en Nápoles (1442); pero, habiéndose perdido el último, el relato queda actualmente truncado en la batalla de Anghiari (1440). Como se ve, el autor ha dejado en medio una laguna de diez años, desde la muerte de Gian Galeazzo a la de su hijo Giovanni Maria (1402- 12), lo que nos demuestra que la obra no nació de una vez, sino que fue compuesta a tirones y avanzando al revés.
Primeramente se escribieron 4 libros que abarcaban algunos años del pontificado de Eugenio IV; pero en mayo de 1442 quedaban terminados ya once libros, toda la tercera década y el primer libro de la cuarta, que desde la muerte de Martín V alcanzaba el año 1440. Siguió después el segundo libro de la cuarta década, actualmente perdido, y sólo entonces Biondo puso mano a la primera y, tras un intervalo, a la segunda década, terminada en 1453. La evidente presencia de T. Livio como modelo, desde el título de la obra hasta las preocupaciones estilísticas, no es obstáculo para que extensos fragmentos de Procopio de Cesarea (v. Guerra Gótica), en la traducción de Leonardo Bruni, y de Pablo Diácono (v. Historia de los Longobardos) se incluyan casi íntegros en la historia de Biondo, la cual, pese a estos defectos, por la amplitud de las lecturas hechas por el autor, por la meticulosidad de sus investigaciones, por su constante preocupación en alcanzar claridad y precisión, es un ejemplo de probidad literaria, digna de la general estima en que fue tenida por los contemporáneos y los posteriores. La edición más conocida es la de Basilea, del año 1559; existe también una antigua traducción hecha por Lucio Fauno y estampada en Ve- necia en los años 1543-50.
G. Franceschini