Querida desconocida (2023), de Guillaume Bureau

Tras la Primera Guerra Mundial el marido de Julie, Julien Delaunay, sigue desaparecido. Ella le vio por última vez en 1916 y mantiene la esperanza de recuperarle, algo que su cuñado, hermano de Julien, le reprocha. Entonces Julie reconoce un día a su marido en una foto del periódico. Está en un hospital, con amnesia severa. Tras visitarlo, le llevará finalmente a casa e irá contándole su vida pasada, pero entonces aparece otra mujer llamada Rose-Marie que reclama conocer al mismo hombre, al que llama Victor Brunet.

Tiene esta historia coescrita y dirigida por Guillaume Bureau un primer atractivo basado en la doble premisa que da lugar al drama. A la insólita doble identidad del aparecido se une su ausencia de recuerdos, algo referido convenientemente a los estragos provocados por la Gran Guerra, con hombres mutilados o con secuelas irreparables. Sin embargo, tras ese gancho inicial al conjunto le falta mordiente y se echa en falta un desarrollo que explique mejor los hechos, aunque éstos puedan ser deducibles. Tambien el guión es poco contundente y ofrece dudas a la hora de determinar la identidad del hombre, por ejemplo en la ambigua actitud del hermano, las pruebas fotográficas, las decisiones del doctor, etc. Se quiere dar una de cal y otra de arena, sembrando una nebulosa que no parece muy realista.

Querida desconocida está rodada con gran clasicismo, con un esmerado cuidado del vestuario de los años 20 y una ambientación sugestiva. Y mantiene el buen gusto en las imágenes, algo que podría haberse ido fácilmente al traste cuando entra en juego la atmósfera cabaretera en donde se mueve Rose-Marie. El reparto está sobresaliente en cuanto al género femenino, con dos mujeres de vidas muy diferentes interpretadas estupendamente por Leïla Bekhti y Louise Bourgoin, aunque brilla más la primera. En cambio, el papel de Karim Leklou como Julien/Victor no es de los que estimula precisamente, pues da vida a un verdadero pasmarote.