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En pie de guerra
Ha dado mucha guerra con personajes empecinados en sobrevivir como sea a los más encarnizados conflictos bélicos. Tiene una nariz singular en un rostro expresivo y único, que no era conocido ni mucho menos por el gran público, hasta que el pasado 23 de marzo, recibió el Oscar al mejor actor por su apasionado trabajo en El pianista. “Mi experiencia en esta película me hizo muy consciente de la tristeza y deshumanización de la gente en tiempos de guerra”, decía su discurso, el más emotivo y cabal de una ceremonia marcada por el inicio de la guerra de Iraq. Exactamente en ese momento se había convertido en una estrella, pero Adrien Brody ya había destacado en más de una ocasión, y su currículum incluye trabajos con directores de tanto prestigio como Barry Levinson, Ken Loach, Spike Lee y Terrence Malick.
Adrien Brody nació un 14 de abril hace treinta años, en Brooklyn, el popular barrio de Nueva York. Su padre Elliot era profesor de historia y su madre Sylvia Plachy, de origen húngaro, una de las más prestigiosas fotógrafas de la prensa norteamericana, lo que le ayudó a acostumbrarse a estar frente a las cámaras. Como a los doce años ya actuaba frente a sus compañeros de colegio, su madre le aconsejó que se matriculara en la Escuela Superior de las Artes Escénicas de Nueva York, donde se rodó la famosa serie Fama. Mientras estudia, debuta como profesional en Home at Last, un subproducto televisivo de 1988. Fue decisiva en su vida la aparición del cineasta Steven Soderbergh, que le contrató para El rey de la colina, que lleva a que le ofrezcan los más variados papeles, aunque normalmente en películas mediocres, como Solo. El destructor, Bullet, La última vez que me suicidé o Restaurant. Este largo periplo produce sus frutos cuando se fija en él el director de culto Terrence Malick, que le ofreció en bandeja de plata un papel que iba a suponer su reconocimiento internacional, el capitán Fife, fumador compulsivo de La delgada línea roja, que en principio era uno de los que tenían mayor protagonismo. La sorpresa del actor debió ser mayúscula cuando acudió al primer pase, porque al director se le había olvidado comunicarle el pequeño detalle de que en el último momento, había decidido reducir su interpretación a una frase: la mayor parte de sus escenas cayeron en la mesa de montaje.
Al menos Malick tuvo el detalle de recomendarle al director Spike Lee, que buscaba al actor idóneo para encarnar al punk sospechoso de ser un asesino en serie en Nadie está a salvo de Sam. En Liberty Hights se puso a las órdenes de Barry Levinson, en otra de las películas intimistas que de vez en cuando le gusta rodar al director de Rain Man. No tuvo mucha suerte en su colaboración con el británico Ken Loach: Pan y rosas no pasará a la historia como lo mejor del autor de Agenda oculta, pero Brody salía del paso, como un organizador sindical poco convencional. Pero su trabajo más sentido en esta etapa es su interpretación de un fotógrafo de guerra destacado en Bosnia en Las flores de Harrison, de Elie Chouraqui. El secreto de que el actor resultara tan convincente reside en que conocía todos los detalles de la ocupación de su personaje, porque se trata del trabajo real de su madre. Para demostrar su versatilidad, en su siguiente film, El misterio del collar, de Charles Shyer, dio vida a Nicolas de la Motte, un revolucionario en la Francia del siglo XVIII.
Esta última se rodó en París, ciudad donde se topó con el director Roman Polanski, que en ese momento lloriqueaba a los cuatro vientos que tenía dificultades para encontrar a alguien capaz de encarnar a un personaje real, el músico polasco Wladyslaw Szpilman, cuyas memorias iba a llevar a la pantalla en El pianista. Aunque el cineasta había puesto un anuncio en el periódico al que contestaron 1400 actores, decidió que Brody era el que más se acercaba a su idea del personaje, pero le hizo adelgazar para parecerse todavía más. Además de quince Kilos, Brody perdió también a su novia, con la que llevaba ocho meses, y que no pudo soportar la tensión e irritabilidad que le produjo un intenso rodaje en Europa, en el que tuvo que hacer esfuerzos como el de familiarizarse con el piano, a lo que le ayudó saber tocar el sintetizador, y el de aprender a hablar con acento polaco, que al menos le era familiar, gracias a su abuela. Todo eso se refleja en la pantalla, a juicio de los miembros de la Academia de Hollywood, que decidieron convertirle en el único actor de la historia que le ha arrebatado el Oscar a otros cuatro que lo habían ganado previamente. La otra marca batida por Brody es que le ha quitado a Richard Dreyfuss el título de actor adulto más joven que se haya llevado la estatuilla.
No debe ser fácil encontrar otro personaje a la altura, y por esta razón, Brody está pensando con cautela cuáles serán sus siguientes trabajos. De momento, le veremos como el malo de una cinta de acción, El detective cantante, con Mel Gibson y Robert Downey Jr.