Cuando un personaje se vuelve icono, tendemos a olvidar su verdadera historia. Y el caso más paradigmático es el de Holly Golightly. La protagonista de 'Desayuno con diamantes' ilustra todo tipo de cuadros, camisetas y objetos, pero, ¿cuántos de quienes los adquieren saben realmente qué hay detrás de su mirada pícara, su increíble estilo y esa obsesión con la joyería Tiffany's? Parece que Holly se ha convertido en un personaje que ya no necesita una historia que lo acompañe: ha alcanzado esa condición de mito que representa la moda, el estilo, la delgadez de lo chic, la elegancia de los años 50, el 'joie-de-vivre' y una personalidad ligera y despreocupada de quien se sabe hermosa y encuentra poder en ello, que no planea el mañana y vive el sueño de toda heroína de comedia romántica en Nueva York.

Sin embargo, Holly Golightly solo es una careta para Lulamae Barnes, una joven de origen humilde que lidia con el trauma, la soledad y la depresión entre las excentricidades de la gran ciudad. Una mujer que no ha encontrado su lugar en el mundo, como ella misma afirma (por eso no le quiere poner nombre a su gato), y que, mientras lo descubre, tiene que aguantar a tipos insufribles para que le sustenten sus "viajes al tocador", todo un eufemismo para su profesión de escort. Aun así, ella sabe lo que quiere y surfea los problemas de la vida creando su propio espejismo sobre los éxitos futuros. Y es que lo de desayunar en Tiffany’s no era un lujo, sino un arma de supervivencia.

Cuando Truman Capote creó a esta mujer tan fascinante como compleja en las páginas de su 'Desayuno con diamantes', publicada por primera vez en la revista Esquire en noviembre de 1958, una heroína poco convencional (especialmente para la época) aterrizó como un huracán en la cultura popular y, más tarde, en el cine. Casi medio siglo después, nos seguimos haciendo preguntas: ¿Cuál es la verdad detrás de Holly Golightly? ¿Qué mujeres reales la moldearon a los ojos del escritor? ¿Qué implica todo lo que se perdió de la novela a la película? Y, sobre todo, ¿superaremos alguna vez nuestra obsesión por ella?

audrey hepburn como holly golightly en desayuno con diamantes
ullstein bild Dtl.//Getty Images

El origen del icono

Los escritores escriben de lo que saben, y Truman Capote sabía perfectamente quiénes eran esas mujeres fabulosas por encima de sus posibilidades del escenario neoyorquino de los años 50. De hecho, conocía a las del molde Holly Golightly mucho antes de plasmarlas en el papel, incluso antes de verlas en vivo y en directo. Sabía cómo eran y qué se escondía detrás de la fachada tan divina como caótica. Y la razón era que su madre era una de ellas.

En el libro 'Fifth Avenue, 5 A.M.: Audrey Hepburn, Breakfast at Tiffany's, and the Dawn of the Modern Woman', Sam Wasson recuerda el origen no solo de Holly Golightly, sino también de las obsesiones como escritor de Capote. Su madre, Lillie Mae (ojo: muy parecido al nombre original de Holly, Lulamae), tenía por costumbre desaparecer durante meses, dejando a su hijo pequeño al cuidado de familiares. Cuando por fin se divorció de su marido, adoptó el nombre de Nina, dejó a un Truman de cinco años en casa de su tía en Monroeville (Alabama) y se fue a la Gran Manzana a perseguir sus sueños. "Ahora tenía la oportunidad de abandonar esa ciudad estúpida y llegar a la Gran Ciudad. Solo allí podría convertirse en la mujer rica y adorada de la sociedad que sabía que estaba destinada a ser, y probablemente habría sido, si no fuese por el hijo que nunca quiso para empezar", escribe Wasson, que también relata las esporádicas visitas posteriores que solo hacían que agravar el trauma del pequeño, la sensación continua de abandono y el aroma a perfume caro que dejaba para alimentar su imaginación aún joven.

truman capote y gloria vanderbilt llegando al teatro
Truman Capote y Gloria Vanderbilt llegando al teatro//Getty Images

Esto no quiere decir que la madre de Truman Capote fuese su inspiración para crear a Holly Golightly. Al menos, nunca fue una referencia declarada. Sí se barajaron otros nombres, ya entre los conocidos del escritor en su etapa adulta, momento en el que orbitaba alrededor de ellas. Se habló de Joan McCracken, una bailarina que trabajó en el musical 'Oklahoma!' (que a Holly le encanta en la novela), era famosa por su comportamiento excéntrico y fue la exmujer de uno de los grandes amantes de Capote, Jack Dunphy. También Carol Marcus (posteriormente Carol Grace, y luego Carol Matthau...), una amiga habitual del autor con la que solía quedar bien temprano en el Gold Key Club, y, después de una larga, caminar rumbo a la joyería Tiffany's en la Quinta Avenida para disfrutar de unos donuts y café enfrente del escaparate. Una imagen que nos suena bastante.

La lista sigue con otros nombres como Gloria Vanderbilt, Bee Dabney, Suzy Parker, Oona O'Neill y sobre todo Doris Lilly, que en el libro 'Truman Capote: In Which Various Friends, Enemies, Acquaintances and Detractors Recall His Turbulent Career' de George Plimpton de 1998 dijo: "Hubo muchas preguntas sobre quién era la Holly Golightly original. Pamela Drake y yo vivíamos en este edificio de piedra rojiza en la East 78th Street, exactamente el de la novela. Truman solía venir todo el tiempo y verme maquillarme antes de salir... Hay muchísimo de mí en Holly Golightly. Hay mucho más de mí que de Carol Marcus y una chica llamada Bee Dabney, una pintora. Más de mí que cualquiera de estas dos mujeres. Lo sé". Algo de razón tenía: su único crédito como actriz es en la película 'Por el valle de las sombras (The Story of Dr. Wassell)', la misma que Holly abandona en Los Ángeles para irse a Nueva York. Pero da la sensación de que todas las amigas de Capote se creían la inspiración para su personaje más célebre. Y todas tenían razón. Y todas se equivocaban.

una de las imágenes de audrey en 'desayuno con diamantes' que tenemos grabada en nuestra memoria pero pocas veces nos habíamos fijado en sus pies, con unos salones negros con hebilla
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Lo más seguro es que la protagonista de 'Desayuno con diamantes' fuese una mezcla de todas las mencionadas, incluida Lillie Mae Nina. Por algo Capote se hizo un nombre en la literatura creando híbridos entre la realidad y la ficción (el mejor ejemplo: 'A sangre fría') y por eso no nos extrañaría que esta novela esté llena de momentos, frases, personajes y lugares reales extraídos de sus memorias, de cuando esperaba en la habitación de alguna amiga estirado en la cama mirando cómo se hacía un moño derramando la ceniza de su cigarrillo por el tocador, de alguna anfitriona que conoció en una fiesta mientras sostenía a su gato sin nombre, de aquella socialité que acabó enganchando a un empresario brasileño y fue la comidilla de los cafés del Upper East Side durante un par de semanas. Quién sabe.

Lo que todas ellas tienen en común, eso sí, es algo importante en Holly Golightly: tras el glamour, había un profunda soledad y tristeza. Había supervivencia, ilusiones algo rotas y orgullos heridos entre estas jóvenes modelos, actrices, socialités o periodistas que llegan a la ciudad con la esperanza de convertirse en alguien, de ingresar en los mejores círculos, de rodearse de la élite de sus sueños y no tener que preocuparse por llegar a fin de mes. Es lo que Holly soñaba cuando leía las revistas de moda en su granja, cuando todavía era Lulamae y sentía que la verdadera felicidad estaba en otro lugar.

Son las mismas emociones y frustraciones del propio Truman Capote. En una entrevista con Vanity Fair le preguntaron a Wasson si sabría identificar al escritor en la historia de la novela. Y él respondió: "Capote está en todas partes. Él es Holly. Él es el narrador. Él es la chica que no puede encontrar un hogar y es el hombre que sueña con su poder y popularidad. Es el periodista que quiere capturar a este tipo de chica neoyorquina. Y él es el hijo cuya propia madre ayudó a definir la historia del pasado de Holly. Su interés está en la personalidad, en informar y en el sentimiento de pérdida que invade el libro".

preview for Audrey Hepburn: El eterno encanto

Hollywood, una heroína moderna y lo que quedó fuera

Que la película de Blake Edwards estrenada en 1961 no fuese tan rompedora como el libro (y que a Truman Capote le diesen ganas de vomitar al verla) no quiere decir que no fuese revolucionaria a su manera. Las diferencias eran inevitables: ¿cómo convertir en película de vocación 'mainstream' un relato con apenas eventos, una heroína cuestionable y un final terriblemente ambiguo e infeliz? El guionista George Axelrod consiguió adecuarla a los estándares de la comedia romántica hollywoodiense (una relación heterosexual, un final feliz, omisión de los hechos más incómodos y, al menos, una escena dentro de Tiffany's para justificar ese título) pero al mismo tiempo conservando la esencia de la novela.

Y es que lo que consiguió 'Desayuno con diamantes', la película, fue notable: presentar un nuevo tipo de heroína (interpretada para la eternidad por la genial Audrey Hepburn) tan glamurosa como caótica, tan carismática como irritante, tan chic como desequilibrada, que va abriéndose camino entre borracheras y líos de una noche, con un pasado complejo e insinuaciones reiteradas a la prostitución (tanto femenina como masculina). La gran pregunta de esta producción es: ¿cómo es posible que la dejaran salir adelante? ¿Cómo aceptaron los encorsetados estudios de Hollywood algunos de sus aspectos más controvertidos?

póster de la película desayuno con diamantes
Movie Poster Image Art//Getty Images

Era una época en la que el Código Hays (que regulaba lo que se podía ver y lo que no en la gran pantalla para considerarse aceptable para su exhibición) seguía vigente, por lo que, como ha contado su guionista, decidieron convertir a Paul (interpretado por George Peppard) en una especie de gigoló de lujo e incluir muchas escenas sexuales en la primera versión del guion. Así, los censores se entretuvieron tanto tachando esas partes deliberadamente puestas para ellos que dejaron en paz todas las referencias sutiles sobre la vida sexual de Holly. Desde luego, en Hollywood había que saber cómo surfear sobre el libro de las reglas inamovibles.

Lo que quedó fue rompedor, aunque dentro de unos límites suficientes para que muchos espectadores pudiesen engañarse a ellos mismos sobre quién es realmente la protagonista de la historia: Holly Golightly era una 'call girl' de 19 años. Que no nos confunda la fabulosa treintena de Hepburn, porque el personaje es en realidad una post-adolescente traumatizada, a la que indujeron en el matrimonio a los 14 años y que encontró en los grandes sueños de la Gran Manzana su vía de escape. Una mujer que se queda embarazada en cierto momento de la historia, sufre un aborto y casi es encarcelada porque ha estado colaborando con una mafia criminal por un centenar de dólares a la semana. Una escort que de vez en cuando tiene que huir de su propio piso porque el tipo que ha traído, y que le ha pagado "dinero para el tocador", se ha puesto demasiado violento. La película muestra unas cosas y otras no, pero desde luego lo suaviza lo suficiente como para poder disfrutar del romance y la comedia sin amargarnos la noche pensando en dramas fuera de los códigos morales dominantes en la sociedad de la época.

En esencia, esa es la diferencia real entre las dos historias: la moraleja. El libro de Capote, aún contado desde la perspectiva del personaje masculino, deja espacio a Holly para ser ella misma. Y ni una sola vez se traiciona: abraza su propia desorientación vital y persigue la comodidad económica y lujo que sabe que quiere para su vida. Esos parámetros que permitirán que pueda por fin ponerle nombre al gato. En la película, sin embargo, su historia se convierte en un cuento con moralina sobre cómo no puede seguir viviendo de esa manera, contándonos que en realidad se ha enamorado profundamente de su vecino y que ahora es él, y no todo lo que habita en sus sueños, ese lugar que puede llamar hogar. Pierde su vuelo a Brasil, triunfa el amor, encuentra al gato entre las cajas de cartón de un callejón y comen perdices.

Pero Holly, la verdadera, nunca hubiese acabado de esa manera. De hecho, no tenemos ni idea de qué fue de ella. Solo un lugar, Buenos Aires, que en sus propias palabras: "No es Tiffany's, pero casi". El último deseo del narrador (de Paul, de Truman Capote) es que Holly haya encontrado "ese lugar al que pertenece". Y es que esa ha sido y seguirá siendo su gran búsqueda.

audrey hepburn como holly golightly en desayuno con diamantes
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