No hay que entender ‘Climax’. Eso es lo primero que se debería decir a cualquiera que vaya a verla. Para quien no conozco el cine del francés Gaspar Noé y llegue a la película por sus buenas críticas en la Quincena de Realizadores de Cannes (donde ganó), por los impresionantes números de baile o por ver la nueva metamorfosis de Sofia Boutella, hay que decirle que el término enfant terrible se inventó para artistas como el francoargentino. Si en algo ha pensado en el público no es en gustarle, entretenerle o educarle, sino en provocarle, en castigar su búsqueda de comodidad o relajación.

En su primer largometraje, 88 minutos, el cineasta comenzaba con un reloj que daba la cuenta atrás al público para que abandonase la sala. Era 1998, hace veinte años, y la película se llamaba ‘Solo contra todos’, pero el francés ya tenía muy claro que no quería conquistar a las masas con sus películas. Nunca volvió a advertir de ello. Quizás por eso más de uno y más de dos se encontró de bruces con una de las escenas más duras de la historia del cine. La película esta vez se titulaba ‘Irreversible’ (2002) y prometía una atractiva cantidad de sexo y carne proveniente de su pareja protagonista, Vincent Cassel y Monica Bellucci. La había, sí, pero a través de una larguísima escena de violación en plano fijo que nos hizo retorcernos de impotencia en la silla. En ‘Love’ (2015), su película más machacada por la crítica, directamente eyaculaba al espectador en la cara gracias al 3D.

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Si con estas referencias aún te quedan ganas de ver la película es que eres justo el espectador adecuado para ello. Ya podemos decir que si quieres vivir una experiencia cinematográfica este 2018, ‘Climax’ es tu película. Sí te gusta el cine terrorista, discutir al salir de la sala, verte desnudo, incómodo, buscar respuestas o más preguntas en FOTOGRAMAS… está es tu película. Podríamos volver la vista a atrás, a películas como ‘Holy Motors’ (Leos Carax, 2012), ‘The Neon Demon’ (Nicolas Winding Refn, 2016) o ‘Madre!’ (Darren Aronofsky, 2017) y ponerlas como referencia, pero es precisamente la singularidad de cada una de estas películas la cualidad esencial de las mismas.

ENTENDIENDO CLIMAX

preview for Tráiler de "Clímax" de Gaspar Noé

Para conseguir nuestra meta, si es que en esta película se puede hablar de objetivos, lo primero sería decir de qué va: es 1996 y un grupo de bailarines acaba de finalizar tres días de ensayo en un gran internado vacío. Fuera nieva y ellos celebran el fin de sus intensas jornadas de trabajo con una fiesta en la que seguirá el baile, un dj y mucha, mucha, sangría.

Con este argumento podríamos decir que la nueva película de Noé es un musical y en gran medida así es. La mayoría de actores son bailarines profesionales y solo Sofía Boutella es también un rostro conocido de la interpretación. Juntos abren la fiesta con el último ensayo del baile, grabado en un impresionante plano secuencia que hace bailar a la cámara al impresionante nivel desplegado por sus protagonistas. Todo es perfecto, justo, calculado, ensayado y de manual. Ya no volveremos a ver nada parecido.

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Aunque ‘Climax’ no está narrada marcha atrás como sí sucedía en ‘Irreversible’, dos imágenes salpican la apertura de la película para advertirnos de que el final de la fiesta no será precisamente tranquilo. Un plano cenital nos muestra un cuerpo que se arrastra manchando la nieve de rojo sangre. Después, directamente, pasamos a una televisión de cátodo, rodeada de libros y películas en VHS. ¡Pista! Recordad que son los años noventa. ¡Otra pista! Las películas y libros que rodean a la televisión por la que desfilan las pruebas de casting de cada uno de los bailarines ('Saló o los 120 días de sodoma', ‘Suspiria’, 'Un perro Andaluz' o ‘Posesión’) son las referencias, las bases de apoyo, que Noé, en una extraña muestra de solidaridad hacia el espectador, nos señala. También podríamos pensar que en ello hay algo de pista falsa. Después viene el señalado baile en plano secuencia y el inicio de la fiesta.

Empiezan a beber sangría y a bailar, salen a la luz los ligues, las envidias y las diferentes relaciones de un grupo de jóvenes que han estado tres días juntos, meneado sus cuerpos entre ellos y que ahora lo hacen con alcohol. Una bandera de Francia gigantesca llena la pared y los largos planos secuencia de steadicam que conforman la película se detienen para dejar paso a pequeños planos de dos o tres personajes. Este es el único momento que hay que ENTENDER ‘Climax’ mientras la vemos.

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Sí, son los años 90 pero no olvidemos que estamos en 2018. Noé une en su mensaje las dos épocas y a través de cada uno de los personajes se deduce el racismo, la situación LGTBI, las drogas o el machismo que estaba entonces y sigue ahora. La Francia de Le Pen vista desde la de Daft Punk. Ambas, con la bandera tricolor de fondo en una clara parodia destructiva de aquello de liberté, égalité y fraternité que parecen olvidar a cada momento.

Están la familia de hermanos, el travesti, la madre soltera, la futura madre soltera (o no), la pareja (de hermanos) inmigrantes, los homófobos, los violadores heterosexuales, los violadores homosexuales y sí, en medio de toda esta plantilla de desagradables personajes, Selva. No es casualidad que el único rostro conocido del reparto, Sofia Boutella (‘Kingsman: servicio secreto’, ‘La momia’, ‘Atómica’, etc), sea la líder del grupo de bailarines, pero también el personaje al que aferrarnos, al que sigue la cámara buscando una explicación, una seguridad al caos que la rodea. La única persona con la que el espectador se puede sentir todo lo cómodo que quiere ‘Climax’ que te sientas.

Selva (junto a nosotros), empezará a recorrer el internado salpicado de luces de neón, música electrónica y sangría. Sí Hitchcock llamaba McGuffin a aquello que justificaba que la historia de la película se pusiera en marcha, pero que en realidad a la propia película no le importaba, el de esta película es la sangría. Si tenemos que ‘entender’ es tan fácil como creer que todo lo que sucede lo ha provocado la sangría que alguien ha intoxicado con LSD. Ya nos quedamos más tranquilos. Pero, como decíamos al principio, ¡no hay entender ‘CLIMAX’!

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Gaspar Noé en el set de ’Climax’

NO ENTENDIENDO CLIMAX

Después de las grandes críticas que ha recibido en Cannes y Sitges, días antes de aterrizar en la cartelera, Gaspar Noé visitó Madrid para conversar con el público en un preestreno. Debido a la afluencia y la expectación, la cosa derivó en tres pases de sold out y un coloquio en el que el público exigía unas respuestas que el cineasta no iba a querer responder (¿si no lo hizo en la película por qué iba a hacerlo después de ella?). La actriz española Ana Rujas, que por lo visto asistió a los pases, daba buena cuenta en su Instagram no solo de su aprecio por la película sino sobre el coloquio:

Ayer después de ver ‘Climax’, había un coloquio con Gaspar Noé. Le hicieron varias preguntas que no entendí y que me parecían cortas de miras. El arte no necesita que tú lo entiendas, o que a todo le busques el sentido moral y correcto de por qué se hace. Los artistas no necesitan que te guste lo que ves.

Aunque su reflexión no se puede acoger como un mantra para todo el cine ni para todo el arte, sí que funciona a la perfección con ‘Climax’. Y es que, si nos fijamos en todo lo que decíamos anteriormente, su lectura social y apoyo intelectual, nos centraremos precisamente en lo peor de la película. Quedarse solo en entender ‘Climax’ sería una pena.

La película de Noé es una experiencia cinematográfica, un viaje alucinado que sube y sube; una montaña rusa en la que sabemos que se acaban las vías y aún así disfrutamos del viaje hacia el precipicio; una coreografía de planos secuencia que se van salpicando de bailes, contorsiones, cambios de luz, gritos, sexo, violencia y desesperación humana; un retrato de personajes tristes y desesperados que parecen solos pese a estar en grupo; un plano continuo de una noche de locura en donde la cámara está más tiempo de lado y boca abajo que recta. Una película que consigue absorberte y que parezca que, al salir del cine, después de una experiencia que jurarías ha sido en 3D y 360º, te cuesta creer que no has estado tú toda la noche de fiesta. Quizás por eso ‘Climax’ tiene lo mejor de dos mundos que suelen parecer opuestos, las videoinstalaciones de cine experimental y el cine de acción más cañero.

De esta forma, lo que podría parecer una de esas películas reducidas a un cierto target, para minorías se suele decir, se convierte en una película que cuando más se 'entiende' es cuando menos se piensa sobre ella, más se vive, se sufre y se disfruta. Porque ‘Climax’ es un musical de baile que ha conseguido hacer al género lo mismo que hizo Lars Von Trier en ‘Bailar en la oscuridad’ (2000) pero por el camino contrario, el del exceso. Porque Gaspar Noé ha hecho su mejor película y porque, en cierto sentido, no puedes evitar sentir al verla, que estás asistiendo a cine del futuro.

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Headshot of Rafael Sánchez Casademont
Rafael Sánchez Casademont

Rafael es experto en cine, series y videojuegos. Lo suyo es el cine clásico y de autor, aunque no se pierda una de Marvel o el éxito del momento en Netflix por deformación profesional. También tiene su lado friki, como prueba su especialización en el anime, el k-pop y todo lo relacionado con la cultura asiática.

Por generación, a veces le toca escribir de éxitos musicales del momento, desde Bizarrap hasta Blackpink. Incluso tiene su lado erótico, pero limitado, lamentablemente, a seleccionarnos lo mejor de series y películas eróticas. Pero no se limita ahí, ya que también le gusta escribir de gastronomía, viajes, humor y memes.

Tras 5 años escribiendo en Fotogramas y Esquire lo cierto es que ya ha hecho un poco de todo, desde entrevistas a estrellas internacionales hasta presentaciones de móviles o catas de aceite, insectos y, sí, con suerte, vino. 

Se formó en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. Después siguió en la Universidad Carlos III de Madrid con un Máster en Investigación en Medios de Comunicación. Además de comenzar un doctorado sobre la representación sexual en el cine de autor (que nunca acabó), también estudió un Master en crítica de cine, tanto en la ECAM como en la Escuela de Escritores. Antes, se curtió escribiendo en el blog Cinealacarbonara, siguió en medios como Amanecemetropolis, Culturamas o Revista Magnolia, y le dedicó todos sus esfuerzos a Revista Mutaciones desde su fundación. 

Llegó a Hearst en 2018 años y logró hacerse un hueco en las redacciones de Fotogramas y Esquire, con las que sigue escribiendo de todo lo que le gusta y le mandan (a menudo coincide). Su buen o mal gusto (según se mire) le llevó también a meterse en el mundo de la gastronomía y los videojuegos. Vamos, que le gusta entretenerse.