La historia del cáncer: miles de años de convivencia y lucha contra la enfermedad - Salud
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La historia del cáncer: miles de años de convivencia y lucha contra la enfermedad

Imagen de archivo. Fotografía microscópica de células en un tumor de cáncer de seno, publicadas en 2016 por el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos.
Imagen de archivo. Fotografía microscópica de células en un tumor de cáncer de seno, publicadas en 2016 por el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos. © Ewa Krawczyk / AP

La primera evidencia de un homínido con cáncer nos traslada a 1,7 millones de años atrás. Fueron los griegos quienes lo describieron como un cangrejo, dándole el nombre de "cáncer". El médico persa Ibn Sina escribió por primera vez sobre la metástasis. En el siglo XX, las dos guerras mundiales dieron paso a la quimioterapia. Hoy en día, nuevos tratamientos y herramientas contribuyen a sobrevivir cada vez más esta enfermedad.

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Es solo un hueso de un pie del dedo izquierdo. Hallado en 2016 en Sudáfrica, con 1,7 millones de años de antigüedad, presentaba unas deformaciones extrañas que encerraban un dato clave: el homínido al que perteneció, de una especie que no se puede determinar, sufría osteosarcoma. Se trata de un cáncer especialmente agresivo que ataca los huesos y que aparece todavía hoy en día sobre todo en niños y jóvenes.

Esta evidencia es el caso más antiguo documentado de cáncer en humanos (o sus parientes más cercanos) y nos recuerda que esta enfermedad no es exclusivamente una dolencia moderna. A pesar de que la prolongación de la esperanza de vida y los cambios de hábito de las sociedades en los últimos cien años han provocado que los casos aumenten, nuestras células pasan de ser sanas a reproducirse incontrolablemente y convertirse en malignas desde el inicio de los tiempos. 

En el papiro de Edwin Smith, escrito alrededor del tercer milenio antes de Cristo, el sacerdote y científico egipcio Imhotep detalló lo que se considera la primera descripción de un cáncer. Habla de una "masa" en el seno de una persona que crece y que no responde a tratamiento alguno. También explica que intentaban extirparlo con cuchillos. 

Miles de años después, en el 400 a. C. en Grecia, Hipócrates, conocido como uno de los padres de la medicina occidental, fue quien le dio nombre al cáncer: viene de 'karkinos', cangrejo en griego, a raíz de la similitud entre el animal y cómo se presentan algunos casos de metástasis. A pesar de que la palabra llegó hasta nuestros días, no fue así con las teorías hipocráticas sobre las causas de la enfermedad: el médico griego creía que el cáncer lo provocaba un desequilibrio en el cuerpo de los "humores", de los fluidos corporales.

Durante siglos, la humanidad siguió conviviendo con la enfermedad, aunque sin entenderla completamente y sin tener muchas herramientas para combatirla. Entre el siglo X y XI d. C. se sabe que se practicaron mastectomías. En un manuscrito, el científico persa Ibn Sina (Avicena, según su nombre occidentalizado) describía cómo un tumor volvió a crecer en un seno después de que el otro le hubiera sido extirpado a la paciente. En su escrito, Ibn Sina teorizaba sobre cómo sucede la metástasis: 

"La paciente se había curado por cirugía. Después, el otro seno estuvo afectado por el tumor. Al respecto, digo que el otro seno estaba afectado o que materia cancerosa se desplazó del primer seno o otros órganos al segundo, antes del corte. En mi opinión, la segunda teoría es más probable".

El cáncer, ¿una enfermedad contagiosa?

La teoría hipocrática de los "humores" persistió en la medicina occidental durante siglos. En un momento dado, algunos científicos teorizaron en el s. XVII que el cáncer era contagioso, ya que varios integrantes de una misma familia lo sufrían. Eso los llevó a recomendar cuarentenas para los enfermos, unas cuarentenas que ahora sabemos que son inútiles y que esos "contagios" probablemente se debían a las características hereditarias genéticas de algunos tipos de cáncer. 

El método científico y los microscopios dieron un empujón a la investigación alrededor de la enfermedad: se comprendió que las células se reproducían incontrolablemente, provocando los tumores, y que se extendía por el cuerpo. 

También se empezó a establecer algunos de los primeros vínculos causales. Por ejemplo, se descubrió que el hollín y el carbón tenían relación con el cáncer de pulmón que desarrollaban muchos trabajadores en las grandes ciudades de la época de la industrialización. Hoy en día, el cáncer de pulmón sigue siendo el más mortífero en el mundo, y el tabaco el principal factor de riesgo evitable.

De la bomba a la quimioterapia

Comprender las causas de la enfermedad y sus mecanismos de desarrollo abrió la puerta a idear tratamientos contra el cáncer. Por ejemplo, en uno de los giros de guión más rocambolescos de la historia, las guerras mundiales tuvieron un papel clave en el desarrollo de la quimioterapia, la terapia que revolucionó la tasa de supervivencia de la enfermedad en el siglo XX y que, todavía a día de hoy, es una de las herramientas principales en la lucha contra el cáncer.

Lo desencadenó un bombardeo alemán sobre la ciudad de Bari, en el sur de Italia, en 1943. En el puerto italiano se encontraban diecisiete barcos estadunidenses. Las bombas los mandaron al fondo del Mediterráneo sin saber que, dentro de las embarcaciones, había toneladas de gas mostaza. Este agente químico, cuyo uso ya se había prohibido internacionalmente para ese entonces, se conoce por generar quemaduras e irritaciones en la piel, en los ojos, por provocar náuseas y, en caso de exposición larga, por afectar el sistema nervioso de las personas. 

La población de Bari se vio expuesta, sin saberlo, a este peligroso gas, con consecuencias catastróficas para su salud. Un grupo de científicos estadounidenses viajaron a la ciudad italiana para comprender mejor los efectos del desastre y se dieron cuenta de un punto en común en las autopsias pero también en los supervivientes: registraban un nivel extremadamente bajo de glóbulos blancos. 

Ahí nació la idea. Estas células, claves en el sistema inmune, se reproducen de una forma especialmente rápida, incluso parecida a la división descontrolada de las células cancerígenas. Si el gas mostaza había ralentizado, o incluso parado la reproducción de los glóbulos blancos, ¿por qué no podría hacer lo mismo contra los tumores?

Años de investigación y de refinamiento han permitido aislar los químicos que mejor funcionan para frenar la metástasis y para dirigirla específicamente contra las células cancerosas, dando pie a la quimioterapia. 

Hoy en día, el cáncer es la principal causa de mortalidad en el mundo y se lleva cada año 10 millones de vidas. Sin embargo, la tasa de supervivencia es cada vez más alta, gracias al progreso científico de miles de investigadores alrededor del mundo. Un progreso científico que empezó hace miles de años.

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