Biografia de Urraca Fernández

Urraca Fernández

(1033 - 1101) Infanta de Castilla. Era hija de Fernando I de Castilla y de Sancha I de Le�n. La figura que ha trazado de ella la historiograf�a castellana resulta extremadamente controvertida y aparece por completo te�ida de elementos legendarios.

El testamento de Fernando I (muerto en 1065) entreg� a Urraca y a su hermana Elvira sendos infantazgos que inclu�an el patronato sobre los principales monasterios de Le�n y Castilla, a fin de que se mantuvieran con sus rentas hasta que contrajeran matrimonio. No existe ning�n indicio hist�rico de que Urraca recibiera, adem�s, el se�or�o sobre la ciudad de Zamora, a la que ha quedado para siempre ligado su personaje. En cambio, se sabe que obtuvo como dotaci�n a la muerte de su padre los derechos se�oriales sobre Covarrubias, Santa Eugenia, Villas Ermegildo y Alb�n. La condici�n testamentaria de que las infantas disfrutaran de estas riquezas �nicamente mientras permanecieran solteras, influy� sin duda en el hecho de que ninguna de ellas llegara a casarse.

El testamento de Fernando I iba a ser causa de graves discordias entre sus hijos varones, y en estas disputas desempe�ar�a un papel decisivo la infanta Urraca. En efecto, Fernando I dispuso el reparto de sus reinos entre sus tres hijos varones: Sancho recibi� Castilla; Alfonso, Le�n, y Garc�a, el reino de Galicia. Pero tanto Alfonso VI como Sancho II deseaban mantener unidos los reinos bajo un solo mando. Sancho estaba decidido a revocar el testamento de su padre, invocando el derecho exclusivo de sucesi�n que le asist�a como primog�nito. La creciente tensi�n entre Sancho y Alfonso culmin� en la batalla de Llantada, en julio de 1068, cuyo resultado fue indeciso.

En 1071, Alfonso VI y Sancho II acordaron despojar a su hermano Garc�a de Galicia. Pero Sancho se apropi� del t�tulo real, lo que fue origen de una nueva crisis. Ambos hermanos acordaron dirimir sus disputas en un �nico encuentro, el riepto de Golpejera. Alfonso VI fue derrotado y enviado prisionero al castillo de Burgos, mientras Sancho se hac�a coronar rey en Le�n.

Con ello quedaba anulado el testamento de Fernando I, en beneficio del mayor de sus hijos. En este momento intervino Urraca Fern�ndez. Desde el inicio de las luchas sucesorias, Urraca se hab�a decantado a favor de su hermano Alfonso, en cuya corte leonesa resid�a junto a su hermana Elvira y su madre, do�a Sancha.

Seg�n las cr�nicas, Urraca sent�a una apasionada predilecci�n por su hermano Alfonso, que la llev� a intervenir en pol�tica para asegurar su triunfo sobre Sancho II. La infanta trat� de mediar entre sus hermanos y rog� a Sancho que liberara a Alfonso, a lo que aqu�l accedi�, no sin antes hacerle prestar juramento de fidelidad. Alfonso march� exiliado a su reino vasallo de Toledo, donde permaneci� ochos meses, seg�n las cr�nicas, durante los cuales Urraca prepar� su restablecimiento en el trono.

A fines del verano de 1072, Urraca conspir� desde Zamora -ciudad que pertenec�a al condado de Pedro Ans�rez, su principal colaborador pol�tico-, con la intenci�n, al parecer, de promover una revuelta generalizada del reino leon�s contra Sancho II. El rey acudi� con sus huestes y puso cerco a las formidables murallas de Zamora. Pero el 7 de octubre de 1072, un caballero zamorano, de nombre Vellido Adolfo o Dolfos, se introdujo en el campamento de los sitiadores e hiri� de muerte al rey.

Esta tradici�n en torno al asesinato de Sancho II parece en su mayor parte ap�crifa y posiblemente deba su origen a la propaganda antileonesa de la monarqu�a castellana del siglo XII, �poca en que quedaron fijados los poemas y cr�nicas que desarrollan este tema. En cualquier caso, la desaparici�n de Sancho II puso fin al cerco de Zamora y dej� a Alfonso VI el camino expedito para la dominaci�n de los tres reinos de su padre.

Mientras los castellanos se retiraban, Urraca mand� llamar a Alfonso para que se apresurara a reclamar sus derechos sucesorios. Alfonso acudi� a Zamora, donde se reuni� con los magnates leoneses, gallegos y portugueses que hab�an apoyado la rebeli�n. Desde all� parti� hacia Le�n, donde celebr� una curia extraordinaria -a la que tambi�n asisti� Urraca- y reclam� la totalidad de la herencia de Fernando I. Sin embargo, pesaba sobre �l la sospecha del fratricidio, por lo que, seg�n la tradici�n, algunos nobles castellanos (entre ellos, Rodrigo D�az de Vivar) le exigieron que jurara no haber participado en la muerte de Sancho II.

Entretanto, Garc�a hab�a regresado a Galicia, considerando que el nuevo cariz de los acontecimientos le permitir�a recuperar su reino. Al parecer, Urraca aconsej� a Alfonso que tendiera una celada a su hermano menor. En efecto, en febrero de 1073 Garc�a y Alfonso VI mantuvieron una entrevista, en cuyo transcurso el primero fue apresado y posteriormente encerrado en el castillo de Luna, donde morir�a en 1090. Alfonso VI qued� as� como due�o y se�or de Castilla, Le�n, Asturias, Galicia y Portugal.

Aunque resulta dif�cil estimar el papel que desempe�� Urraca Fern�ndez en estos acontecimientos oscuros, es indudable que la infanta ejerci� una gran influencia sobre Alfonso VI, muy superior a la de las esposas de �ste, Constanza y Berta. Es posible que fuera el propio Alfonso quien entregara el dominio sobre Zamora a Urraca tras la muerte de Fernando I, con el tratamiento de reina, y parece probado que la infanta intervino activamente en pol�tica al menos hasta 1095.

Sin embargo, su biograf�a aparece desvirtuada por el mito. La tradici�n no s�lo la hace responsable del asesinato de su hermano mayor -que beneficiaba principalmente a Alfonso VI-, sino que tambi�n le atribuye otros comportamientos indignos: seg�n otra leyenda, Urraca habr�a estado rendidamente enamorada de Rodrigo D�az de Vivar, y habr�a sido el despecho de la infanta la causa de las vejaciones que sufrieron �ste y su esposa durante el reinado de Alfonso VI.

La Historia Silense, en cambio, pinta a Urraca Fern�ndez como una mujer piadosa cuya vida fue ejemplar, salvo el episodio de la revuelta contra Sancho II. La infanta pas� sus �ltimos a�os en retiro conventual. Fue enterrada a su muerte, acaecida cuando contaba 68 a�os, en el monasterio de San Isidoro de Le�n.

C�mo citar este art�culo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].