Barry Gibb | Las confesiones del único superviviente de los Bee Gees: «No acabo de estar en paz conmigo mismo» - XL Semanal
';

Barry Gibb La banda sonora de una generación Las confesiones del único superviviente de los Bee Gees: «No acabo de estar en paz conmigo mismo»

Sus canciones desinhibieron a toda una generación... o a varias. El único Bee Gees que sigue vivo tiene 76 años. Barry Gibb revisa éxitos y fracasos, la tensa relación con sus hermanos y las claves de una banda que alcanzó cotas en el negocio solo al alcance de los Beatles.

Por Jane Mulkerrins | Fotografía: Danny Clinch

Lunes, 05 de Diciembre 2022

Tiempo de lectura: 9 min

La mejor noche de toda mi vida». Así describe Barry Gibb su aparición en el Festival de Glastonbury en 2017. Salió al escenario, dentro de la sección Leyendas, y se metió al público en el bolsillo. Entonó los éxitos de los Bee Gees –Tragedy, Stayin' alive, Night fever...– nada menos que 40 años después del estreno de Fiebre del sábado noche, cuya banda sonora disparó la fama del grupo a niveles estratosféricos, mientras el público coreaba sus canciones. «No podía imaginar que la gente se lo tomara tan de corazón –confiesa–. En la vida me he sentido tan feliz sobre un escenario».

Gibb, de 76 años, es el último de los Bee Gees, el único superviviente del trío. Maurice murió en 2003 de un ataque al corazón. Su hermano gemelo, Robin, en 2012, de cáncer. El benjamín de los Gibb, Andy, que hizo carrera en solitario, murió en 1988, cinco días después de cumplir los 30 y tras una larga adicción a la cocaína. «Soy el mayor y lo lógico es que me hubiera ido el primero –reflexiona Barry–. A veces me siento un tanto culpable, la culpabilidad típica del superviviente».

Mientras habla por Zoom desde el estudio que tiene en su casa de Miami, Barry sigue haciendo gala de una envidiable mata de pelo, ahora blanca, eso sí. Gibb y su mujer, Linda, con quien lleva 52 años casado, tienen cinco hijos y siete nietos.

«Tan solo me arrepiento de que al final los hermanos no nos lleváramos bien. No termino de estar en paz conmigo mismo»

Tras la muerte de sus hermanos perdió el interés por interpretar los éxitos que crearon juntos. «Robin insistía en que siguiésemos como los Bee Gees después de que Mo se fuera. Yo no podía estar más en desacuerdo. Podíamos ser Barry y Robin, o Robin y Barry. Pero no podíamos ser los Bee Gees sin Mo. Luego, tras el fallecimiento del propio Robin, pasé tiempo sin ganas de nada. No tenía fuerzas. No quería seguir con la música por mi cuenta».

Hasta que un día, Linda terminó por hartarse. «¿Por qué no mueves el culo y haces algo? –le dijo–. Sabes que puedes hacerlo, así que hazlo. Deja de arrastrarte por la vida». Volvió al estudio y compuso un álbum en solitario: In the now, lanzado en 2016.

alternative text
El hermano que se salvó. Aunque fueran un trío, Barry Gibb siempre fue el rostro de la banda, la voz cantante y el compositor principal. A diferencia de sus hermanos, Maurice, Robin y Andy, que tuvieron serios problemas con el alcohol y las drogas, Barry echó el freno.

Sin embargo, su último disco, Greenfields, lanzado en 2021, nada tiene de solitario. Es una colección de temas de los Bee Gees interpretados por Barry y una constelación de estrellas del country. Incluye dúos con Keith Urban, Alison Krauss, Brandi Carlile y con la reina, Dolly Parton. ¿Sigue siendo capaz de entonar sus tan celebérrimos falsetes? «Claro que sí, ningún problema –asegura–. No lo ensayo mucho en casa ni en ningún otro lugar. Pero el falsete sigue en su sitio, presto a salir a la luz cuando haga falta».

El éxito comercial de los Bee Gees nunca se tradujo en reconocimiento de la crítica. Pregunto a Barry: ¿en su día le molestaba? ¿Le molesta hoy? «Cuando era joven, me molestaba por cualquier cosa. Pero con los años aprendes a protegerte, te curtes, y nada curte tanto como el fracaso. Hubo épocas en las que no estábamos de moda, no pintábamos nada, no programaban nuestras canciones en la radio. Tampoco nos lo tomábamos como una afrenta personal. Lo que hacíamos era ponernos a trabajar otra vez. Si una grabación tenía éxito, estábamos eufóricos. Si no, nos comíamos un rosco, ¿qué le íbamos a hacer? Con el tiempo te curtes».

alternative text
Compañera vital. Linda Gray es algo más que su esposa desde hace 52 años. Además de apoyarlo siempre, gracias a ella se mantuvo alejado de las drogas. Tienen cinco hijos y siete nietos.Foto: Getty Images

Ahora se da cuenta de que su música ha alcanzado mucha mayor longevidad de la esperada. «El otro día mi hija iba en coche y en la radio pusieron Stayin' alive. Subió el volumen, bajó las ventanillas ¡y la gente se puso a bailar en la acera! Por extraño que resulte, estas canciones forman parte de la cultura de hoy. Y, claro, me siento orgulloso. ¡No voy a pedir perdón por haber obtenido seis números uno seguidos en Estados Unidos!». Un récord que tan solo comparten Paul McCartney y John Lennon.

Hijos de un batería fracasado

Los hermanos Gibb y su hermana Lesley nacieron en la isla de Man y crecieron en Mánchester. Su padre, Hugh, era un batería que no alcanzó mucho éxito. Gibb recuerda que, con 8 años, un día andaba con dos de sus hermanos y, de pronto, les dijo que quería ser un cantante famoso. «Robin y Maurice me dijeron: 'Ah, qué bien, ¿nosotros también podemos serlo?'. Y yo respondí: '¡Pues claro, los tres nos haremos famosos!'»

A los 9 años le regalaron una guitarra por Navidad. «No tuvimos que aprender a cantar en armonía. La cosa salió sola –recuerda–. Empecé a escribir canciones y a enamorarme de la idea de crear una canción de la nada».

Bajo el nombre de The Rattlesnakes (Las Serpientes de Cascabel), los Gibb comenzaron a tocar por su barrio. Luego la familia emigró a Australia, donde el trío se fogueó en hoteles y pequeños clubes. «Fueron los años más felices de mi juventud –asegura–. Yo, en realidad, no tenía ganas de irme de Australia, pero estaba claro que allí no íbamos a tener proyección internacional. Y estábamos empeñados en triunfar a lo grande».

De regreso a su Inglaterra natal, Brian Epstein –el representante de los Beatles– les dijo que no estaba interesado en llevarlos. Otro, Robert Stigwood, sí que lo estuvo. Firmaron con él y el segundo disco sencillo que grabaron, To love somebody, los dio a conocer en todo el país. Con el tiempo, la canción fue versionada por Nina Simone, Janis Joplin, Rod Stewart y Michael Bolton, entre otros.

Los frutos no tardaron en llegar: Barry se compró un Rolls-Royce, un Bentley y un Lamborghini. Tan solo tenía 21 años, tres más que sus dos hermanos, pero la vida era una fiesta: copas, drogas, chicas guapas... «Siempre había alguien que te ofrecía algo –rememora–. A ti te tocaba decir que no, gracias. Para no perderte. Es imposible escribir grandes canciones si andas perdido por la vida. Eso no funciona. La gente cree que sí, pero no». Pero se lo pasó bien, ¿no? «No voy a negarlo», dice entre risas.

alternative text
Primer éxito. Portada de su primer disco, lanzado en 1965 en Australia. Allí obtendrían, un año después, su primer número uno.

A diferencia de Maurice y de Robin, que tuvieron serios problemas con el alcohol y las anfetaminas, respectivamente, y de Andy, cuya adicción acabó en el cementerio, Barry echó el freno. «De no haber contado con Linda, habría seguido el mismo camino. Todos teníamos los mismos demonios interiores. Pero Linda se plantaba, no lo toleraba. Si me presentaba en casa con algo raro, lo tiraba por el retrete».

Con la fama, a finales de los sesenta, llegaron los problemas. «Un montón de profesionales del negocio empezaron a entrometerse en los asuntos de la familia. A crear conflictos. Individuos que se decían tus amigos, que te susurraban al oído y aseguraban que tenías que volar solo, que tus hermanos eran un lastre. Cada uno de nosotros quería triunfar por su cuenta. Supongo que pasa lo mismo en todos los grupos. Pero el problema se complica en una banda formada por hermanos porque cada uno rivaliza con los demás y quiere ser el líder».

La maldición de las baladas

Estuvieron casi dos años sin hablarse y cada uno se embarcó en una carrera en solitario, con éxito desigual. Pero la banda se reunió en 1970, y un año después consiguió su primer número uno en Estados Unidos con How can you mend a broken heart. Sin embargo, tan solo tres años más tarde, las emisoras de radio dejaron de poner sus baladas. «Pensábamos que estábamos acabados. En este negocio no sueles durar más allá de cinco años. Hay quien solo tiene un éxito en toda su carrera. Pero no queríamos rendirnos. Nos propusimos seguir adelante como fuera».

'Mi mujer no toleraba las drogas. Es imposible escribir grandes canciones si andas perdido por la vida'

Para seguir adelante necesitaban, eso sí, un sonido más fresco. Stigwood sugirió un cambio de aires y propuso que se instalaran una temporadita en Miami.  Allí registraron Jive talkin', un pegadizo tema en las antípodas de las baladas que los habían hecho célebres. Stigwood tuvo el olfato de distribuir el disco entre las emisoras con una anónima cubierta blanca sin el nombre del grupo. Con el resultado de que fue número uno en Estados Unidos. Se acababa la travesía del desierto de casi cinco años. Los Bee Gees habían vuelto.

Un par de años más tarde, Stigwood les propuso escribir unas cuantas canciones de prueba para la banda sonora de una película protagonizada por John Travolta. «Ni siquiera nos dejaron ver el guion», recuerda Gibb. Grabaron Night fever, If I can't have you, More than a woman, How deep is your love y Stayin' alive en poco más de un fin de semana. El álbum Saturday night fever se convirtió en la banda sonora más vendida de la historia (solo superada años después por la de El guardaespaldas). «Nos vimos catapultados a otro nivel. Y de golpe»

alternative text
El año de gloria. Los Bee Gees con su hermano Andy en 1977. Ese año, el trío sumó cinco números uno y Andy, otro más. Los cuatro fueron a recibir el premio Billboard que honró semejante logro.Foto: Getty Images

Nadie podía suponer que la trayectoria de los Bee Gees pronto daría nuevos bandazos espectaculares. Su álbum de 1979, Spirits having flown, también se vendió como churros. Los Bee Gees viajaban en avión privado y actuaban en estadios llenos hasta la bandera, pero las cosas se torcieron. La música disco cada vez tenía más detractores. «Al final de cada década, la gente tiene propensión a rechazar lo de la anterior –sentencia, encogiéndose de hombros–. Teníamos claro que todo aquello ya había pasado antes. No nos preocupaba demasiado».

Entonces, Barbra Streisand entró en escena y pidió a Barry que le compusiera y produjera un nuevo álbum, Guilty, cuyo sencillo, Woman in love, les valió un premio Grammy. A partir de ahí, los Bee Gees empezaron a componer un éxito tras otro para todo quisque: Diana Ross, Dionne Warwick, Kenny Rogers, Dolly Parton... El resultado: Gibb es hoy, oficialmente, el segundo compositor con más discos vendidos de la historia, después de Paul McCartney.

Hermanos pero no amigos

Su éxito como compositores los animó a volver a grabar como grupo. Invitaron a Andy a unirse a la banda, pero murió antes de que los Bee Gees pudieran convertirse en cuarteto. Barry era el que estaba más unido a Andy. «Yo era el mayor y él, el menor, pero gravitábamos el uno hacia el otro. Se asentó en Inglaterra con la idea de relanzar su carrera, pero los demonios pudieron con él. Yo le decía que volviese a América, pero ya era demasiado tarde. La última conversación que tuvimos no fue precisamente bonita». El recuerdo entristece a Barry Gibb, quien en su día declaró: «Tan solo me arrepiento de una cosa: de que al final los hermanos no nos llevásemos bien».

alternative text
El bombazo. Escena icónica de Fiebre del sábado noche, con John Travolta y Karen Lynn Gorney. Fue la cumbre de la carrera de los Bee Gees. «Ni siquiera nos dejaron ver el guion», recuerda Barry Gibb.

Su próximo sueño es montar una gira de presentación de Greenfields con las estrellas del country que participaron en el disco. «Y me gustaría grabar un álbum de canciones de los Bee Gees puramente acústico, sin aditamentos de ninguna clase –añade–. Hay muchas formas de interpretar la música del grupo, pero lo fundamental es que esté viva y respire. La única misión que me queda es mantener viva la música».


MÁS DE XLSEMANAL