El oráculo del sueño

El oráculo del sueño

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Sidarta Ribeiro explica cómo la ciencia más avanzada ha probado que el conocimiento ancestral y mítico, así como Freud y Jung, tenían razón sobre los sueños y las profundidades de la mente

circa 1861: A soldier dreaming of going home. Printed by Currier & Ives. (Photo by MPI/Getty Images)

Litografía (1861) coloreada a mano de un soldado que sueña con el regreso al hogar, obra de la imprenta norteamericana especializada Currier & Ives que operó de 1834 a 1907 

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Pese a ser profesor titular del Instituto del Cerebro de la Universidad Federal de Río Grande del Norte, en Brasil, tras haber estudiado biología, biofísica, comportamiento animal y neurofisiología, en cuanto veo a Sidarta Ribeiro en la ventana de Zoom me dan ganas de irme a tomar con él una cerveza. Su mirada simpática atraviesa la pantalla. Cincuenta años, bronceado, pelo corto y canoso. Habla español con acento argentino. Acaba de publicar en la editorial Debate un libro importante, El oráculo de la noche, sobre cómo la ciencia del sueño más avanzada no solo está dándoles la razón a Freud y a Jung, sino también al conocimiento ancestral y mítico. Los sueños son vías de acceso a las profundidades de la mente, son predictivos, nos ayudan a adaptarnos a las situaciones venideras.

El filósofo Bruno Latour tituló uno de sus ensayos más importantes Nunca fuimos modernos (Siglo XXI). De la lectura del de Ribeiro se concluye que el proyecto de la modernidad se equivocó al menospreciar la tradición mágica y mítica: “Yo creo que es un proyecto europeo, que implica al mismo tiempo la libertad y la colonización, y que ya pasamos de esa antítesis, estamos en la síntesis”. No se trata de que el mito sea o no correcto, sino de que hay muchas formas de conocimiento. La ciencia es una de ellas. Las respuestas se pueden encontrar también en el archivo de la tradición chamánica. En estos momentos tan difíciles, la humanidad debería actuar como un todo, tanto en la gestión de la crisis –coordinando los programas de vacunación– como en “la imaginación de un futuro común y feliz”.

A mí me han dado mucha felicidad las páginas que el libro dedica a la vindicación científica de la siesta. Después de tantos años intentando dormirla todos los días, esos argumentos han neutralizado cualquier sombra de culpa o pereza: “Acabo de publicar un artículo junto con otros colegas, en Current Biology, donde demostramos, rigurosamente, que la siesta en la escuela dobla la capacidad de comprensión de los niños durante la fase de aprendizaje de la lectura”. La siesta tiene que entrar en el colegio, porque consolida memoria. Además, es un buen antídoto contra la depresión: “¡Los españoles y los mexicanos lo sabíais desde hace siglos!”.

La relación entre sueño y aprendizaje se da en buena parte del reino animal. Las aves y los mamíferos sueñan, viven períodos breves de sueño REM. Es probable que los pájaros sueñen, de hecho, con su propio canto. Los animales que vocalizan raramente aprenden esa vocalización. Algunos primates, algunos perros, los delfines, algunos pocos animales sí simbolizan, dice Ribeiro. Pero solo nosotros creamos símbolos complejos. Añade: “Seguramente somos los únicos que podemos compartir los sueños; pero es muy posible que en el futuro descubramos que no es así, porque cada día que pasa sabemos que los animales pueden hacer algo que considerábamos exclusivamente humano, como jugar, comunicarse o soñar”.

Ribeiro habla de la relación intrínseca entre sueño y aprendizaje, que además se da en buena parte del reino animal

La historia de la humanidad se puede leer como una historia de nuestra relación con los actos de dormir y de soñar. Como dice Roger Caillois en el prólogo de Poder del sueño . Relatos antiguos y modernos (Atalanta), desde la Antigüedad se han practicado el arte y el hábito cotidiano de interpretar los relatos oníricos. Pese a los esfuerzos del surrealismo por perpetuar esa tradición, el siglo XX supuso su declive. Y la tecnología, de hecho, suplantó ese espacio de la imaginación y la noche. ¿Es la enemiga del sueño?, le pregunto. “Seguro, desde la invención de la luz eléctrica empezamos a dormir y a soñar menos, cada vez creamos más estímulos nocturnos, que hacen que cuando deberíamos estar quietos, esperando a que suba la melatonina en la glándula pineal, estemos en cambio inyectándonos cortisol, que es estrés, incluso con luz azul, que es enemiga de la melatonina”, me responde.

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La luz eléctrica es la enemiga del sueño, cuenta Ribeiro 

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Saboteamos el sueño también con drogas, pastillas, alcohol. Y eso daña a la emoción. Porque el sueño balancea emociones. En principio no habría que tomar ningún tipo de pastilla, porque provocan simulacros de sueño, no descanso real. Ni siquiera la melatonina, que viene a tu cuerpo de modos también naturales, como tras hacer ejercicio o leyendo un libro de papel, sin la luz de la pantalla, en la cama: “Una forma muy sana de dormir bien es con lectura antes de cerrar los ojos”.

Si los dispositivos son nefastos para nuestros dulces sueños, la alta tecnología es fundamental en cambio para entender el cerebro y su actividad onírica. Es como si la mente no hubiera cesado en su intento de desarrollar estrategias para entenderse a sí misma: “En efecto, en todo lo que desarrollo en la parte central de mi libro, en todos los capítulos dedicados a la biología, la biología molecular, la informática, los aparatos han sido fundamentales para poder corroborar que Freud y Jung tenían razón”. La represión de la memoria, por ejemplo, no se puede demostrar sin la resonancia magnética funcional.

Si los dispositivos son nefastos para nuestros sueños, la tecnología es fundamental para entender el cerebro

A veces su voz me recuerda a la de un chamán. Me intereso por sus experiencias personales en la Amazonia y con comunidades indígenas. Y me cuenta que viajó por primera vez en el año 1992, como mochilero, cuando pensaba en dejar la microbiología. Fue una experiencia fuerte. Más de dos décadas después visitó Manaos y de allí a Río Negro: “El lugar más bello y más impresionante que he visto en mi vida, tuve dos encuentros con delfines rosas: fue increíble”. Pero sus contactos con la cultura indígena tienen menos que ver con viajes que con la ayahuasca, “que está revolucionando la ciencia, porque es un potente antidepresivo”.

Mientras tanto, Bolsonaro destruye la gran selva del mundo. ¿Cuánto durará su pesadilla? “Es el peor gobernante de la historia”, me responde. Es probable que sea juzgado en el futuro como ecocida e incluso como genocida, comentamos antes de despedirnos. Termina el Zoom y no solo tengo ganas de tomarme con él una cer eza, sino de probar la ayahuasca. Ni más ni menos.

Sidarta Ribeiro

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El oráculo de la noche. Historia y ciencia de los sueñosDebate. Traducción: Mercedes Vaquero. 536 páginas. 24,90 euros
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