El regreso de la caligrafía
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El regreso de

la caligrafía

Suecia retiró su plan de digitalización y prefirió invertir 100 millones de euros para acelerar el regreso de los libros de texto a las aulas”.

30 de junio de 2023
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Mucho se ha hablado en el mundo de la brecha digital y bajo esa premisa se ha tratado de que cada niño tenga un computador en el aula de clase. Pues bien, ahora, tras décadas de fe ciega en las pantallas, centros escolares de Europa y Estados Unidos han redescubierto la importancia del salón de clases, la memorización, la escritura y los libros de papel.

Según diversos estudios, libros de expertos y el resultado de muchas pruebas, vamos a asistir a una ola de desdigitalización masiva de los colegios que ya ha empezado en los países del norte, pero podría convertirse en una tendencia en todo el mundo. Pronostican, incluso, que se dará un nuevo tipo de brecha digital, pero esta vez a la inversa: sólo los más ricos gozarán del privilegio de la desconexión.

Hoy, los niños de hogares con ingresos bajos, en países desarrollados, consumen casi el doble de tecnología que los niños de hogares con ingresos más altos. Inclusive se ha acuñado el término de “ciberproletariado”, una masa de jóvenes sin los niveles mínimos para trabajar o moverse por el mundo en la que los alumnos más desfavorecidos serán los nuevos siervos del “tecnofeudalismo”.

Hace unas semanas, la ministra de Educación de Suecia, Lotta Edholm, dijo que la digitalización de las aulas ha sido un experimento carente de crítica, ya que se ha dado por buena toda la tecnología independientemente del contenido. Por eso el país nórdico retiró su plan de digitalización y prefirió invertir 100 millones de euros para acelerar de inmediato el regreso de los libros de texto a las aulas. El gobierno quiere que la escuela esté llena de lectura y conocimiento, no de tiempo delante de las pantallas.

Es evidente que a la tecnología no se le puede dar la espalda, pero la solución a todos los problemas no es poner a cada niño frente a una pantalla. Porque la realidad nos muestra que algo no está funcionando: cada vez hay menos conocimiento en los estudiantes. Casi no saben leer, su comprensión lectora ha caído en barrena, se ha perdido la escritura a mano y sobre todo, la capacidad de mantener la atención.

Lo dicen cada vez más investigadores y pedagogos que observan con preocupación el fenómeno de esta generación que, según Unicef, ha crecido sin saber cómo era la vida antes de un teléfono inteligente. El abandono progresivo de la lectura, los cambios en la forma de enseñanza y la implantación de los computadores han deteriorado el coeficiente intelectual.

Los computadores y en general los dispositivos son aparatos poderosos para bien o para mal. Depende en parte de si se usan como herramientas para aprender, crear, construir y compartir conocimiento. O si por el contrario se usan como medio exclusivo de consumo. El problema parece estar en que suele haber más de lo segundo.

Y así, con todas estas carencias, nos estamos viendo arrojados al mundo de la Inteligencia Artificial, mucho más complejo de manejar y con riesgos que aún no alcanzamos a medir. La recomendación de los expertos en este momento es que sólo cuando los niños aprendan a leer y escribir con soltura, cuando sepan aprender leyendo, entonces accedan a la tecnología. No antes. Porque el panorama que se presenta, y que ya se vive en países como Estados Unidos, es el de miles de escuelas públicas para niños desfavorecidos saturadas de tecnologías y estructuradas en torno a profesores poco calificados. Los sueldos bajos y la escasez de maestros han sido el escenario perfecto para buscar reemplazar con tecnología algo imposible: el conocimiento y el aprendizaje que se generan entre una persona cualificada y un alumno.

Pensar de manera crítica, vivir dentro de una cultura democrática no pueden depender de un algoritmo, sino de los valores y conocimientos que seamos capaces de transmitir como sociedad a la gente joven.

Después de décadas de permitirles a las pantallas ser símbolo de modernidad y vanguardia en las escuelas, ya hay acciones en marcha para exigir responsabilidades. Este año, 100 colegios públicos de Seattle y 50.000 estudiantes demandaron a las empresas tecnológicas por daños en la salud mental de los estudiantes provocados por aplicaciones como TikTok, Instagram, Facebook, SnapChat o YouTube. Y la Unión Europea está preparando una ley que prohibirá los sistemas que exploten las vulnerabilidades de los niños.

Hay que retornar el poder a los maestros y no a las compañías tecnológicas. Volver a empoderar a la educación clásica. A eso se refería Steve Jobs en 2001, en un reportaje titulado El aula del futuro: “Cambiaría toda mi tecnología por una tarde con Sócrates”.

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