Santa Martha Acatitla

Internas de Santa Martha Acatitla al ritmo de El Haragán y Compañía

La "Mataviejitas" disfrutó el concierto sentada, a ratos seria, en otros sonriente, aunque no permaneció hasta el final de la presentación. 
jueves, 18 de abril de 2024 · 17:28

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- “Simplemente estoy dormido”, es una frase de la canción “No estoy muerto”, de El Haragán y Compañía, quienes la tocaron en vivo mientras una mujer con ropa beige se secaba las lágrimas, en el Centro de Reinserción Social (Cereso) Santa Martha Acatitla. 

Este miércoles 17, entre las cuatro paredes de un patio decorado con murales, alrededor de 400 mujeres privadas de su libertad disfrutaron el concierto que ofreció la agrupación mexicana, como parte de la gira “Rock para la libertad”, que tiene el propósito de dar esparcimiento a las reclusas. 

Rock urbano desde Santa Martha. Foto: Miguel Dimayuga

Hubo un escenario montado con la producción que la banda llevó para entretener a las reclusas vestidas de azul marino -en el caso de las que ya fueron sentenciadas-, y de beige -aquellas que están retenidas con la medida cautelar de prisión preventiva-. 

Las espectadoras eran mujeres de todas las edades y complexiones, acompañadas de sus hijos en brazos, con sillas de ruedas y apoyadas en bastones, como fue el caso de Juana Barraza Samperio, asesina en serie que a principios de este año aseguró ser inocente.

También conocida como la "Mataviejitas", la sexagenaria disfrutó el concierto sentada, a ratos seria, en otros sonriente, aunque no permaneció hasta el final de la presentación. 

Disfrutando el concierto. Foto: Miguel Dimayuga

El acceso fue solo para las reclusas que cuentan con buen comportamiento y las que no pudieron asistir se pusieron “rejegas”, así lo dijo Alejandra, una mujer privada de su libertad, en un breve intercambio de palabras con Proceso. También reconoció que no conoce la música que toca El Haragán y Compañía, era estar ahí lo que le entusiasmaba:

  • Está muy ruidoso, pero me gusta, dijo
  • ¿Mucho? 
  • ¡Sí!, contestó asintiendo la cabeza demasiadas veces en un par de segundos. 

En el suelo, su hijo la miraba sentado en el piso con un juguete en los brazos. Como ella, otras veían el concierto junto a sus hijos, niños de diferentes edades, algunos en brazos. 

Las mujeres gritaron y levantaron sus brazos en el momento en que comenzaron a escucharse las primeras estrofas de “Aburrida la vida”, la canción que el vocalista, Luis Antonio Álvarez, compuso para su hermana, como un pronunciamiento contra el maltrato a la mujer: 

“Pegada en el lavadero, te has pasado 15 años, 15 años de tu vida, más de cinco, más de siete, tiene que no vas ni al cine, neurótica, neurótica, neurótica, vas a terminar neurótica”, cantaba el líder de la banda mientras se desplazaba por el escenario. 

Al baterista le gritaban, “¡qué brazotes tienes!”, mientras ellas movían los suyos al ritmo de la música y buscaban las miradas de sus amigas en un gesto de complicidad.  

Internas al ritmo del rock. Foto: Miguel Dimayuga

El público bailaba, levantaba los brazos, gritaba, se emocionaba, abrazaba y reía. Una mujer le lanzó un brassiere a Álvarez, quien lo recogió y lo guardó en “su carterita”, luego envió un mensaje a todas: “Esta fiesta es para ustedes, pueden pararse de cabeza si quieren”. 

Entre las canciones que tocó el grupo estuvieron “El chamuco”, “Mujer de la calle”, “Purgante de amor” y “Mi muñequita sintética”. 

También hicieron cover de canciones como “Kumbala”, de la Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio; “Nunca digas que no”, del TRI; y “El rey”, de José Alfredo Jiménez. 

A medio concierto, la agrupación sorprendió a las internas con regalos, les aventaron playeras, en los colores que tienen permitidos portar, con estampados del logo de la banda. 

Además, algunas que eran encargadas de ayudar en el concierto, repartieron botanas para todas, había papas fritas, helados de diferentes sabores, aguas frescas, refrescos, palomitas, chicharrones. Un servicio de catering ofreció también frijoles, arroz, tortillas, chicharrón en salsa verde, papas con bistec y mole. 

Al final del evento, las asistentes compartían sus experiencias: 

  • ¿Te gustó?
  • ¡Del uno al diez, 200!, contestó una mujer vestida de azul marino. 

Estaban felices, se juntaban en grupos y soltaban auténticas carcajadas o mostraban sonrisas amplias, muchas revelando la ausencia de piezas dentales. 

Presentación de El Haragán. Foto: Miguel Dimayuga

Una de ellas le contó a su amiga que se había quedado afónica de tanto cantar, que le dolían los pies de tanto brincar. 

Algunas se comenzaron a despedir de trabajadores sociales del Cereso Santa Martha, con los que compartieron la oportunidad de ver el concierto. 

Los integrantes de El Haragán y Compañía fueron escoltados por sus fans hasta una escalera en espiral que los llevó a la salida del centro penitenciario. Dejaron tras ellos a las mujeres que no tienen permitido abandonar las instalaciones, a quienes poco a poco los elementos de seguridad organizaron para que se movieran a otros espacios. 

Entonces, se hizo notar más la imagen que se forma tras la pared en la que recargaron el escenario. Un edificio, posiblemente de celdas o áreas comunes, en el que se alcanza a ver la ropa tendida de las reclusas. Siempre azul marino. Siempre beige. 

En entrevista, Sergio López, subdirector de actividades culturales de la Subsecretaría de Sistema Penitenciario, de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), dijo que los conciertos que contempla la gira “Rock para la libertad”, tiene el propósito de hacer sentir a las mujeres recluidas “como si estuvieran fuera”. 

Entonces, aseguró que estas actividades convierten a las personas privadas de su libertad en “mejores personas”. 

“No somos lo que somos, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”, así dice uno de los murales de la escalera en espiral, la que lleva al exterior. 

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