Mujeres pioneras

Berthe Morisot, la gran maestra del impresionismo

Berthe Morisot by Édouard Manet

Berthe Morisot by Édouard Manet

Retrato de Berthe Morisot con un ramo de violetas, pintado por Édouard Manet en 1872.

Foto: CC

Hubo una mujer en el movimiento impresionista. De hecho, hubo varias, aunque los historiadores del arte, con el paso de los años, las relegaran a un segundo plano, las agruparan bajo la etiqueta de “artistas femeninas” y las alejaran de los renombrados Manet, Monet, Renoir y Degas, compañeros y amigos con los que ellas habían compartido inspiración y salones.

Hubo, entonces, diversas mujeres que formaron parte del movimiento impresionista, pero una que destacó por su extraordinaria técnica, por su impecable dominio del blanco y por formar parte, desde los inicios, del grupo rebelde que desafió a los críticos conservadores del París de finales del siglo XIX y abrió un nuevo capítulo en la historia del arte con sus pinceladas sueltas y su fascinación por la luz. Aquella pintora fue Berthe Morisot.

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El talento precoz de una joven pintora

Nacida en el seno de una familia francesa de la alta burguesía, el 14 de enero de 1841 en Bourges, Berthe Morisot creció con toda clase de comodidades junto a sus hermanas mayores, Yves y Edma, y su hermano menor, Triburce. Durante su infancia, se mudó varias veces a causa del trabajo de su padre, hasta que, en 1852, la familia se instaló definitivamente en el barrio parisino de Passy. Fue entonces cuando los padres de Berthe, amantes de la música y las artes, les animaron a ella y a su hermana Edma a empezar clases de dibujo.

La joven se estrenó en el arte a los dieciséis años, como alumna de los maestros más reputados de la época. Uno de ellos, Joseph-Benoit Guichard, inició a Berthe y Edma Morisot como copistas en el Louvre, percatandose al poco tiempo de la gran destreza de las hermanas. De hecho, en una carta, el profesor advirtió a la madre de ambas: “Dado el talento natural de sus hijas, mi instrucción no las convertirá en simples pintoras de salón, sino en auténticas artistas. ¿Se da usted cuenta de lo que esto puede significar? Sería revolucionario, e incluso diría que catastrófico en un entorno burgués y elitista como el suyo”. 

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A los veinte años, las hermanas continuaron su aprendizaje con Camille Corot, un importante paisajista de la escuela de Barbizon, con quien estudiaron hasta 1862. De Corot adquirieron la técnica del plen-air, o pintura al aire libre, y la forma de plasmar la realidad a través de la luz y el color, creando así nuevas formas de expresión que tiempo después se reflejarían en la obra impresionista de Morisot.

Berthe Morisot

Berthe Morisot

El cazo de leche, 1895.

Foto: CC

El descubrimiento de Manet y los intelectuales de París

En 1864, Berthe y Edma Morisot expusieron por primera vez en el reputado Salón de París. Berthe, que tenía 23 años, se presentó con dos paisajes pintados en los últimos meses, que fueron admitidos para formar parte de la exhibición. A partir de entonces, siguieron pintando y exponiendo conjuntamente, hasta 1869, cuando Edma se retiró de la pintura tras contraer matrimonio con Adolphe Pontillon. 

Poco antes de que su hermana se casara, Berhte Morisot conoció, durante una sesión de pintura en el Louvre, al que se convertiría en uno de los amigos más importantes de su vida: Édouard Manet. Los jóvenes pintores comenzaron una fructífera relación en la que compartieron sus inspiraciones e intereses artísticos, y en la que Manet convirtió a Berthe en una de las protagonistas de sus obras, llegándola a pintar en más de diez ocasiones, tanto para retratos como para cuadros de gran formato. La amistad con Manet le permitió a Morisot entrar en lugares como el Café Guerbois, que estaba vetado a las mujeres, y formar parte de los debates sobre el arte moderno que allí surgían. 

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La pareja de amigos sumó a aquellas tertulias parisinas encuentros en la casa de los Morisot, los martes, y en casa de los Manet, los jueves, para dar continuidad a las conversaciones iniciadas en el café. A estos encuentros se sumaron otros intelectuales, como Edgar Degas y Charles Baudelaire, o Èugene y Gustave Manet, los hermanos del pintor. A propósito de las nuevas cuestiones que allí surgían, Berthe Morisot escribió en uno de sus cuadernos: “¿Qué podemos hacer con las normas? Nada útil. Lo que necesitamos son nuevas emociones. Pero, ¿dónde las encontraremos?”. 

 

Morisot berthe photo

Morisot berthe photo

Berthe Morisot.

Foto: CC

La consolidación de una artista profesional 

En 1870 estalló la guerra franco-prusiana y, pese a que en un principio Morisot y Manet apostaron por quedarse en París, con la llegada del invierno la salud de ella empeoró y se vio obligada a dejar la ciudad y establecerse junto a su familia en el campo. Tras recuperarse, Berthe retomó la pintura y comenzó a pintar escenas protagonizadas por su hermana Edma y sus sobrinos. Durante aquellos meses, Morisot consolidó su estilo personal, caracterizado por la pincelada suelta, el uso de los colores claros, el dominio del blanco y la representación de escenas cotidianas, tanto en interiores como en el exterior. 

En 1872 pintó La cuna, uno de sus cuadros más famosos y polémicos, en el que captó a su hermana Edma mirando a su hija Blanche, dormida en el interior de una cuna. Más allá del extraordinario dibujo y composición, lo que llamó la atención del cuadro fue la mirada de la madre a la hija, que lejos de desprender cariño o ternura, se asemejaba más a la mirada lejana que tiene alguien cuando contempla el horizonte. Además, Morisot utilizó para esta obra colores blancos, grises y negros, tradicionalmente reservados para los grandes temas, pese a ser una escena familiar, algo completamente rompedor para la época.

Aquel mismo año, la artista consiguió vender a un afamado promotor de París 22 de sus cuadros, consolidándose así como pintora profesional. 

Berthe Morisot

Berthe Morisot

La cuna, 1872.

Foto: CC

El nacimiento del movimiento impresionista

Al regresar a la capital francesa, en 1873, Berthe Morisot se dispuso a preparar las obras que iba a presentar al Salón de París aquel año. Sin embargo, el jurado conservador de aquella edición solo aceptó uno de sus pasteles y rechazó la obra de la mayoría de sus compañeros y amigos. La respuesta del grupo fue crear la Sociedad Anónima de Pintores, Escultores y Grabadores y organizar, para el año siguiente, una exposición independiente. 

Edgar Degas, uno de los fundadores del grupo, le propuso a Berthe Morisot que se uniera a ellos y presentara su obra en dicha exposición. La pintora aceptó y, el 15 de abril de 1874, expuso cuatro pinturas al óleo en la primera muestra de arte impresionista de la historia, consolidando así su pertenencia al grupo y su papel como fundadora del movimiento. Además, Berthe Morisot fue la única mujer que formó parte de aquella primera exposición, a la que con el tiempo se unirían otras pintoras impresionistas como Mary Cassatt y Marie Bracquemond.

En diciembre de aquel año, la pintora se casó con Èugene Manet, el hermano mayor de su querido amigo Édouard. En una carta dirigida a su hermano Tribuce, Berthe aseguró: “He conocido a un hombre honesto y maravilloso que creo que me ama de verdad. He entrado en la positividad de la vida, después de vivir mucho tiempo en quimeras”. Así fue: Èugene apoyó siempre la carrera artística de su esposa y la ayudó, hasta el final de sus días, a preparar e instalar sus exposiciones. 

Berthe Morisot participó en todas las exposiciones impresionistas, llevadas a cabo entre 1874 y 1886, excepto en el año 1879, ya que pocos meses antes había dado a luz a su única hija, Julie. Su asiduidad la encumbró como la pintora impresionista cuyas obras habían formado parte más veces de las exposiciones originales, después de Camille Pissarro. 

Morisot, Before the mirror

Morisot, Before the mirror

Foto: CC

La pintora impresionista más experimental

Tras fallecer su gran amigo Édouard Manet, en 1883, Morisot reforzó su relación con Pierre-Auguste Renoir, un amigo en común, y se aventuró por nuevos caminos. Comenzó a hacer estudios de desnudos con diversas técnicas (que presentó en la última exposición impresionista de 1886), viajó a Londres, Nueva York y Bélgica para mostrar su obra en múltiples exhibiciones y disfrutó de un éxito, tanto nacional como internacional, muy poco común entre las mujeres artistas de la época. 

También exploró nuevos métodos artísticos, como las pinceladas rápidas y cortas, o rayar la pintura con el mango, convirtiéndose en la pintora más experimental del movimiento impresionista. “No creo que exista un hombre que trate a una mujer como su igual, y es lo único que pido, porque sé de sobras mi valor”, escribió una vez en sus cuadernos, siendo consciente de la calidad de su arte. 

En 1892, Berthe Morisot logró algó prácticamente imposible para las pintoras de la época: realizar su primera exposición individual. La muestra fue un éxito absoluto, recibiendo el aplauso y reconocimiento de todos los que entraron en la galería Boussod y Valadon para contemplar su obra. Dos años más tarde, el Estado francés compró, por primera vez, uno de sus cuadros, titulado La jovencita vestida de gala. 

Julie Manet

Julie Manet

Julie y su galgo, 1893.

Foto: CC

El legado de Berthe Morisot

Finalmente, el 2 de marzo de 1895, la exitosa pintora falleció a causa de una congestión pulmonar y fue enterrada en el cementerio de Passy, junto a su esposo Èugene y su querido amigo Édouard Manet. Consternados por la muerte de la “gran dama de la pintura”, nombre con el que algunos la apodaron por su extraordinario talento y su voluntad de romper con la tradición, sus amigos Renoir, Monet, Degas y Mallarme organizaron, al año siguiente, la primera exposición retrospectiva de su obra, compuesta por más de 380 pinturas. 

Berthe Morisot luchó durante toda su vida contra los prejuicios de quienes rechazaban la idea de que las mujeres pudieran tener el mismo éxito que los hombres. Fue una pintora profesional, fue pensadora y amiga de intelectuales, fue esposa y madre y, ante todo, una mujer pionera que abrió camino para las artistas que se alzarían con el pincel después de ella.