Zoe y Tempestad (2022), de Christian Duguay

Hija de criadores de caballos, la joven Zoe se ha criado junto a los establos, donde mantiene una estrecha relación con Seb, mozo de cuadras discapacitado psíquico con una increíble habilidad para comunicarse con los animales. Cuando la yegua favorita de sus progenitores da a luz a un potro al que llaman Tempestad, la muchacha está segura de que algún día se convertirá en el corcel que gane todos los campeonatos, y que quizás ella misma pueda montar, pues sueña con convertirse en jockey. Los proyectos de Zoe se van al traste durante una noche tormentosa, cuando los jamelgos se asustan por los truenos hasta tal punto que Tempestad la atropella, dejándola parapléjica.

El canadiense Christian Duguay se distingue por elevar con creces el nivel de proyectos en principio convencionales en los que se involucra, hasta tal punto de que su versión para televisión de Juana de Arco superó con creces la calidad del film rodado casi a la vez por Luc Besson, que tenía un presupuesto inmensamente más amplio. Tras permanecer algunos años fuera de la pantalla grande tras Una bolsa de canicas, de 2017, adapta otra novela, esta vez de Christophe Donner, junto al que él mismo ha escrito el guión adaptado.

Sigue los patrones de los filmes de superación personal, donde un personaje sufre un terrible percance, que le aboca a una depresión pero poco a poco consigue sobreponerse, y luchar de nuevo sus objetivos. Recuérdense títulos como Soul Surfer, aunque esta cinta no se basa en un hecho real. Sorprende la habilidad de Duguay para rodar momentos cumbre, como la tempestad que provoca la desgracia, o la carrera equina final, que transmite emoción hasta a quienes no hayan tenido interés por la hípica en su vida. También se le da muy bien dirigir al reparto, en el que sobresale la veterana Mélanie Laurent, como madre de la protagonista, y las tres jóvenes que dan vida a ésta en diferentes edades.