Hace 4.000 a�os que baten las estepas de Mongolia con sus �guilas. Ahora estos cetreros se enfrentan a su desaparici�n... y a los prejuicios.
�LBUM | De caza con los 'Berkutchis'
Cuando su hermano mayor se fue al ej�rcito, Ashol Pan quiso ocupar su lugar y convertirse en cazadora con �guila. Ten�a 13 a�os y viv�a con su familia de pastores en la estepa de Mongolia. No le import� que antes que ella muy pocas mujeres hubieran probado suerte en el oficio de berkutchi o cetrero a caballo, o que la decisi�n implicase renunciar a parte de su adolescencia para adiestrar a un animal salvaje.
Hoy, Ashol Pan lanza su rapaz en busca de presas, como le ense�� su padre. Lo hace m�s por evitar que se extinga una pr�ctica con 4.000 a�os de antig�edad que por una cuesti�n de eficacia. De hecho, ella y otros 60 � 70 jinetes de origen kazajo -una etnia semin�mada asentada en el norte de Asia Central- podr�an cobrar sus piezas m�s f�cilmente con un arma de fuego, pero eso ser�a traicionar a sus antepasados e incluso a la UNESCO, que en 2010 incluy� la cetrer�a en su lista de Patrimonio Inmaterial.
Sentir el agarre de un ave que puede llegar a pesar siete kilos y a medir 2,30 metros con las alas extendidas. Estremecerse con su chillido sobrenatural. Verlo precipitarse como un misil con plumas sobre conejos, marmotas, gatos salvajes, zorros e incluso lobos... Hay una secuencia de El hombre y la tierra, el programa con el que F�lix Rodr�guez de la Fuente animaliz� este pa�s, que todav�a se recuerda casi 40 a�os despu�s. Es la imagen de un �guila imperial atacando a una cabra montesa y arrastr�ndola de la cornamenta precipicio abajo, como si no pesase.
En busca de semejante prodigio, los cazadores kazajos cabalgan a diario por las monta�as Altai, una de las regiones m�s desoladas del planeta. Situadas en el extremo occidental de la frontera con China, Rusia y Kazajist�n, dichas cumbres se encuentran coronadas por cielos de western y salpicadas de glaciares, lagos, dunas y grandes llanuras sin un s�lo �rbol. La temperatura en invierno baja hasta los -40�C, y sus escasos pobladores han empezado a marcharse a la gran ciudad detr�s de algo tan b�sico como la electricidad (la capital Ulan Bator concentra a la mitad de la poblaci�n mongola).
�Esta parte del mundo es sin�nimo de soledad. Puedes conducir todo el d�a y no ver nada ni a nadie, y �sa es precisamente la raz�n por la que el pueblo kazajo ha sido capaz de mantener vivas sus costumbres�, explica el fot�grafo brit�nico Tariq Zaidi sobre la que est� considerada la �ltima naci�n salvaje. Su testimonio y su labor documental en Mongolia permite conocer mejor a los descendientes de una saga de cetreros que se remonta al mism�simo Gengis Kan. �El �guila es el bien m�s preciado de una familia. Cada ejemplar tiene nombre y disfruta de permiso para entrar en la yurta [caba�a tradicional desmontable]. Es m�s que una mascota; es un s�mbolo de estatus y, por supuesto, un valioso medio para la supervivencia�, a�ade Zaidi. �Para ellos es tremendamente placentero cazar con �guilas, pero tambi�n es algo funcional porque los zorros y los lobos merman sus ganados�.
S�lo quedan 70 cazadores con �guila. La UNESCO ha incluido esta pr�ctica en su lista de tradiciones en peligro.
El adiestramiento de un �guila empieza tan pronto como es capturada como polluelo (preferentemente hembra, porque alcanza mayor tama�o) y se prolonga durante los primeros siete a�os de vida del animal. Requiere varias horas de trabajo al d�a, y debe ser siempre la misma persona la que se dedique a ello, sacrificando sue�o y descanso. Es la mejor manera de crear un v�nculo fuerte entre el ave y su cuidador. Es m�s, parte del entrenamiento consiste en que �ste alimente a la rapaz con sus propias manos y le acune con canciones, para que aprenda a reconocer su voz. Cuando lo logre, ya no obedecer� a nadie m�s.
CARNE DE ZORRO Y CHUPITOS DE VODKA
En esa etapa inicial, el �guila lleva una caperuza que garantiza su tranquilidad y le a�sla de cualquier distracci�n. En el momento en el que el ave alcanza su madurez, el cuidador le someter� a una prueba crucial: distinguir las pieles y los olores de los animales que tendr� que cazar. S�lo entonces estar� preparado para su primera salida, en la que podr� demostrar su fuerza y el alcance de su visi�n, ocho veces la de un humano.
�Los cazadores van siempre en grupo, con sus �guilas descansando en un brazo enfundado en un guante protector�, comenta Zaidi tras haber presenciado varias de esas expediciones que no esperan al alba. �Cuando llegan a la cumbre de una monta�a desde la que pueden otear la regi�n que tienen a sus pies, esperan pacientemente. Puede llevar horas hasta que aparezca un zorro o un lobo. Cuando lo hace, su piel oscura sobre la nieve lo delata. El cetrero libera a su animal y le anima con una canci�n penetrante. �sa es la se�al: es hora de matar�.
La lucha a campo abierto puede ser tr�gica. Un mordisco de zorro es capaz de dejar inv�lida para la caza a su oponente con alas, pero �sta suele ser lo suficientemente r�pida para llegar por sorpresa y romper el cuello del mam�fero con sus garras. En caso de que una rapaz no consiguiera dar muerte, el grupo liberar�a a una segunda.
"Un �guila es m�s que una mascota; es un s�mbolo de estatus y un medio para la supervivencia"
Los cetreros bajan de la cima una vez que la presa ha sido abatida. Antes de asegurarla a la montura, donde se exhibir� a modo de trofeo, permitir�n que el �guila picotee la carne de su v�ctima como recompensa. La vuelta al poblado se produce antes del atardecer y en ambiente de fiesta. Dentro de la yurta, al calor de una lumbre alimentada con excrementos de yak y de camello, se celebra que una nueva piel dar� abrigo a un miembro de la comunidad. Para cenar hay carne seca, queso, yogur y t�. Suenan viejos estribillos. El ritual determina que los patriarcas deben proponer un brindis con vodka, y solamente a partir del quinto trago invitan a sumarse a sus esposas...
No sabemos si Ashol Pan, la �nica cazadora del pueblo kazajo, suele participar del banquete como cualquiera de sus compa�eros, con los que cada a�o se re�ne en el Festival del �guila Dorada de Mongolia para medir sus habilidades. La esperanza de vida de un �guila es de 40 a�os; la discriminaci�n, por desgracia, pervive mucho m�s tiempo.
Despu�s de permanecer al servicio de su cuidador durante buena parte de su existencia, el �guila es liberada una ma�ana de primavera. Se abandona una oveja sacrificada cerca del lugar de suelta como despedida. Ser� de las pocas ocasiones en que un berkutchi deje de mirar al cielo.