Desmontando creencias sobre los antiguos judíos

Desmontando creencias sobre los antiguos judíos

La reciente excavación de una sinagoga de época romana revela la más rica y diversa concentración de mosaicos de Israel y pone luz sobre su historia.

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Mosaico en una sinagoga israelí
Mark Thiessen

En el suelo de una sinagoga israelí del siglo V, en Galilea, salen a la luz unos mosaicos que revelan el rostro de una mujer y una dedicatoria en hebreo (en la imagen a la izquierda). La escena contigua podría representar al sumo sacerdote de Jerusalén reunido con Alejandro Magno.

Cuando en el verano de 2010 subió a aquella soleada colina del noreste de Israel desde donde se dominaba el mar de Galilea, la arqueóloga Jodi Magness no tenía muy claro qué podría encontrarse allí arriba. La cima había sido el emplazamiento de una antigua población judía llamada Jucoc, pero todo cuanto quedaba a la vista era un montón de sillares centenarios revueltos entre escombros modernos y mostazas silvestres.

Mapa de ubicación Jucoc
NGM Maps

Mapa de ubicación Jucoc.

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Magness, profesora de judaísmo antiguo en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y Exploradora de National Geographic, atesoraba años de experiencia al frente de distintas excavaciones en Israel y sospechaba que aquel lugar merecería la pena. El verano siguiente, ella y su equipo descubrieron un muro de piedra a unos dos metros bajo tierra. Una serie de vestigios –entre ellos una puerta principal orientada hacia Jerusalén– indicaban que se trataba del perímetro de una sinagoga de unos 1.600 años de antigüedad, levantada a principios del siglo V. Otros edificios similares de la misma época estaban pavimentados con losas. Sin embargo, a medida que excavaban aparecían más y más teselas de mosaico, un indicio de que allí podía haber algo realmente especial.

Sacar a la luz una antigua sinagoga es un trabajo lento y meticuloso, como puede apreciarse en este vídeo. Vídeo de Massimo Nicolaci y Paolo Verzone.

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Un día de junio de 2012, Bryan Bozung, recién graduado de la Universidad Brigham Young, en Utah, retiraba con cuidado la tierra de su cuadrícula de excavación cuando se topó con algo duro. Alertó a Magness, que quitó con el cepillo la tierra restante, y ambos contemplaron atónitos un rostro femenino, delicadamente dibujado con teselas, que les devolvía la mirada. Era la primera sección de un mosaico que salía a la luz.

Anna Lafleur, voluntaria
Paolo Verzone

La estudiante Anna Lafleur, voluntaria de la campaña de excavación, retira la tierra de un muro recién descubierto. Anna vive en Canadá, pero nació en Galilea. «Cuando se presentó la oportunidad de excavar, supe que quería participar», dice.

Durante la década siguiente, Magness regresó a Jucoc cada mes de junio con un equipo internacional de expertos y estudiantes voluntarios. En un principio había programado solo cinco campañas para excavar parte del yacimiento, pero pronto se dio cuenta de que aquello iba para largo. Los objetivos de su proyecto tendrían ahora que incluir la conservación de lo que quedase de aquel suelo de mosaico. Y lo que quedaba, tal y como se iría revelando año tras año, sin prisa pero sin pausa, resultó ser algo extraordinario.

Una vez quedó totalmente al descubierto, el perímetro de la sinagoga medía aproximadamente 20 metros de largo por 15 de ancho. Estaba solada en su totalidad con paneles musivos de experta factura, aunque solo había sobrevivido intacta la mitad del suelo original.

«Lo habitual es que una iglesia o una sinagoga tenga una, dos o tres escenas, pero en esta hay muchas más –afirma Gideon Avni, arqueólogo jefe de la Autoridad de Antigüedades de Israel, el organismo que autorizó la excavación–. Probablemente estemos ante la concentración más rica y diversa de mosaicos de todo el país».

Mosaico de un león
Paolo Verzone

El restaurador Christian de Brer retira con delicadeza la tierra, las sales y el mortero de la melena de un león. El artista que creó el panel de este mosaico probablemente nunca había visto un león, pero reproducía un popular motivo decorativo.

Muchos de los mosaicos que han llegado hasta nosotros representan pasajes de la Biblia hebrea: parejas de animales como camellos, burros, elefantes y leones dirigiéndose al arca de Noé; el mar Rojo engullendo al ejército egipcio que perseguía a los israelitas; carpinteros y albañiles levantando la torre de Babel; Sansón cargando sobre sus espaldas con la puerta de Gaza…

«En estos mosaicos abunda la violencia, no faltan sangre y vísceras –dice Magness–. Pero también hay un toque de humor». Entre las escenas más truculentas figura una representación del Libro de los Jueces en la que una mujer quenita llamada Yael toma una clavija de su tienda y se la clava en la sien a Sísara, el jefe del ejército cananeo. En marcado contraste, un giro caprichoso de la historia de Jonás retrata al desventurado profeta siendo engullido por tres peces a la vez, cada uno mayor que el anterior.

Arqueólogos trabajando
Paolo Verzone

Las primeras luces del alba sorprenden a los arqueólogos ya trabajando bajo las tiendas que darán sombra a la zona de excavación. «Esta es la tierra que mana leche y miel», dice la directora, Jodi Magness, refiriéndose a las colinas cercanas, ocupadas por huertos, ganado y colmenas.

Los mosaicos también tomaron motivos del arte clásico, como cupidos, máscaras teatrales y el dios griego del sol, Helios, que cabalga en su carro rodeado de los símbolos del zodiaco.

Jucoc quizá fuese una aldea campesina, pero en absoluto era un lugar aislado, apunta Dennis Mizzi, subdirector de la excavación y profesor de hebreo y judaísmo antiguo de la Universidad de Malta. «Estaba conectada con el gran universo mediterráneo. Dicho de otra forma, aquella comunidad conocía una gran variedad de tradiciones y manejaba con comodidad ideas foráneas».

Aunque todavía quedan incógnitas sobre el origen preciso de la sinagoga, el hallazgo de sus vestigios está reescribiendo la historia, en particular lo que sabemos de la vida cotidiana de los judíos bajo dominio extranjero. Los romanos conquistaron el Levante mediterráneo, incluida Galilea, en el siglo I a.C. Al principio reconocieron el judaísmo como religión autóctona. A los judíos se les permitió seguir viviendo de acuerdo con sus propias leyes y disfrutaron de dispensas, como la que los eximía de adorar al emperador.

«Esa situación se mantuvo sin apenas cambios hasta que el Imperio romano declaró el cristianismo religión legal primero y oficial después –dice Magness–. Desde ese momento, es decir, desde el siglo IV en adelante, la ley ponía cada vez más trabas a la práctica del judaísmo».

Las nuevas leyes prohibían a veces la construcción de sinagogas. «Si nos fiamos solamente de ese dato, cabría pensar que los judíos eran perseguidos, que estaban oprimidos», advierte Magness sobre los habitantes de esta región. Pero en Jucoc, la existencia de una magnífica sinagoga decorada con vistosas expresiones artísticas ofrece pruebas evidentes de que, pese a las tensiones, la vida cotidiana en Galilea tal vez no fuese tan sombría.

Mosaico con liebre y zorro
Paolo Verzone

Fritz Clingroth (a la derecha), del Wooster College de Ohio, y la conservadora Linda Roundhill estudian un mosaico en el que aparecen una liebre y lo que podría ser un zorro  mordisqueando unas uvas, una escena que tal vez simbolizaba la abundancia.

De entre todos los mosaicos hay uno que destaca por llamativo… y desconcertante. De mayor calidad artística que el resto del pavimento y con grandes secciones todavía intactas, se divide en tres registros, o franjas horizontales. En el inferior, soldados derrotados, un elefante de guerra y un toro se desangran por heridas de lanza. En el central, unos hombres vestidos con túnicas se cobijan bajo arcos de piedra. En el superior, dos dignatarios conferencian, uno con túnica y el otro con armadura, acompañados de sus respectivos séquitos. Magness cree que el portador de la armadura es Alejandro Magno. Sus hombres son soldados con elefantes de batalla. Luce la diadema y el manto púrpura de un rey, pero no hay inscripción que lo identifique.

«En la Antigüedad solo hubo un rey griego tan grande que no necesitase etiqueta», indica Magness. Si la profesora está en lo cierto, el mosaico podría representar un encuentro entre el sumo sacerdote de Jerusalén y Alejandro Magno durante las batallas del famoso conquistador contra los persas en el siglo IV a.C. El episodio, sin duda con más de leyenda que de historia, circuló entre las comunidades judías durante siglos.

Mosaico de la contrucción de la torre de Babel
Oded Balilty

Cuenta el Génesis que la torre de Babel pretendía tocar el cielo. La sinagoga de Jucoc muestra la torre en plena construcción y las brigadas de obreros que la levantan. Los canteros extraen la piedra, los carpinteros trabajan la madera con sierra, cepillo y azuela, los albañiles izan los bloques con un complejo sistema de poleas. Pero Dios castigó la soberbia de los humanos confundiendo su lengua para que no se entendiesen. La discordia resultante es evidente en una pelea entre dos obreros (centro, a la izquierda).

«El sentido de la leyenda es demostrar que incluso Alejandro Magno, el más grande de los reyes griegos, reconoció la grandeza del dios de Israel», sugiere Magness. Esta obra maestra, junto con el resto de los paneles musivos, con toda probabilidad fue instalada por especialistas de un taller familiar del pueblo. Junto a la puerta principal hay una inscripción que enumera varios nombres de personas identificadas como artesanos, quizá los que crearon el suelo.

«Parece que hay varios hermanos de una misma familia, así como quizás un par de figuras más», dice Ra'anan Boustan, historiador del judaísmo de la Universidad de Princeton. Un artista experimentado habría diseñado el solado y dibujado las figuras de cada panel. Los mosaiquistas avezados daban forma a los detalles –rostros, manos, pies–, mientras los ayudantes rellenaban los fondos y los campos de color más amplios. Trabajaban con piedras de la región, cortadas in situ en largas varas y troceadas luego en diminutos cubos.

La calidad de un mosaico depende del tamaño de las teselas. Cuanto más pequeñas, más detalles plasman. Los especialistas cuantifican el número de teselas por decímetro cuadrado. En algunos puntos de Jucoc, el recuento no pasa de las 175; en otros ronda las 230. Pero en el misterioso mosaico de tres niveles, la cifra es de unas 500. «Las lecturas de densidad de esa zona se acercan a las que encontraríamos en Constantinopla, en mosaicos imperiales», apunta Karen Britt, especialista en arte musivo de la Universidad Estatal del Noroeste de Missouri.

Pero esa no es la única parte suntuosa del edificio.

A juzgar por las coloridas motas de yeso que se han recuperado, es posible que algunas zonas del interior estuviesen pintadas de colores intensos, lo que inspiró al equipo de excavación a darle el jocoso nombre de la «sinagoga disco». La propia Magness la califica en broma como la sinagoga más kitsch de la historia. Es probable que tuviese paredes pintadas de rojo, de blanco, de rosa y de amarillo, un tema decorativo que quizá se prolongase en el exterior.

A lo largo de toda la excavación, Magness y su equipo sacaron a la luz los mosaicos por secciones, exponiendo diferentes zonas para catalogarlas y fotografiarlas antes de volver a cubrirlas para protegerlas en su emplazamiento original. Tras considerar otros hallazgos en la región, Magness cree ahora que el estilo estridente de Jucoc puede apuntar a una suerte de competencia interna entre judíos. «Todas las poblaciones de la zona están construyendo sinagogas, a cual más espectacular –dice–. Pero las gentes de Jucoc decidieron erigir la madre de todas las sinagogas». Probablemente con dos pisos de altura y situada en un punto elevado del pueblo, debía de llamar la atención a la legua.

Arqueología, un juego infantil
Paolo Verzone

La arqueología tiene algo de juego infantil cuando los miembros del equipo de excavación unen fuerzas para retirar una piedra pesada de la zona que pretenden excavar. Antes de que comenzasen los trabajos, todo el yacimiento estaba cubierto de fragmentos de la sinagoga derrumbada.

Levantar una estructura tan suntuosa no fue barato. Tal vez hubo mecenas adinerados que sufragasen el coste, pero lo más probable es que los lugareños de medios más modestos ganasen lo suficiente para donar a un fondo de construcción. Al menos en el siglo V, los judíos de esta remota parte del Imperio parecen llevar una existencia boyante. Pero es posible que les preocupase la fecha de caducidad de su libertad religiosa. Y da la sensación de que expresaron esas aprehensiones en el suelo de su sinagoga.

«Creo que están asimilando la realidad de que su mundo se cristianiza a pasos agigantados –afirma Britt, la especialista en mosaicos–. Y una forma de hacerlo es decir: mirad, no es la primera vez que los israelitas tenemos que enfrentarnos a otras potencias extranjeras: los filisteos, los cananeos, los babilonios, los griegos, los romanos… y, ahora, los romanos cristianos».

Boustan, el historiador del judaísmo, concuerda, y añade que «el motivo de la redención divina por medio de guerreros humanos frente a la dominación extranjera es un mensaje muy potente».

Y, sin embargo, algunas generaciones después de su construcción, la sinagoga fue abandonada misteriosamente. Dada la larga historia de actividad sísmica catastrófica de la región, es posible que un terremoto dañase el templo hasta el punto de que la población lo considerase un lugar inseguro, por más que siguiese en pie. A la postre se derrumbaron varias zonas del edificio, con la consiguiente destrucción de parte de los mosaicos. Otro temblor de tierra pudo haber asestado el golpe de gracia.

Soldado filisteo
Paolo Verzone

En una escena del libro de los Jueces, Sansón utiliza su fuerza sobrehumana para matar a este soldado filisteo, que cae al suelo con su escudo. En el yacimiento hay otras dos escenas que también celebran a este héroe legendario.

«Ni ardió ni se demolió –apunta Martin Wells, el especialista en arquitectura del proyecto, desde el Austin College de Texas–. Yo supongo que fue un terremoto».

En cualquier caso, unos 800 años después de la construcción de la sinagoga la región quedó en manos de los mamelucos, una dinastía musulmana radicada en Egipto. Una vía mameluca, que era parte de la red que conectaba El Cairo con Damasco, pasaba justo por Jucoc, y con ella un flujo constante de mercaderes y peregrinos. Con esta renovada prosperidad de la zona, los judíos que quedaban repararon la sinagoga del siglo V, ampliándola y añadiendo una gruesa base de un material similar al hormigón que por suerte protegió los mosaicos.

A partir del siglo XV, el tráfico comercial que pasaba por la zona se ralentizó. Da la impresión de que la sinagoga fue abandonada de nuevo y acabó derrumbándose gradualmente. Así quedó hasta la llegada de los arqueólogos.

Doce años después del inicio de las excavaciones, Magness y su equipo concluyeron su trabajo de campo en el verano de 2023. El yacimiento se ha vuelto a enterrar para proteger los mosaicos, y hoy corresponde a la Autoridad de Antigüedades de Israel y el Fondo Nacional Judío perfilar su futuro turístico. Avni, el arqueólogo de la Autoridad de Antigüedades de Israel, predice que esta «joya de la corona» del patrimonio cultural israelí llegará a ser uno de sus destinos estrella.

Puede que la excavación haya terminado, pero queda mucho material extraído –hoy almacenado en Jerusalén– por analizar y muchos misterios por resolver, dice Magness. «Mi equipo y yo volveremos muchos años más».

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Ann R. Williams está especializada en el mundo antiguo y la conservación del patrimonio cultural.

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Este artículo pertenece al número de Mayo de 2024 de la revista National Geographic.