Isabel de Guevara, otra extraordinaria mujer en la conquista y colonización de los territorios del Mar de la Plata y del río Paraná, Incluso sustituyó a hombres en tareas militares
Fue la representante de un grupo de mujeres, que, no solo fueron capaces de soportar las terribles condiciones de primera fundación de Buenos Aires, sino que contribuyeron a mitigarlos con su esfuerzo y valor. Además de los trabajos propios que en su época realizaban las mujeres, fueron capaces de auxiliar, y sustituir, a los hombres en tareas militares y de pilotaje de los dos bergantines con los que navegaron por el río Paraná.
En el año 1500, los portugueses llegaron a Brasil e, inmediatamente, comenzaron a expandirse hacia el sur. En consecuencias, la conquista y colonización de los territorios del Rio de la Plata eran estratégicamente muy importantes para los españoles, sobre todo a partir de 1530 cuando el embajador español en Lisboa, Lope de Hurtado, comunicó las pretensiones portuguesas sobre estos enclaves.
Desde 1512, la zona fue visitada por Vicente Yáñez Pinzón y Américo Vespucio quienes, pensando que era la comunicación con el océano Pacífico, llamaron al estuario de los ríos Paraná y Uruguay, Mar Dulce.
La primera expedición a la zona fue la de Juan Díaz Solís, en 1516, quien desembarcó en las costas de Uruguay, fue atacado, muerto y devorado por los indios. El Rio de la Plata fue renombrado como Rio de Solís en su honor.
La siguiente expedición fue la de Sebastián Caboto quien llegó a fundar el Fuerte Sancti Espíritu y que, a su vuelta a España, expandió las leyendas de La Sierra de la Plata y las Tierras del Rey Blanco, leyendas que atribuían a la zona inmensas riquezas.
La Corona española tenía urgente necesidad de colonizar el área, pero los conflictos en Europa gastaban todas las rentas del reino y Carlos V no disponía de hombres ni de dinero para financiar una expedición militar y colonizadora. En estas circunstancias, el Emperador recurrió a un procedimiento habitual de la época, firmar un convenio (Capitulaciones) con un personaje privado quien aportaría los medios necesarios para llevar a cabo la expedición a cambio de una parte de los beneficios y de su nombramiento como autoridad máxima de las nuevas zonas colonizadas, ya sea como: adelantado, gobernador, jefes militares, etc., entre otras fórmulas de nombramiento usuales en la época.
Siguiendo el método anterior, Carlos V firmó con Pedro de Mendoza la Capitulación de Toledo, en mayo de 1534:
“mendoça mi criado y gentil hombre de mi casa hizistes Relación que por mucha voluntad que tenéis de nos servir y del acrescentamiento de nuestra corona Real de Castilla os ofreceys de yr a conquistar y poblar las tierras y provincias que hay en el Rio de Solís …”
Pedro de Mendoza fue nombrado Primer Adelantado, Gobernador y Capitán General de un territorio que, según lo acordado, no tenía límites territoriales, cuanto más tierra conquistara mayor sería la superficie bajo su gobierno.
Un año más tarde, en agosto de 1535, zarpó de Sanlúcar de Barrameda con una expedición militar y colonizadora compuesta por 1.500 hombres y algunas mujeres entre las que se encontraba nuestra Isabel de Guevara. La mujer que, veinte años más tarde, en 1556, escribió una carta dirigida a Doña Juana de Austria, Princesa Gobernadora de los Reinos de España (Juana I de Castilla, llamada Juana La Loca).
La carta, escrita desde la ciudad de Asunción (Paraguay), fue enviada a una persona que había muerto un año antes y que, desde 1509, estaba encerrada en Tordesillas por orden de su padre, Fernando el Católico. Isabel desconocía su muerte, por lo que es posible que la carta no se contestase nunca. En ella pedía justicia y que le fuera dado “un repartimiento perpetuo” en gratificación por sus servicios, además de pedir para su marido, Pedro de Esquivel, “algún cargo conforme a la calidad de su persona pues él, por sus servicios lo merece”.
Entre los reclutados había hombres de todas las clases sociales, incluidos treinta mayorazgos, además de una veintena de mujeres y unos 150 extranjeros. Uno de estos últimos era Ulrico Schmidl, soldado alemán integrado en una unidad de lansquenetes y uno de los cronistas de la expedición.
La carta, Isabel, salvo en los párrafos último cuando pide mercedes para ella y para su marido, siempre se refiere a las mujeres como colectivo. Cuenta sus sufrimientos, sus trabajos y su valor como grupo, sin destacar a ninguna de ellas sobre las demás. Por este trabajo en conjunto es por lo que merecen ser conocidas.
La relación acreditada de mujeres es la siguiente: “María Dávila, criada y amante de Pedro de Mendoza; Elvira Fernández que viajó sola; Catalina Vadillo que viajó junto a su marido; una familia formado por Arrieta, su mujer Mari Sánchez y su hija Ana Arrieta; Mari Sánchez acompañada de su marido Juan Salmerón; Isabel Arias acompañada por su marido; Juana María de Peralta; María Duarte con su esposo Francisco Ramírez; Martina Espinoza con su esposo Hernando Sánchez; Ana Fernández; Isabel de Quiroz; Luisa Torres; Isabel Martínez; Ana Rivera e Isabel de Guevara a quien acompañaba su padre o su hermano”
La navegación fue muy dura, una tempestad dispersó la flota, uno de los navíos se hundió y otro perdió el rumbo y acabó en Santo Domingo. Cuando arribaron a Brasil la situación no mejoró. Pedro de Mendoza, gravemente enfermo de sífilis, tuvo que delegar el mando de la expedición a su lugarteniente Juan de Osorio. Este organizó un complot para hacerse con el mando, pero la conjura fue descubierta y Osorio asesinado.
Por fin llegaron al estuario del Rio de la Plata, desembarcando a primeros de enero de 1536 en la isla de San Gabriel, frente a la actual ciudad de Colonia Sacramento (Uruguay). Desde la isla reconocieron ambas orillas del río Paraná y, ante la agresividad de los habitantes de la costa norte, decidieron establecerse en las llanuras pamperas de la costa sur. Así, el día 2 o el 3 de febrero del mismo año, fundaron el primer asentamiento al que llamaron Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire.
El asentamiento era un fuerte rodeado de un muro de tierra, un foso y una empalizada. Dentro del recinto construyeron varios edificios de adobe y paja para resguardo de los expedicionarios.
Inicialmente, el trato con los indígenas fue amistoso y estos proveyeron de alimentos a los españoles, pero, pasados unos días, dejaron de proporcionarlos y estos se quedaron a expensas de los pocos a alimentos que ellos, por sí mismo, conseguían. Los destacamentos enviados a por suministros fueron atacados por los indios y los expedicionarios empezaron a pasar hambre.
En la carta de Isabel, ésta escribe las penalidades sufridas: “fue tamaña la hambre que a cabo de tres meses murieran los mil. Esta hambre fue tamaña que ni la de Jerusalén se le puede igualar ni con otra nenguna se puede comparar. Vinieron los hombres en tanta flaqueza que todos los trabajos cargaban de las pobres mujeres, ansí en lavarles las ropas como en curarles, hacerles de comer lo poco que tenían, alimpiarlos, hacer centinela, rondar los fuegos, armar las ballestas cuando algunas veces los indios les veníen a dar guerra, hasta acometer a poner fuego en los versos [cañones] y a levantar los soldados, los que estaban para ello, dar arma por el campo a voces, sargenteando y poniendo en orden los soldados. Porque en este tiempo, como las mujeres nos sustentamos con poca comida no habíamos caído en tanta flaqueza como los hombres. Bien creerá Vuestra Alteza que fue tanta la solicitud que tuvieron que si no fuera por ellas todos fueran acabados, y si no fuera por la honra de los hombres muchas más cosas escribiera con verdad y los diera a ellos por testigos. Esta relación bien creo que la escribir a Vuestra Alteza más largamente y por eso cesaré”.
De la dimensión de la hambruna dan razón de ser otros cronistas. Para Schmidl, después de agotar con todas las ratas, ratones y animalejos del campamento, algunos se convirtieron en antropófagos, así lo explica: “Comieron carne humana; así le sucedió a esta misera gente, porque los vivos se sustentaban de la carne de los que morían, y aun de los ahorcados por justicia, sin dejarle más carne de los huesos, y tal vez hubo hermano que sacó la asadura y entrañas a otro que estaba muerto para sustentarse con ella”; y otro cronista, el clérigo, soldado y poeta Luis de Miranda cuenta en su obra que: “ el estiércol y las heces, / que algunos
no digerían, / muchos tristes los comían”.
Otro cronista, Ruy Díaz de Guzmán, cuenta la historia de “La Maldonada”, una mujer española que, desesperada por el hambre, decidió abandonar el establecimiento e irse con los indios para salvar su vida y: “… topando con una cueva que hacía la barranca de la misma costa, entró por ella, y repentinamente topó una fiera leona que estaba en doloroso parto”, siendo, posteriormente, capturada por los indios con los que convivió hasta su rescate posterior.
Pedro de Mendoza envió expediciones rio arriba en busca de lugares donde habitaran gentes más pacíficas y se encontraran alimentos. Estas expediciones fundaron los fuertes de Nuestra Señora Santa María de la Asunción y de Corpus Christi en las orillas de los ríos Paraguay y Paraná.
Los diezmados habitantes de Buenos Aires decidieron remontar el Paraná en busca de lugares donde poder alimentarse. Dejando atrás 120 colonos para la defensa del fuerte, el resto (400 hombres) embarcaron en dos bergantines para dirigirse rio arriba hasta el nuevo fuerte de Corpus Christi, así lo relata Isabel: “ Pasada esta peligrosa turbunada determinaron subir río arriba, así flacos como estaban y en entrada de invierno, en dos bergantines, los pocos que quedaron vivos, y las fatigadas mujeres los curaban y los miraban y les guisaban la comida, trayendo la leña a cuestas de fuera del navío y animándolos con palabras varoniles que no se dejasen morir, que presto darían en tierra de comida, metiéndolos a cuestas en los bergantines con tanto amor como si fueran sus propios hijos. Y como llegamos a una generación de indios que se llaman timbúes, señores de mucho pescado, de nuevo los servíamos en buscarles diversos modos de guisados porque no les diese en rostro el pescado, a causa de que lo comían sin pan y estaban muy flacos”.
Los indios atacaron a los que se habían quedado en Buenos Aires provocando la destrucción total y el abandono del asentamiento.
Los españoles que consiguieron escapar, con Pedro de Mendoza, al refugiaron en Corpus Christi aumentando la presión sobre los pocos víveres de que podían disponer en el fuerte. Su llegada ocasionó dos operaciones: la primera, el abandono de Pedro de Mendoza de la expedición, nombro su sucesor y embarcó con destino a España, muriendo en el camino de regreso; la segunda, los supervivientes decidieron embarcarse en los dos bergantines y seguir navegando río arriba hasta alcanzar Asunción. Así lo relata Isabel en su carta: “Después determinaron subir el Paran arriba en demanda de bastimento, en el cual viaje pasaron tanto trabajo las desdichadas mujeres que milagrosamente quiso Dios que viviesen por ver que en ellas estaba la vida de ellos. Porque todos los servicios del navío los tomaban ellas tan a pechos que se tenía por afrentada la que menos hacía que otra, serviendo de marear la vela y gobernar el navío y sondar de proa y tomar el remo al soldado que no podía bogar y esgotar el navío y poniendo por delante a los soldados que no se desanimasen, que para los hombres eran los trabajos. Verdad es que a estas cosas ellas no eran apremiadas ni las hacían de obligación ni las obligaba, sí solamente la caridad. Ansí llegaron a esta ciudad de la Asunción, que aunque agora está muy fértil de bastimentos entonces estaba de ellos muy necesitada, que fue necesario que las mujeres volviesen de nuevo a sus trabajos haciendo rozas con sus propias manos, rozando y carpiendo y sembrando y recogiendo el bastimento sin ayuda de nadie, hasta tanto que los soldados guarecieron de sus flaquezas y comenzaron a señorear la tierra y alquerir indios e indias de su servicio, hasta ponerse en el estado en que agora está la tierra.
Buenos Aires se intentó reconstruir después de la partida de Pedro de Mendoza, pero, finalmente, en 1541 tuvo que ser abandonada durante 44 años, hasta su segunda fundación de por Juan de Garay en 1580.
Isabel escribió la carta en 1556, llevaba 22 años en el Nuevo Mundo, había perdido al familiar que le acompañó en el viaje y estaba casada, desde 1542, con Juan de Esquivel, un caballero sevillano que fue ajusticiado por Felipe de Cáceres en 1571 durante las luchas políticas que se desarrollaron en Asunción entre éste y el obispo Pedro Fernández de la Torre.
Joaquín de la Santa Cinta, historiador. Autor de «50 héroes españoles olvidados»
Para saber más:
- Carta de Isabel de Guevara a Doña Juana de Austria. Portal de Archivos Españoles. PARES.
- Diccionario Biográfico. Real Academia de la Historia.
- Isabel de Guevara y Cristóbal Colón: demandas de la Conquista. Carolina Alzate.
- Isabel de Guevara.
- Mujeres en la Expedición de Pedro de Mendoza: cartas, crónicas y novelas; verdades, mentiras, ficciones y silencios. Mar Langa Pizarro.
- Mediating colonial marginality and (minor) ity in Isabel de Guevara´s Carta a la Princesa Doña Juana. Raúl Marrero-Fente y Scott Ehrenburg. University of Minnesota.
- Mujeres Viajeras. Carta de Isabel de Guevara. Archivo Histórico Nacional: ES.28079.AHN/5.1.8.
- Historia Argentina del descubrimiento, población y conquista de las provincias del Rio de Plata/escrita por Ruy Díaz de Guzmán, en el año 1612. Biblioteca Cervantina.
- Verídica descripción … Ulrico Schmidl.