Un rey sin corona

Pericles, el gran líder de la democracia en Atenas

Mediante su carisma y su inteligencia política, Pericles gobernó Atenas durante treinta años, el período de mayor esplendor de la historia de Grecia

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A los pies de la Acrópolis, Pericles hizo construir un odeón para representaciones musicales en 435 a.C., del que hoy apenas quedan restos. El de la imagen fue erigido por el cónsul Herodes Ático en 161 a.C., también a los pies de la la colina sagrada.

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Tratando de la situación de Atenas en plena guerra del Peloponeso, el historiador Tucídides escribió: «De nombre era una democracia, pero en realidad era el gobierno de su primer ciudadano». Algo antes comentaba: «Pericles fue capaz de mantener al pueblo en libertad y no se dejó seducir por él; no se dejaba conducir por el pueblo, sino que era él quien lo conducía». 

¡Qué sorprendente elogio, de una ejemplar democracia y un incomparable estratego! La guerra, tras morir Pericles en 429 a.C., aún duraría más de veinte años, pero en aquel triste momento parecía agudizarse la agonía de la ciudad, sitiada por los espartanos y devastada por la peste. Según Tucídides, Atenas, que fue «grande y dueña de un imperio», mantuvo su hegemonía mientras «el gobierno del pueblo» se afirmaba en su «primer ciudadano», cuando el sagaz Pericles mantenía firme el rumbo de la polis con «autoridad y prestigio» y la había convertido en «escuela para toda Grecia». Más tarde, demagogos ambiciosos y audaces llevarían a la ciudad hacia su ocaso.

Como todos los líderes de Atenas, Pericles pertenecía a una noble y famosa familia, la de los Alcmeónidas. Por parte de madre era sobrino nieto de Clístenes, autor de la reforma que en 508 a.C. había dado origen a la democracia ateniense. Su padre, Jantipo, fue condenado en el año 484 a.C. al ostracismo –el exilio decretado por la asamblea ciudadana contra los supuestos enemigos del pueblo–, pero volvió poco tiempo después para ser estratego o jefe militar y combatir brillantemente en la segunda guerra contra los persas, entre los años 480 y 479 a.C. 

La conquista del poder

La primera noticia que tenemos sobre Pericles es que patrocinó como corego las tragedias de Esquilo representadas en el año 472 a.C. Nos queda sólo una de ellas: Los persas, la más antigua de las conservadas y la única que no evoca un mito, sino un hecho histórico, la victoria de los griegos sobre Jerjes en Salamina, ocho años antes. Que el joven Pericles fuera el corego indica que por entonces su padre había muerto. No comenzaría a destacar en política hasta mucho después, hacia el año 463 a.C., cuando apareció al lado de Efialtes, cabecilla de los demócratas radicales en Atenas que reformó los tribunales de justicia para quitar poder al Areópago, el antiguo tribunal aristocrático, a la vez que aumentó la influencia de la asamblea y los juicios populares. 

Discurso funebre pericles

Discurso funebre pericles

En la imagen superior, Pericles se dirige a los atenienses en la colina del Pnyx, lugar donde se congregaba la Asamblea de la ciudad. Grabado del siglo XIX. 

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El ascenso de Pericles fue rápido, no sólo por su magnífica elocuencia y su capacidad intelectual, sino porque pronto desaparecieron otros políticos famosos, como el genial Temístocles, exiliado desde 473 a.C., y el prestigioso y conservador Arístides, muerto en 467 a.C. Cuando en 462 a.C. fue asesinado el fogoso Efialtes, Pericles le sucedió a la cabeza del partido democrático en Atenas. Enfrente tenía a la facción conservadora liderada por Cimón, el aristocrático hijo del gran héroe de Maratón, Milcíades. Era el estratego que había vencido a la flota persa en la batalla de Eurimedonte en 467 a.C. y había dirigido con brillantez la formación de la Liga Délica, la gran coalición de ciudades griegas bajo la hegemonía ateniense. 

Durante diez años, Cimón fue el político más brillante de Atenas. Aristócrata de enorme prestancia, admirado por su gran riqueza y generosidad, fue a la vez claro admirador y leal amigo de Esparta, lo que sería la causa de su impopularidad y de su exilio.  Sucedió que en 464 a.C., al verse los espartanos en apuros tras un terremoto que desencadenó una gran sublevación de los hilotas –la masa de siervos que los espartanos explotaban en el Peloponeso–, solicitaron la ayuda de los atenienses. Cimón obtuvo la aprobación de la asamblea, y al frente de cuatro mil hoplitas se precipitó para auxiliar a Esparta. 

1234   Keramikos Museum, Athens   Ostrakon against Kimon, son of Milthiades   Photo by Giovanni Dall'Ort

1234 Keramikos Museum, Athens Ostrakon against Kimon, son of Milthiades Photo by Giovanni Dall'Ort

«Cimón, hijo de Milcíades», se lee en este pedazo de cerámica u ostrakon, usado en la votación de la Asamblea ateniense que desterró al gran rival de Pericles en el año 461 a.C.

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Pero los espartanos, recelosos de aquella tropa democrática, cambiaron de opinión y sin más la rechazaron, por lo que el ejército ateniense tuvo que volver tras la larga e inútil marcha. Atenas se sintió insultada  por el desprecio, y esto perjudicó el prestigio de Cimón. Así que no les fue difícil a los más radicales, enardecidos por la muerte de Efialtes, atacarlo y lograr su ostracismo en 461 a.C. 

El siglo de Pericles

Hasta su muerte en 429 a.C., Pericles dominó la política ateniense a través de su cargo de estratego, para el que fue reelegido año tras año y desde el que encaminó la ciudad a su brillante apogeo. No fue una empresa fácil. El demos o pueblo ejercía sin traba alguna el poder en la Asamblea (ecclesía) compuesta por todos los ciudadanos, órgano supremo de gobierno, donde se discutían y tomaban por votación las decisiones importantes, mientras que el Consejo (boulé) de 500 miembros, elegidos anualmente por sorteo, decidía el orden del día y cuándo debía reunirse la Asamblea. Aun así, los diez generales o estrategos elegidos cada año asumían una enorme responsabilidad, considerando la incesante actividad bélica de la época, y su prestigio podía influir a fondo en las votaciones sobre la guerra y la paz. 

Siguiendo el programa reformista de Efialtes, Pericles procuró la participación de todos los ciudadanos, incluso los más pobres, en las tareas cívicas, y dio un gran impulso a las obras públicas: en su tiempo se construyeron los Muros Largos, que unían la ciudad con su gran puerto del Pireo, y se llevó a cabo la reconstrucción de la Acrópolis, con el magnífico Partenón y los propileos, su entrada monumental, a lo que se añadió el odeón y el templo de Teseo, junto al ágora; y, en la cercana Eleusis, el santuario de los misterios, el Telesterion.

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Pericles convirtió a Atenas en líder de la Liga de Delos, una confederación de ciudades griegas que con el tiempo pasaron de ser aliadas a vasallas. En la imagen, edificio de los comerciantes en la isla de Delos. Siglo II a.C.  

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Pero fue la guerra, que él había tratado de evitar, lo que irrumpió fatalmente y truncó su destino y el de Atenas. Esparta y sus aliados, impulsados por la envidia y el temor al poderío creciente de la democracia ilustrada y audaz, lanzaron el ataque que acabaría en una catástrofe trágica para toda Grecia, cuyo final Pericles no vería. Lo planeó todo con inteligencia, incluso al calcular los costes del conflicto, pero no contó con factores imprevisibles como la peste y la inquina tenaz de sus enemigos. Como sabían los autores trágicos, el final de los asuntos humanos lo rige el azar, y la grandeza excesiva se paga con el dolor y la catástrofe. Desde esta perspectiva, Pericles asumió el perfil de un héroe trágico.