El arte del siglo XIX puede enmarcarse dentro del periodo que se inicia con la revolución francesa en 1789 y que termina en 1880 con las primeras pinturas de Cézanne. No obstante, también puede considerarse válido su comienzo en 1780, con la conclusión de la Critica a la razón pura de Kant, y su fin, a principios del siglo XX, con el auge del arte moderno. Ambos criterios son correctos debido a la gran complejidad de los cambios sociales, políticos y culturales que se dieron en Europa y en el Nuevo Mundo y que, de alguna forma, se vieron reflejados en el arte mundial.

En esta época se dieron numerosos movimientos y corrientes artísticas distintas que imposibilitan otorgar una denominación propia a este periodo. Aun así, podemos establecer una clasificación de los principales temas, conceptos y características del arte durante este complejo y revolucionario siglo. Los principales movimientos artísticos del siglo XIX abarcan el Neoclasicismo, el Romanticismo, el Realismo, el Impresionismo y el Simbolismo.

La dama de Shallot, de John William Waterhouse

Los historiadores hablan de la flexibilidad del “largo siglo XIX” que transcurre entre 1776, coincidiendo con los inicios de la revolución americana y termina en 1914 con la Primera Guerra Mundial. Sin duda, este nuevo siglo tiene un origen revolucionario y se caracterizará por la expansión de formas culturales que conformarán la denominada modernidad, que conllevará, a su vez, la creación de un nuevo modelo de economía basado en el capitalismo industrial, con el añadido del imperialismo, la complejidad de las sociedades de clases y una nueva reorganización política que favorecerá la consolidación de los Estados-nación.

El Antiguo Régimen predominante a finales del siglo XVIII, basado en la monarquía absoluta, entrará progresivamente en crisis y será sustituido, mediante procesos revolucionarios como la independencia de las colonias americanas y la revolución francesa, por las nuevas estructuras sociales que constituirán el mundo contemporáneo. Nuevas formas de producción y de poder conformarán este nuevo siglo donde el capitalismo industrial y liberal recién instaurado eliminará las bases del absolutismo.

Capitalismo industrial

El liberalismo, derivado de las ideas ilustradas, será el régimen político dominante, creando sistemas donde el poder vendrá representado por los ciudadanos, las leyes garantizarán la igualdad de derechos y los gobernantes estarán sujetos a la voluntad general. Con el tiempo, el liberalismo acabará por llegar a su forma más evolucionada: la democracia constitucional.

La revolución industrial y burguesa van de la mano en este nuevo periodo. La industrialización favorece la economía y los cambios en los modelos de producción acompañan a la revolución de la clase burguesa que se alza como clase dominante. La época contemporánea introduce sociedades ligadas al capitalismo, a leyes igualitarias y a nuevos sectores de producción y distribución en el plano económico.

La restauración absolutista y el Congreso de Viena de 1815 fracasaron en su empeño de mantener el Antiguo Régimen debido a las revoluciones burguesas apoyadas por las clases populares. El nacionalismo creciente, potenciado por las invasiones napoleónicas anteriores y unido al romanticismo, propició estas insurrecciones liberales producidas a partir de 1820, destacándose las de 1830 y 1848, que otorgaron un gradual poder político a la burguesía e impulsaron las revoluciones proletarias de la segunda mitad del siglo XIX, que personajes como Marx y Engels apoyaron con su Manifiesto comunista.

Marx y Engels

Hacia finales del siglo XIX podemos destacar la segunda revolución industrial, caracterizada por las numerosas innovaciones tecnológicas y el desarrollo de la industria. El imperialismo característico de esta época va de la  mano del desarrollo del capitalismo que requería nuevos mercados donde colocar el excedente de producción.

La presión demográfica, los intereses políticos, el nacionalismo y los factores culturales e ideológicos son otras de las causas que favorecieron el imperialismo y el reparto, por parte de Europa, del pastel colonial, que no solo causó estragos entre los autóctonos de los territorios colonizados, sino que también provocó tensiones entre las naciones europeas, que, posteriormente, desembocarían en la Primera Guerra Mundial. La superioridad tecnológica —que no conlleva una superioridad cultural implícita— de la civilización occidental representada por América del Norte y Europa, llevó al imperialismo a su máxima expresión impregnando de eurocentrismo la historia contemporánea.

En definitiva, durante el siglo XIX se experimentarán profundos cambios sociales, tecnológicos y culturales. El ocaso de la nobleza como clase dominante dejará paso a una arrolladora burguesía que se alzará triunfante en la industria y los negocios, y demandará un tipo de arte con el que pueda identificarse, además de generar un nuevo concepto urbano con diferentes propuestas que cambiarán la imagen del territorio.

El artista pasará de estar a las órdenes del clero, la monarquía y la nobleza a someterse a los dictámenes de un público mayoritariamente burgués y a los requerimientos del mercado. El arte del siglo XIX supondrá la eclosión y el fin de una manera de entender el arte. Se observará, además, una fragmentación estilística en un intento por conseguir un nuevo estilo que represente a la nueva sociedad industrial fascinada por el progreso.

 

¿Te ha gustado este post? Puntúalo de una a cinco estrellas en RATE