Ha llegado la era del feísmo
Explicítamente sexual, 'Bakala', rancia, cutre, y 'choni'. La nueva temporada supera en horror al feísmo que abrazamos en invierno. Sin embargo (o gracias a eso) nos ha conquistado. ¿Por qué gusta el mal gusto?
Asistimos a una de esas etapas tan excepcionales en la moda donde los periodistas pueden preguntar abiertamente a los diseñadores por qué desarrollan colecciones "de mal gusto" y estos responden llenos de complacencia. ¿Sabes por qué? Porque en esta ocasión no es accidental o subjetivo: sus diseños son cutres, horrendos –a veces repugnantes–, a propósito. Ya no hablamos de la escasez de belleza con la que Demna Gvasalia puso la industria patas arriba hace un par de años –"Mi ropa es fea, por eso gusta tanto", comentaba él orgulloso al respecto– y que ha ido calando poco a poco en forma de modelos feas, luz fea, localizaciones feas y demás aspectos espantosos. Esta primavera-verano, hablamos de fenómenos como el bolso de Balenciaga inspirado en el Frakta de Ikea (aquella enorme bolsa azul de plástico a 50 céntimos); la nueva campaña de Eckhaus Latta, donde los modelos aparecen practicando sexo; la chancla piscinera que han lanzado Dolce Dolce & Gabbana, Prada, Boss o Miu Miu; la estrecha relación de la alta moda con las excéntricas españolas Sita Abellán o Ángela Huete y sus respectivas pandillas; la recuperación por parte de Bella Hadid, Chiara Ferragni y un sinfín de asistentes a Coachella de los escotadísimos tops de malla metalizada que popularizó Paris Hilton hace una década; la colaboración de Crocs y Christopher Kane, un calzado de plástico que imita mármol cubierto de imitaciones de minerales; o las propuestas de GCDS, Hood by Air, Fenty x Puma, Maria Ke Fisherman, Moschino Gabbana , Gucci y un largo etcétera. Todo, en mayor o menor medida, de mal gusto, y aplaudido casi como un acto de justicia a favor de los incomprendidos.
"No creo que hagamos cosas 'feas'", nos dice Giuliano Calza, director creativo y cofundador de GCDS (siglas de God Can't Destroy Streetwear o Giuro Che Domani Smetto, según quieras o puedas entenderlo). "Creo que no son convencionales, y del mismo modo, la forma de comunicarlas no puede ser convencional. Seguimos aquello que de verdad nos gusta". Lo mismo sucede a Maria Ke Fisherman: "Nos gusta de verdad, no es una coña. Lo hacemos porque nos apetece", confiesa María Lemus, codirectora creativa de la firma española. Se refiere a su colección de PV-17, concebida en torno a la imagen de los camiones japoneses. "Lo mezclamos con monjas, con la idea de que bordaran 'made in heaven' en las prendas", explica. No obstante, el mal gusto no supone una novedad estética para MKF, dado que lo han abanderado desde sus comienzos.
Ahítos de belleza
Según Lemus, este fenómeno se ha fraguado de forma natural y necesaria. "Estamos cansados de ver siempre lo mismo, tan aburrido. Antes estaba todo más permitido, y ahora no, de modo que sacamos belleza a lo que no la tiene", afirma. En cambio, Calza (compañero de la universidad de Chiara Ferragni) tiene otra teoría: "Creo que [el auge del mal gusto] se debe a haber otorgado el poder al consumidor real, ¡aunque sea online! Sin duda, las redes sociales influyen mucho a los jóvenes, y en ellas no se impone un 'canon', un 'bonito', sino lo que gusta". Y de forma paradójica, lo menos hermoso atrae más likes. Como suele decir María Lemus, "es lo peor... ¡Me encanta!".