Una flor abolicionista

Las camelias pusieron fin a la esclavitud en Brasil

Un grupo de esclavos recolecta granos de café en una plantación en Brasil

Un grupo de esclavos recolecta granos de café en una plantación en Brasil

Un grupo de esclavos recolecta granos de café en una plantación en Brasil. Fotografía tomada en 1885.

Science Source / Album

Tras haber sido una colonia de Portugal durante tres siglos, Brasil alcanzó la independencia en 1822, al mismo tiempo que la mayoría de países latinoamericanos. Hubo, sin embargo, dos grandes diferencias con las otras naciones. En lugar de declararse república, Brasil se constituyó en monarquía, o más bien en Imperio, bajo una rama de la casa real portuguesa. Y mientras que México, Chile o Colombia abolieron la esclavitud nada más separarse de España, Brasil tardó décadas en hacerlo. De hecho, fue el último país del mundo en tomar esa decisión, en 1888. Un año después, el Imperio brasileño caía para ser reemplazado por una república.

En el siglo XIX, la esclavitud seguía muy arraigada en la sociedad brasileña. Desde el siglo XVI, los portugueses y los brasileños fueron responsables del tráfico de casi seis millones de africanos esclavizados, prácticamente la mitad de los 12,5 millones que llegaron a América. Si en siglos precedentes la esclavitud estuvo estrechamente vinculada a las plantaciones de caña de azúcar, en la década de 1850 era la base económica de la explotación del algodón, el tabaco, el azúcar y, sobre todo, el café. Las plantaciones cafeteras de los estados del sureste, especialmente de Río de Janeiro y São Paulo, dependían absolutamente de la mano de obra esclava. Por otro lado, muchísimas familias de clase media o incluso de condición humilde contaban con esclavos, que usaban como carpinteros, fontaneros, pintores o albañiles. 

 

Obreros esclavos

Obreros esclavos

Taller de zapatería en Brasil con obreros esclavos. Litografía en color. 1834-1839.

AKG / Album

 

Con todo, los Gobiernos del emperador Pedro II introdujeron limitaciones legales. Presionado por Gran Bretaña, Brasil aprobó en 1831 la Ley Feijó, que prohibía el tráfico de esclavos, que no se cumplió y condujo a la llegada ilegal de 740.000 esclavos mediante el contrabando. El tráfico solo acabó con la ley Eusébio de Queirós de 1850, que prohibía la llegada de africanos esclavizados. 

Entre los siglos XVI y XIX llegaron a Brasil seis millones de africanos esclavizados

El siguiente paso debía ser la liberación de los esclavos que ya estaban en suelo brasileño. Cuando en 1867 el Congreso de los Diputados empezó a debatir esta cuestión, el movimiento abolicionista defendía poner fin a la esclavitud de forma gradual y ofreciendo una compensación económica a los propietarios. El resultado de este enfoque fue la ley del Vientre Libre de 1871, que liberó a todos los niños nacidos de madres esclavas, aunque se los obligaba a seguir trabajando para sus amos hasta los 21 años.

 

Movilización abolicionista

Durante las décadas de 1870 y 1880 no dejaron de crecer las demandas para una abolición total e inmediata de la esclavitud, incluso sin indemnizaciones. Esto último era lo que planteaba la principal asociación abolicionista de esos años, la Confederación Abolicionista, fundada en 1883. Su irrupción fue todo un huracán. Entre 1884 y 1887 tuvieron lugar 896 eventos de movilización abolicionista en todo Brasil. Gracias a ella, los acontecimientos se precipitaron. En 1884, los estados de Ceará y Amazonas (este vinculado a las plantaciones del árbol del caucho) abolieron la esclavitud. En 1885 se aprobó la ley de los Sexagenarios, que liberó a los esclavos con más de sesenta años. A partir de 1886 los azotes a los esclavos fueron prohibidos por ley, lo que aumentó el número de fugas al no temer ya los esclavos este cruel castigo. Todas estas medidas hicieron que el censo de 1.600.000 esclavos de 1872 (un 15 por ciento de la población total) cayera a apenas 720.000 en 1887.

Grilletes de esclavo

Grilletes de esclavo

Grilletes de esclavo. Hacia 1850. Museo de Historia, Chicago.

Bridgeman / ACI

En esta movilización surgió un símbolo tan inesperado como irresistible, una delicada flor que había sido introducida en Brasil a inicios del siglo XIX: la camelia. Alexandre Dumas hijo le había dado una popularidad mundial con su novela La dama de las camelias, publicada en París en 1848. En la obra, la cortesana parisina Marguerite Gautier, fatalmente enamorada del estudiante Armand Duval, asistía a los estrenos teatrales con «sus gemelos, una bolsa de bombones y un ramo de camelias». Tal vez por influencia de esta obra, en Brasil se daba la costumbre de llevar ramos de camelias a los teatros. Ello coincidió con la difusión de las «conferencias antiesclavistas», actos de propaganda introducidos desde 1879 por el ingeniero y líder abolicionista André Rebouças, quien copió el modelo del Teatro de Variedades de Madrid. Se trataba de matinés (espectáculos celebrados por la mañana o a primera hora de la tarde) que incluían conciertos, recitales poéticos, pequeñas comedias y escenas de obras antiesclavistas como La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe. Durante la función se hacían colectas para liberar a uno o varios esclavos, y al final del espectáculo el público lanzaba camelias al escenario.

 

Símbolo de libertad

De este modo, en la década de 1880, la camelia se convirtió en un poderoso símbolo contra la esclavitud. La flor tejía complicidades y afectos. Llevar una en la solapa o cultivarla en el jardín era una declaración de fe. La camelia funcionaba también como un código secreto para esclavos huidos, que identificaban así a las personas dispuestas a ayudarlos. 

José de Seixas Magalhães, un rico fabricante de maletas, tuvo un papel crucial en la expansión de las denominadas «camelias de la libertad» o «camelias de la abolición». En una hacienda que había adquirido al sur de Río de Janeiro, Seixas Magalhães creó un quilombo. Con este nombre se conocían las aldeas remotas en las que se refugiaban los esclavos fugitivos, pero los de Seixas Magalhães y otros eran fundados por personas libres que acogían a fugitivos. En el Quilombo de Leblon los huidos aprendieron a cultivar camelias con una técnica que casi nadie dominaba en Brasil. 

 

Revista Ilustrada

Revista Ilustrada

Antiguos esclavos con camelias ante un retrato de Isabel. Revista Ilustrada. 1888.

 

Esta hacienda se convirtió en uno de los epicentros antiesclavistas de Brasil. Se celebraban fiestas de confraternización y animadas batucadas. En 1886, el cumpleaños de José de Seixas Magalhães acabó en una comparsa festiva que salió del quilombo y acabó en el punto final del trayecto del tranvía. Un grupo heterogéneo de hombres libres y esclavos huidos recorrió el camino con camelias en las solapas, tocando guitarras y gritando: «¡Vivan los esclavos huidos!». 

 

Óleo de Pedro Américo

Óleo de Pedro Américo

Alegoría de la liberación de los esclavos en Brasil. Óleo de Pedro Américo. 1889.

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El apoyo de una princesa

Los contactos de Seixas desembocaron en un diálogo directo con la princesa Isabel, hija de Pedro II, que había asumido la regencia de Brasil durante la estancia de su padre en Europa. Algunas de las camelias del Quilombo de Leblon eran llevadas al Palacio das Laranjeiras, residencia de la princesa en Río de Janeiro. La regente se adhirió públicamente a la causa de la abolición, aun a riesgo de causar el descontento entre los grandes propietarios esclavistas, apoyo tradicional de la monarquía. El 12 de febrero de 1888, en medio del carnaval, Isabel recorrió la ciudad de Petrópolis (sede de la familia imperial) en un carruaje ornamentado con camelias. El objetivo de aquella Batalla de Flores era recaudar fondos para la Confederación Abolicionista. Quien se acercaba al carruaje para hacer una donación era retribuido con camelias.

 

Abolición de la esclavitud

Abolición de la esclavitud

Isabel, princesa imperial de Brasil, proclama la abolición de la esclavitud desde el balcón del palacio Imperial de Río de Janeiro el 13 de mayo de 1888.

Album

 

El 13 de mayo de 1888, la princesa Isabel puso su firma sobre el acta que consumaba el largo proceso de lucha contra la esclavitud. La Ley Áurea, como se la llamó, incluía una breve disposición: «Es declarada extinta, desde la fecha de esta ley, la esclavitud en Brasil». Durante la ceremonia, la princesa recibió un regalo especial: un buqué de camelias cultivadas por esclavos huidos procedentes del Quilombo de Leblon. 

 

Este artículo pertenece al número 245 de la revista Historia National Geographic.