Un siervo y los perros de su Rey

Un rey tenía en su castillo tres perros salvajes y los usaba para torturar, para que se comieran a cualquiera de los servidores que cometiera el mínimo error. Uno de sus criados hizo un informe mal, al rey esto no le agradó y ordenó que el sirviente fuera arrojado a los perros.

Un Siervo y los perros de su Rey
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Cuando llegó el mandato a oídos del sirviente le imploro al rey diciendo: – Yo te serví durante diez años y me haces esto justo cuando estoy viejo, dame entonces 10 días antes de que muera entre estos animales, solo diez días de gracia.

El rey acepto su petición y le concedió 10 días al pobre hombre antes de ser tirado a sus mascotas.

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Al día siguiente el criado se dirigió hacia al guardia que se ocupaba de los perros y le dijo: –Me gustaría atenderlos durante los próximos 10 días, total voy a morir, por favor déjame atenderlos.

El guardia estaba algo desconcertado, sin embargo estuvo de acuerdo. Este entonces se encargó de la limpieza, les alimentaba, les puso confort y les sirvió mejor que a un humano.

Cuando se cumplieron los diez días el rey recordó su mandato y ordeno al instante que echaran al hombre a los perros para que recibiera su castigo, pero al ser lanzado todos fueron sorprendidos pues los perros le lamían los pies al criado, jugaban con él y le movían la cola.

Y al ver esto el rey dijo: –¿Qué fue lo que les sucedió a mis perros asesinos, se ablandaron ante mi sirviente?

A lo que el criado respondió: –Yo serví a los perros 10 días y no olvidaron mis servicios, en cambio a ti te serví por 10 años y te olvidaste de todo en mi primer error.

Cuántas veces hicimos el papel de este rey olvidándonos de aquellas cosas que alguna persona hizo por nosotros, y cuándo se equivocó una vez lo castigamos, lo alejamos y hasta dejamos de darle importancia en nuestras vidas.

Debemos detenernos a pensar por un instante en cada una de las bendiciones que Dios nos ha dado y ser agradecidos, restaurar esa amistad sincera que hicimos a un lado por el mínimo error que cometió, perdonar a ese familiar que no estuvo en el tiempo de angustia.

Recordemos que en ocasiones si somos sinceros, también nos equivocamos, dejemos de enfocarnos en lo negativo, en el rencor, el enojo y mantengamos nuestra vista y corazón en las cosas de gran valor que Dios nos ofrece durante el día.

El error que muchos cometemos está en que pensamos que somos los únicos a quienes las personas les fallan, cuando en ocasiones nosotros también lo hacemos y somos incapaces de reconocerlo.

Dos cosas importantes siempre debemos tener en cuenta, y es que primero, debemos ser agradecidos y honrar a todo aquel que nos brinde ayuda, sea en algo grande o algo pequeño; y segundo, nosotros también fuimos hechos para ayudar, por lo que debemos esforzarnos por extender la mano a todo aquel que la necesite sin la necesidad de esperar algo a cambio.

«Y que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, a la cual en verdad fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos», Colosenses 3:15.

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