El bosque de los suicidios (2016), de Jason Zada

Sara Price es una joven estadounidense que recibe una llamada de Japón en la que le comunican que su hermana gemela ha desaparecido. Al parecer fue con sus alumnas al bosque Aokigahara, al pie del monte Fuji, y no se ha vuelto a saber de ella. La historia que corre de boca en boca sobre el lugar no ayuda a templar los ánimos, ya que se trata de un bosque hechizado que empuja a quien entra a una honda tristeza que le lleva a suicidarse. Sara no dudará en adentrarse en la espesura para encontrar a su hermana.

Fallido debut en el largometraje de Jason Zada. Hay pocos aspectos por los que salvar esta historia japonesa de fantasmas, cuyo guión promete una trama interesante y truculenta con más de un secreto y al final no da nada más que lugares comunes y un argumento de lo más errático e incomprensible, lleno de cabos sueltos y situaciones artificiosas, sacadas de la manga con el único interés de arrancar un grito del respetable. Inicialmente la historia tenía originalidad al plantear el bosque como lugar fantasmal, que invita misteriosamente a la muerte, alejándose de los clichés de la tópica casa opresiva, pero a mitad de película parece que al trío de guionistas se le acabaron la ideas al mismo tiempo y resolvieron el problema acumulando sueños terroríficos, sustos embotellados, aparición de espectros por sorpresa y un desenlace nada satisfactorio.

Al final queda únicamente una ambientación sugerente y una fotografía adecuada al bosque umbrío en donde tiene lugar la trama. La actriz Natalie Dormer (Los Tudor, Juego de tronos) ofrece su singular rostro para generar terror y se esfuerza por interpretar los dos papeles de las gemelas, pero ni siquiera a eso se le saca el partido esperado.