La Haine: 25 años prediciendo la moda | Cine | Poscultura

La Haine: 25 años prediciendo la moda

“El suburbio de Muguets [cercano a París] ha vivido una noche tumultuosa. Una centena de jóvenes sitió la comisaría de policía, en pleno centro del barrio. […] El detonante fue la agresión de un inspector del suburbio a un joven durante un interrogatorio. El inspector fue relevado de sus funciones. Abdel Ichaha sigue bajo observación en el hospital St-Georges en estado grave”.

Estas líneas, que podrían ser el inicio de un teletipo enviado por una agencia de noticias, son pronunciadas en el telediario con el que da comienzo La Haine (El odio, en España), la cinta dirigida por Mathieu Kassovitz en 1995. La violencia ejercida sobre Abdel es el pretexto para narrar la historia de otros tres jóvenes del mismo barrio: Vinz, Saïd y Hubert, que recorrerán las calles de su banlieue y de la capital francesa durante las siguientes horas.

Un cuarto de siglo después de su estreno, la película de Kassovitz —que logró galardones como el premio a mejor dirección en Cannes, tras su estreno en el festival francés, y los Cesar de mejor película y montaje— continúa siendo actual. No solo por la rabia de los tres jóvenes racializados que viven sin esperanzas en un barrio de la periferia de una megalópolis como París. También todo lo que les rodea, lo que dicen, lo que escuchan e, incluso, lo que llevan puesto sigue siendo trasladable al presente.

Inspirada en la muerte real de Makome M’Bowole, un joven zaireño que falleció en 1993 en una comisaría parisina, la cinta ha acabado convirtiéndose en un valioso documento de la Francia de mediados de los noventa. Junto a su discurso político, la fotografía en blanco en negro de La Haine sirve como un extenso catálogo de moda masculina que no ha perdido un ápice de actualidad. Estos tres jóvenes, hijos de migrantes, son uno de los ejemplos más claros de cómo las tendencias de la calle han acabado influyendo en las pasarelas.

En la ropa que llevan los protagonistas se halla el germen de la moda urbana actual. Uno a uno: Saïd lleva un chándal Sergio Tacchini, polo y gorro de Lacoste y una chaqueta de cuero oversize; Vinz viste una chaqueta de chándal Nike, vaqueros Levi’s, unas Adidas Stan Smith y otro polo Lacoste y, por último, Hubert, con ropa más deportiva, viste una camiseta Everlast, unos pantalones cargo con estampado militar, unas Reebok Classic Nylon y un beanie de Carhartt. A todas estas prendas hay que sumarles las que llevan otros personajes de la cinta. Es el caso del hermano de Saïd, ataviado con polo y rebeca de Lacoste, o la ropa de Adidas y de Champion que llevan algunos de los bailarines de breakdance.

“La ropa que aparece en la película es para representar la manera que tenían de vestir en los suburbios, un look deportivo que viene del break, de la cultura norteamericana, y que en Francia lo adaptaron usando marcas como Lacoste. Nace de ese sentimiento que surge por ser de barrio y ser pobre, de no poder acceder a una marca cara. Y es entonces cuando se empiezan a robar esa prendas, siendo el que lleva la ropa más cara el más malo del barrio”, explica Lady R, que en sus redes sociales (@ItsLadyR) cuenta historias y anécdotas sobre música rap.

En una entrevista realizada en VICE, el actor Vincet Cassell, que interpreta a Vinz en la cinta, confirmó que para él también continúan en vigor esas prendas. “Levi’s 501, Stan Smiths, chupa de cuero, cabeza rapada… Es curioso cómo de repente la industria de la moda quiere volver a hacerlos nuevos, pero nunca se han ido. Fíjate en la calle, siempre han estado ahí»”explicó el actor francés.

De la calle a la pasarela

La industria de la moda y la popularización del streetwear son las responsables de que estas prendas parezcan tan actuales. Marcas como Louis Vuitton, Gucci o Fendi llevan años intentando emular en el estilo de las calles para crear sus diseños. Este proceso de absorción de la moda urbana explica que los ricos ahora quieran vestir con sudaderas y que las estéticas de algunas subculturas, como el rap o el skate, sean un producto de consumo general.

Diseñadores como Gosha Rubchinskiy, Virgil Abloh o Raf Simons han sido algunos de los principales promotores de esta unión entre lujo y moda urbana. El caso de Rubchinskiy, con sus colaboraciones con marcas deportivas como Adidas, Sergio Tacchini o Fila, corrobora la efectividad a la hora de combinar alta costura e imaginario soviético, con el objetivo de elevar prendas de deporte a la categoría de objetos de coleccionista. En este sentido, seguramente sea Abloh —que ha trabajado tanto con marcas accesibles, como Nike o Levi’s, como con firmas de lujo, como Louis Vuitton— el nombre más destacado de la última década.

El diseñador estadounidense, cercano a Kanye West, ha sido el encargado de trazar el camino que ha estado siguiendo —y que sigue— el mercado. Tras coincidir con West en una pasantía en Fendi, empezó a aplicar el sistema con el que se dio a conocer: comprar ropa de marcas como Ralph Lauren o Champion a bajo coste, rediseñar esas prendas y venderlas por un precio infinitamente superior. Abloh entendió que en la moda contemporánea era más importante el logo que todo lo demás.

Cualquier generación ha buscado siempre que su ropa les confiera un estatus, una identidad. Cuando los jóvenes adquieren una estética, lo que buscan es encontrarse a sí mismos. Aunque, en más de una ocasión, esas prendas representan los mismos valores que les oprimen. Esto ocurre con la ropa de Lacoste, presente en la película y en el rap francés de la época. O con Ralph Lauren, marca que ha ido acompañada del movimiento Lo-Life desde los ochenta. Son firmas de lujo que poseen un valor simbólico que, en principio, no debería representar a los jóvenes desarraigados de la periferia.

Aunque, en el caso de otras marcas, ocurre lo contrario. A veces esas prendas no tienen un valor simbólico que las asocie al lujo ni a un estatus elevado. Es el sistema quien, con el tiempo, se encargará de que así sea. Un ejemplo es la marca Carhartt, habitual entre los obreros en Estados Unidos a principios y mediados del siglo XX, actualmente convertida en una firma más entre el infinito elenco del streetwear.

“La moda ha sido, ante todo, un instrumento de inscripción de la diferencia y la libertad individuales, aunque sea a nivel superficial y, a menudo, de forma tenue”, asegura Gilles Lipovetsky en su ensayo El imperio de lo efímero. Por eso, cuando las generaciones han tratado de adherirse o crear una idea o grupo, siempre han desarrollado un estilo de manera simultánea.

Influencia más allá de la moda

En el momento de su estreno, La Haine fue criticada por su discurso, crítico con la violencia que ejerce la policía en las zonas empobrecidas. Poner luz sobre esa realidad la convirtió en un film de culto desde el mismo momento en que se estrenó en Cannes. Con la influencia de autores como Martin Scorsese, John Cassavetes o Spike Lee —que consideraba La Haine una copia de Haz lo que debas—, la obra de Kassovitz ha dejado huella en una gran cantidad de cintas posteriores. Es el caso de películas como Girlhood, de Céline Sciamma, u otras más recientes, como El mundo es tuyo, de Romain Gavras, o Los miserables, de Ladj Ly.

Dejando a un lado el cine, La Haine ha tenido importancia principalmente en un campo: la música. No hace falta escarbar mucho para descubrir cómo ha inspirado a los raperos durante años. A$AP Rocky realizó en 2016 el doble videoclip de Money Man / Put That On My Set en el que, además de A$AP Nast o Skepta, aparecía el actor Saïd Taghmaoui, uno de los tres protagonistas de la película. Junto a esta intervención, la fotografía, en un marcado blanco y negro, es un claro homenaje a la obra de Kassovitz.

Dentro de la película —en la que también está presente el mundo del graffiti y del breakdance— el momento más conocido es, sin duda, cuando el Dj Cut Killer hace sonar el tema Assassin de la police desde su balcón. Esta mezcla entre el Sound of da pólice, de KRS- One, y el Non, Je ne regrette rien, de Edith Piaf, no es la única escena en la que el rap está presente. El otro ejemplo de ello es cuando Vinz va en un coche por la noche y, en la radio, suena Mon Esprit Part en Couille, canción del grupo francés Expression Direkt.

Pero a excepción de estas dos escenas, es difícil escuchar más canciones de rap durante el metraje de La Haine. “Más que una influencia directa del rap en la película, este aparece indirectamente por la representación que se hace de la policía. Porque en esa época el rap era muy reivindicativo en Francia y había infinitas referencias a la policía en las letras y ese odio hacia ellos siempre ha estado reflejado en el rap francés”, afirma Lady R.

Pero la conexión de La Haine con el rap va más allá de lo que aparece en la cinta. El hermano pequeño de Vincent Cassel, Matthias —conocido como Rockin’ Squat— era miembro del grupo galo de rap Assasin. Además, junto a la película, existe un disco compuesto de doce canciones titulado Musiques inspirees du film. Que, si bien no es la banda sonora de la película, se puede entender como una manera de ampliar el universo que representa y como una instantánea del hip hop francés de los noventa. En el disco, a parte de los ya mencionados Expression Direkt y Assasin, también aparecen IAM, MC Solaar, La Cliqua o Ministère A.M.E.R., cuyo tema Sacrifice de Poulets fue acusado de incitar a la violencia contra la policía.

Esta canción, que declara a la policía como el enemigo, se convirtió en un himno entre la audiencia de rap francés y tuvo como consecuencia la disolución del grupo tras la intervención del poder judicial. Sacrifice de Poulets es también una muestra explícita de las tensiones raciales que se vivían en Francia a mediados de los noventa por casos de violencia policial como el del mencionado Makome M’Bowole o de otros jóvenes de los suburbios.

En otro de los momentos más conocidos de la película, Saïd pinta encima de un cartel publicitario que dice ‘El mundo es vuestro’. Con un spray sustituye la uve por una ene, apropiándose el mensaje para darle la vuelta: ‘El mundo es nuestro’. Tal vez, como en el caso de la moda o la música, sea necesario recordar que aunque el sistema intente apropiarse de cualquier cultura, siempre irá por detrás de los que la construyen.

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