Perros de caza (2023), de Kim Joo-hwan

Kim Gun-woo, joven boxeador, aspira al título de campeón en la categoría amateur. Tras derrotar a Hong Woo-jin, sorprende a éste invitándole a cenar, para compensarle, por haberle machacado. Ambos hacen buenas migas, pues sirvieron como marines. El millonario Choi les contratará para darle su merecido al avaro Kim Myeong-gil, usurero que presta dinero a quienes se han arruinado por la pandemia del Covid-19, y que envía sus esbirros a quienes no pueden pagarle.

Original propuesta coreana, que tiene el tono de El juego del calamar, con algún elemento capriano, pues contrapone la avaricia de algunos personajes, con el buen corazón de otros ciudadanos que se sacrifican sin dudarlo por los demás. Subyace una crítica sutil a quienes se aprovechan de los demás en circunstancias extremas, como el confinamiento por el coronavirus. El título hace referencia a los sicarios que los prestamistas envían para saldar sus deudas a cualquier coste.

Quizás le falte algún giro que sorprenda mínimamente, pero los ocho capítulos se ven en un suspiro, sobre todo por sus secuencias de combate y persecuciones de coche, filmadas con garbo. Por otro lado, pasa con soltura del amor a la acción y el drama. Lo mejor, un reparto ajustado. Woo Do-hwan y Lee Sang-yi convencen como el introvertido Gun-woo y el locuaz Woo-hin.