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Crítica Hombres de honor (2000)

La marina te llama

La marina te llama

“Dado que el buceo es el trabajo más peligroso de la Armada. ¿Quién querría dejarlo ahora?“ Desde luego el protagonista de esta cinta no, a pesar de que quien lanza tal sugerencia es el oficial de buzos Bill Sunday, un auténtico experto en torturarle la existencia. Pero en Hombres de honor la palabra rendirse no existe. Al contrario, son la fuerza de voluntad, el valor y el orgullo los pilares en esta historia sobrecogedora, basada en la experiencia vital de Carl Brashear, el primer afroamericano que logró ser buzo de la Armada de los Estados Unidos.

Todo empieza con la ilusión del joven Carl (Cuba Gooding Jr.) por entrar en la Marina y alejarse de la mediocridad que le ata a las tierras de Kentucky. Su sueño se hace realidad cuando en 1948 el presidente Truman firma una ley que permite el ingreso en la Armada a gente de color. Pero sus ambiciones van más allá: quiere ser buzo y hacer carrera en tan arriesgada actividad. Lo que no imagina es el infierno que tendrá que soportar en sus carnes: el aislamiento de sus compañeros por su piel, la burocracia naval y sobre todo las miles de zancadillas que en su camino le pondrá el oficial de instrucción Bill Sunday (Robert De Niro, nuevamente maestro). Sin embargo, su espíritu indomable no se parará ante nada ni ante nadie hasta conseguir su objetivo, incluso después de perder una pierna.

A alguno quizás le produzca urticaria ver en una “peli” el típico entrenamiento militar a base de berridos marciales al estilo “Señor, sí, señor”. De esta parafernalia castrense no se libra Hombres de honor, pero afortunadamente se queda sólo en la superficie. A poco que bajamos a las profundidades del argumento nos encontramos con las caracterizaciones de unos personajes de los que se desprenden actitudes, sentimientos y motivaciones con suficiente cuerpo y volumen para engancharnos a la pantalla y dejarnos arrastrar por el triunfo del espíritu humano que encarnan. “No tuve que ser muy dramático con respecto a la vida de Carl Brashear para presentar una gran historia; es conmovedora tal cual es”, manifiesta Cuba Gooding Jr. Y es que son grandes las emociones que emergen del drama y la aventura de este "biopic" trazado al modo clásico, con excitantes escenas (como la de las pruebas de instrucción) y una narración vigorosa a cargo de George Tillman Jr. A todo ello contribuye el guión de Scott Marshall Smith, que estuvo asesorado en todo momento por el propio Carl Brashear. El guionista inventó el personaje de Bill Sunday como compendio de algunos de los oficiales con los que tuvo que enfrentarse el protagonista.

Los salmones primero

Gran parte de la acción se desarrolla en la Escuela de Buzos de la Armada de Bayona, en Nueva Jersey. A falta de instalaciones militares que sirvieran para recrear tal escenario en 1952, se construyó desde cero la base naval en Oregón. Lo más complicado fue la instalación de muelles de inmersión en el río, debido a que tenían que construirse rápidamente para cumplir las ordenanzas medioambientales que protegen las migraciones estacionales del salmón. Cuando los peces iniciaron su acostumbrado periplo fluvial, de los decorados ya no quedaban ni las raspas.

Bajo el mar
Bajo el mar

Como buzo, el universo de Brashear sucedía 90 metros bajo el agua, donde respiraba una mezcla de gases, conectado a la superficie a través de una frágil manguera. Esta sensación de agobiante aislamiento lo vivieron muy de cerca quienes interpretaban las escenas de buceo. “Vestir esos trajes era como ponerte un tazón en la cabeza, sólo podías ver hasta cierta distancia. Todo lo demás es negro… Realmente nunca pensé en la claustrofobia hasta que estuve en el fondo de ese río”, dice Cuba Gooding Jr que se enfundó unas cuantas veces el traje reglamentario Mark 5, de 90 kilos de peso. Con el asesoramiento de expertos buceadores de la Marina, los actores se movieron “como pez en el agua” y comprobaron lo riesgos de esta actividad.

La bomba de Palomares

Una de las escenas más emocionantes de la película sucede cuando Brashear ha de localizar una cabeza nuclear en las profundidades. El momento hace referencia a los episodios históricos de 1966 (enero-marzo) en el territorio almeriense de Palomares, cuando una bomba nuclear cayó frente a su costa procedente de un bombardero norteamericano. Entonces se produjo la clásica imagen del NO-DO con Manuel Fraga, a la sazón ministro de Información y Turismo, remojando sus “reales” en la playa de Palomares para demostrar que no había contaminación radiactiva. Poco después, fue un humilde pescador, Francisco Simó, (a partir de entonces “Paco el de la bomba”, que no “Manolo el del bombo”), quien con su intuición puso en el rastro del artefacto letal a los especialistas americanos. La bomba se recuperó “sana y salva” y los españoles, de milagro, nos salvamos de un bombazo.

Ahí va otro recluta
Ahí va otro recluta

Fue el maestro Kubrick el que reflejó a la perfección la dureza del entrenamiento de los reclutas en La chaqueta metálica, cuyos protagonistas estaban a punto de combatir en Vietnam. El mismo destino lo compartían los personajes de Tigerland, de Joel Schumacher, rodada en un estilo que imitaba el Dogma.

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